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Rachel Carson, la científica de la conciencia ambiental

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Desde otras tierras y  lejanos tiempos, ya se bregaba por una comprensión de lo que representa la naturaleza y su preservación. Científicos, biólogos, nutricionistas y ambientalistas, vienen advirtiendo, la triste consecuencia que el hombre provocará  en el planeta, si no se cambia el modelo de producción actual.

A pesar de tanta literatura al respecto, parece no tomarse en cuenta lo grave de la situación a lo que hemos llegado como especie y ese tal vez, sea el punto menos comprendido por gran parte de la sociedad.

Temas variados son tratados por los medios masivos de comunicación, sin embargo, siempre deja sabor a poco el espacio que se destina a encontrar alternativas al tema ambiental que es de una trascendencia crucial para este momento de la historia de la humanidad.

En un tiempo de desastres naturales, aguas contaminadas,  pandemias, actuar desde un enfoque comprometido, representa la única medicina que podrá salvar a un planeta enfermo.

 

APORTES | El tema del cuidado del ambiente y de las formas de producción, no es algo nuevo. Ya muchos hablaron del tema cuando este aún, podía dar escasas señales de provocar a futuro, desastres inimaginables.

Hace más de medio siglo, Rachel Louise Carson, conocida como la científica de la conciencia ambiental, trabajó desde muy joven en el medio rural de Pensilvania, Estados Unidos, para hacer un llamado de advertencia acerca de lo que estaba sucediendo.

«El ser humano es parte de la naturaleza y su guerra contra ella es, inevitablemente, una guerra contra sí mismo», escribía la bióloga y ecóloga Rachel Carson, adelantándose en el tiempo a la preocupación contemporánea por el ambiente.

Naturaleza y literatura fueron las dos grandes pasiones de esta norteamericana pionera en el tema de la quimicalización de los alimentos.

Además de otros trabajos, lo que convirtió a Rachel Louise Carson, en un auténtico icono de la conciencia ecológica, fue su libro “Primavera silenciosa”, publicado en 1962. Fue éste, un auténtico referente en la investigación de denuncia contra los brutales efectos de los pesticidas sobre la vida animal, vegetal y humana. Es considerada la principal obra de esta mujer que ha marcado un hito fundamental en el despertar del ecologismo político, como nuevo movimiento social.

A pesar de las duras críticas a las que debió exponerse, “Primavera silenciosa” logró convertirse en poco tiempo en un libro que impulsó el futuro movimiento ecologista y fundamentó la idea de que si la humanidad envenena la naturaleza, ésta a su vez, le devolverá el veneno.

El texto ayudó a difundir, especialmente entre los científicos, la idea de la Naturaleza como un todo complejo en el que, cada uno de sus elementos, influye de alguna manera sobre todos los demás, incluido el ser humano.

A través del discurso, el conocimiento y compromiso científico buscó contrarrestar el avance implacable de la industria química, de los pesticidas e insecticidas que tantos daños causan en la salud de las personas y en los ecosistemas de todo el planeta.

En 2006 su libro fue incluido por Discover Magazine entre los 25 más influyentes de todos los tiempos en materia de divulgación científica.

 

SU TRABAJO |Rachel Carson no fue consciente de la importancia e influencia de su trabajo pues murió dos años después de publicada su obra “Primavera silenciosa”, siendo una obra con gran influencia en trabajos científicos posteriores.

La bióloga comienza a investigar sobre el DDT, insecticida que se había empleado en Europa y el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial para controlar los insectos que transmitían enfermedades como el mosquito de la malaria, los diversos insectos del tifus o las pulgas de la peste. Así, pensaba Rachel Carson, “sin darnos cuenta llegaremos a nuestra particular primavera silenciosa. Es el efecto final del poder, a veces pernicioso, que nuestra especie ejerce sobre la naturaleza”, decía.

Fue una mujer luchadora y comprometida con sus ideas y con su tiempo y una autentica reformadora que no aceptó el fanatismo y la corriente innovadora de la agricultura tecnificada.

Decía en su libro, “los futuros historiadores quizás no comprendan nuestro desviado sentido de la proporción. ¿Cómo pueden los seres inteligentes tratar de dominar unas cuantas especies molestas por un método que contamine todo lo que les rodea y les atraiga la amenaza de un mal e incluso de la muerte de su propia especie? Y sin embargo, esto es precisamente lo que hemos hecho”, escribía.

Decía que nuestra especie no es dueña de la naturaleza, sino parte de ella como cualquier otro ser vivo y que los químicos, eran obra nuestra y estos dañaban la naturaleza y, además, nos dañaba a nosotros por ser parte de ella. .

En su libro, cuestionó duramente la liberación de grandes cantidades de productos químicos en el ambiente, al tiempo que presentó pruebas con respecto a la alteración de los ciclos naturales de la vida vegetal; la contaminación de las aguas subterráneas y los casos de enfermedades mortales en seres humanos.

Para Carson, la fumigación era una “guerra contra la vida”, postura que es vista hoy, como el primer llamado científico para hacer frente a esta amenaza mundial.

“Por primera vez en la historia (…), todo ser humano está sujeto al contacto con peligrosos productos químicos, desde su nacimiento hasta su muerte. Los plaguicidas sintéticos están virtualmente por todas partes. Se han hallado sus residuos en  sistemas fluviales y subterráneos, en pescados, pájaros, reptiles y animales salvajes y domésticos, y en el propio hombre (…) en la leche de las madres y en los tejidos de los niños por nacer. Todo esto se ha producido a causa de la súbita aparición y del prodigioso crecimiento de una industria (…) hija de la Segunda Guerra Mundial”, afirmaba.

Carson como una visionaria de su tiempo, entendió esto hace más de 50 años, remitiéndose a investigaciones y estudios, y afirmaba que “los plaguicidas impiden el normal funcionamiento de varios órganos e inician en ciertas células el lento e irreversible cambio que conduce a la destrucción”

Desde joven supo lo difícil que le resultaría atravesar los muros de la sociedad patriarcal. Aún así, arremetió con fuerza ante los poderosos de la industria química así como sectores políticos, académicos y científicos que se enfocaron en subestimarla y acallarla por su condición de mujer. Igualmente, todo continuó y la presión de la industria química no cedió, convirtiendo a Rachel Carson y a sus investigaciones, en el blanco de sus críticas.

Proveniente de un ambiente rural y no teniendo los recursos económicos necesarios, tuvo que trabajar para poder estudiar biología, zoología y genética.

Siendo una de las pocas mujeres contratadas por el Servicio de Pesca, acompañó su trabajo en el mundo de la investigación biológica y en las ciencias del mar con la divulgación y el periodismo. Fue en 1945 cuando conoció y tomo conciencia de la fatídica existencia y uso del DDT, la llamada bomba insecto, en los mismos años en que las bombas atómicas destruían Hiroshima y Nagasaki.

Después de varias investigaciones, a finales de los años 50, comenzó con la tarea de demostrar, con multitud de casos científicamente documentados, los peligros de la fumigación masiva y la falta de previsión de sus efectos sobre la salud de humanos y ecosistemas.

“Además de la posibilidad de la extinción de la especie humana por la Guerra Atómica, el problema central de nuestra época se presenta por la contaminación del  ambiente por medio de sustancias de increíble potencia dañina, que pueden alterar o destruir los mismos gérmenes hereditarios de los que depende el porvenir de la especie” (Primavera Silenciosa).

En varias entrevistas y publicaciones, Carson denunciaba la guerra silenciosa pero constante a la que estaban sometidas las personas, con el objetivo de matar plagas en los campos. Decía Carson en el Congreso de los Estados Unidos: “nuestros actos negligentes y destructivos entran en los vastos ciclos de la tierra y con el tiempo volverán para traer peligro a nosotros mismos. Esos polvos, pulverizaciones y riegos se aplican universalmente en granjas, jardines, bosques y hogares…; productos sin seleccionar que tienen poder para matar indistintamente lo bueno y lo malo, para acallar el canto de los pájaros y para inmovilizar a los peces en los ríos (…), aunque el pretendido blanco sean tan solo unas cuantas malezas o insectos”, decía Carson.

Al respecto agregaba, “de todos los ataques que los humanos hemos infligido contra el ambiente el más preocupante es la contaminación del aire, la tierra, los ríos y el mar con productos mortales. Los efectos producidos por esta polución son irreversibles, la cadena de males iniciada, no solamente en el entramado que ha de sostener la vida, sino también en los propios tejidos vivientes es en gran medida imparable (Udaberri Isila)”.

En su obra, un capítulo llamado “Y no cantos de pájaros”, expone Carson, “…la primavera llega sin el aviso de la vuelta de las aves y al romper la mañana un silencio extraño ha reemplazado el bello canto de los pájaros que acompaña los amaneceres. El completo silencio del trinar de los pájaros, esa desaparición de los colores, de la belleza y del bienestar que las aves aportan a nuestro mundo, ha acontecido rápida y malévolamente y todavía no se han enterado en los pueblos en que no ha llegado a suceder”.

En su último capítulo (Otro camino) dice: “Ahora estamos en ese punto en que los camino se dividen en dos. Pero ambos no son iguales. El camino que llevamos largo tiempo recorriendo es más fácil, es una suave autopista, vamos a gran velocidad pero al final está el abismo. El otro, -el que menos se utiliza- nos ofrece la última oportunidad de llegada a la meta que permite conservar nuestra Tierra, la única oportunidad”.

La sencillez y lo visionario de Primavera Silenciosa, continua siendo tan actual como hace más de cinco décadas., así como tan actual, la intransigencia y escasa conciencia de una realidad que reclama ser atendida.

En los suburbios de Washington, la casa donde escribió Carson la Primavera silenciosa es ahora un monumento histórico nacional.

Lamentablemente y a pesar de ese reconocimiento, pasado ya tanto tiempo, no sólo continúa sino que se incrementan los venenos en lo que ingerimos y respiramos. Ante la pregunta sobre la pandemia del Covid-19, cómo surgió y por qué ha sido tan invasiva y mortal, quizá podamos cuestionarnos qué estamos provocado como especie para que se desaten este y otros futuros virus que puedan presentarse.

Por Yudith Píriz.

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