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Étienne de La Boétie y el análisis de la servidumbre voluntaria en el siglo XVI

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Siempre es interesante hacer un recorrido por la historia, buscando otras mentes que establecieron una forma diferente de entender la realidad que tenían frente a sus ojos. Existen personajes que, a través de su observación y análisis de la sociedad, crearon argumentos que les permitieron elaborar su propia visión del mundo y sus conflictos, su propia filosofía para enmarcar en ella, esos detalles que para muchos, no solo en el pasado sino también hoy, pasan desapercibidos.

Se dice que cada tiempo tiene sus propios maestros y que, a través de su forma de comprender a sus semejantes y sus acciones, es que se los puede realmente conocer.  El porqué de muchas actuaciones de las personas, pasa por el filtro de esos personajes que han sabido ir más allá de una vida común, de aceptación, repitiendo patrones y sin atreverse a esbozar una crítica ni salirse de lo establecido.

Así, creando su propia forma de entender la política, la economía, los valores humanos, fue que por los años 1500, ya se manifestaban otros discursos.

MIRADAS| El personaje en cuestión es Étienne de La Boétie, abogado, filósofo y político francés. Fue precursor en su época, de la idea de los derechos humanos, cultor de la desobediencia civil no violenta y del anarquismo. La Boétie, era un pensador incómodo para el régimen reinante. Nació el 1 de noviembre de 1530 en Sarlat-la-Canéda, Francia y muere a la temprana edad de 32 años el 18 de agosto de 1563, por peste.

A pesar de su corta vida, logró plasmar con solidez, la obra por la que se lo recordaría siglos después. Incluso hoy, es motivo central de foros y conferencias en las que se analiza su pensamiento. Su trabajo, “El Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno”, es una crítica al Absolutismo y fue escrita por La Boétie con solo 18 años.

En su trabajo, el Filósofo francés plantea el tema de la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo y analiza las razones de la sumisión (relación dominación/ servidumbre).  Argumentaba sobre la fascinación que ejerce el tirano sobre el individuo y los mecanismos que explican la servidumbre. Escribía La Boétie: “Querría solamente comprender cómo puede ser que tantos hombres, burgos, ciudades y naciones soporten a veces a un único tirano que no tiene más poder que el que ellos le dan, que sólo puede perjudicarles porque ellos le aguantan y que no podría hacerles ningún mal si no prefiriesen sufrirle a contradecirle”.

La Boétie, con su obra intenta invitar al lector a perseguir una minuciosa vigilancia sobre quienes los gobiernan, siempre con la libertad como punto de mira. El hilo conductor de su obra, tiene que ver con esa forma de obediencia, muchas veces con pleno consentimiento que las personas brindan a sus autoridades, a través de la cual van perdiendo la propia libertad.

 

LA OBRA| Sus escasos 18 años, no le impidieron advertir en aquel momento de la historia de la humanidad, una dura presión muchas veces solapada, entre el poder y la sociedad, argumentando que sólo la desobediencia ante los tiranos, podría salvar a las personas de esa servidumbre.

Las circunstancias que llevan a un acontecimiento en ocasiones son una constante que se repite a lo largo de la historia. Con matices, personajes y/o escenarios, el trasfondo se perpetua una y otra vez, mostrando las sombras de la especie humana. Hoy, la servidumbre de la que hablaba La Boétie, continúa a través de sistemas opresivos y de personas que, sin cuestionar el discurso establecido, entienden que en ellos tienen el amparo y la seguridad necesarias para estar a resguardo de cualquier mal.

Una breve síntesis de su obra El Discurso sobre la servidumbre voluntaria, permite acercarse al sentir de un joven francés, desde sus vivencias en ese periodo de la Historia.

Expresaba La Boétie en su trabajo: “Sólo hay una cosa para la que los hombres, ignoro el motivo, no tienen la fuerza necesaria para desearla: ¡la libertad, bien tan grande y dulce! Una vez perdida la libertad, todos los males llegan uno tras otro, y sin ella todos los demás bienes, corrompidos por la servidumbre, pierden todo su gusto y sabor”.

La Boétie, se sorprende ante la continua obediencia que las personas soportan, quizá por la debilidad del hombre, sólo en recompensa por la anhelada seguridad. Su visión lleva a establecer un mal que padecía la sociedad de la época, siempre extrapolable a otros momentos históricos más recientes, y por qué no, al actual.

Decía La Boétie: “No se trata de quitarle nada, sino de no darle nada. Son pues los pueblos los que se dejan, o, mejor dicho, se hacen maltratar, ya que para librarse de ello bastaría con que dejasen de servir. Es el pueblo quien se esclaviza y se degüella a sí mismo; quien, pudiendo escoger entre estar sometido o ser libre, rechaza la libertad y admite el yugo; quien consiente su propio mal, o, más bien, lo busca… Admito que prefiera la seguridad de vivir miserablemente que una dudosa esperanza de vivir a su manera”.

El francés, convencido de que la servidumbre se retroalimenta y que en caso de no ser así, esta dejaría de serlo y permitiría la libertad de las personas. Según La Boétie, es el propio pueblo que alimenta y abastece a los tiranos, por lo que, dejar de hacerlo, sería suficiente para derrocar a personas y gobiernos que oprimen y explotan a sus súbditos.

“Si no se les da nada, si no se les obedece, aunque no se les combata ni golpee, quedan desnudos y derrotados. Tomad la resolución de no servir y seréis libres. No os pido que le empujéis y le hagáis tambalear, sino sólo que no le sostengáis. Entonces veríais como un gran coloso, al que se le ha roto su base, se derrumba por su propio peso y se destruye”.

El francés intenta transmitir cómo la servidumbre nace desde la raíz y que como todo mal, solo podrá desaparecer si se va hacia esa raíz y se comprenden los verdaderos derechos que cada uno tiene como ser humano.

 

IGUALES | También presenta un enfoque religioso, planteando que la obra de Dios no puede ignorarse y que en ella, todo es perfecto e igual. Explica La Boétie, que así como se nos ha creado, todos iguales, debería perpetuarse como una ley a respetar. Lo que es claro y evidente, es que la naturaleza, ministro de Dios, en cierto modo nos ha creado y vertido en el mismo molde, para mostrarnos que todos somos iguales. Y si ha otorgado ciertas ventajas corporales o espirituales a algunos, no por ello ha querido colocarnos en este mundo como si nos encontrásemos en un campo de batalla, ni ha enviado aquí a los más fuertes o diestros para que actúen como bandoleros armados ocultos en un bosque para maltratar a los más débiles. Más bien creemos que con ello, ha querido hacer nacer un afecto fraternal e impulsarnos a practicarlo… que cada uno pueda mirarse y reconocerse en el otro como en un espejo”.

En ese punto, establece el Filósofo que sobre esa igualdad se ejerce uno de los valores más importantes, el de la libertad. Así, expresa que por lo tanto, la libertad debe ser un bien que cada uno ya posee al nacer.

Argumenta La Boétie que es imposible ir contra la propia naturaleza y que ser libre es justamente la esencia del hombre, la que se corrompe por la educación. “No se siente la pérdida de aquello que nunca se ha tenido. La naturaleza del hombre es ser libre y querer ser libre, pero fácilmente se acomoda a otra condición cuando la educación le prepara para ello”.

Entendía La Boétie, que el mal de la servidumbre empieza a afianzarse desde la costumbre, lo que lleva a aceptar, como natural, la opresión y sumisión frente al poder del momento. Así que la primera razón de la servidumbre voluntaria, de acuerdo a La Boétie, es la costumbre.

En su libro explica que existe un sector de la población que, a pesar de ser impulsados a servir, logran evitarlo, intentando seguir su propia naturaleza de ser libres. Expone además que para esas personas que se han mantenido libres, o lo han intentado, muchas veces no pueden hacerse oír, debido a que se les arrebatado la libertad de acción, de expresión e incluso de pensamiento.

Dice La Boétie, “La primera razón por la que los hombres sirven voluntariamente es que nacen siervos y son educados como siervos. La tendencia natural del pueblo ignorante, que suele ser el más numeroso en las ciudades, es desconfiar de quien le ama y confiar en quien le engaña”, expresa el Escritor.

Por Yudith Píriz.

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