Elucubraciones

Elucubraciones semanales: edición 07/11/2023: «Popurri de temas en una época de escándalos»

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Permítame decirle que esta quizás sea una de las columnas elucubradoras más difíciles de abordar; no porque no haya tema sino porque me pregunto qué decir de lo que todo el mundo ya está más que enterado y que no sea por boca de otros (además tiene derivaciones a cada instante), ya que desde acá, desde el interior de la República, poco se puede aportar a los escándalos que están haciendo temblar a las hasta ahora impolutas instituciones uruguayas. De todas formas, hay que escribir, así que si usted lo considera apropiado, al comenzar el próximo párrafo, hacemos el intento.

Como humilde escriba de pueblo le confieso que me da pena no estar en la primera línea informativa, trabajando para un medio de alcance nacional en estos tiempos convulsos. Pero también debo decir que me da mucho gusto comprobar lo vigente que está la prensa de este país que trabaja con independencia, pese a todas las trabas y las zancadillas que desde el poder se le hacen.

Creo que se lo he dicho decenas de veces en esta página, no existe la objetividad, tampoco la imparcialidad en el periodismo, esas son frases hechas, propias de otro tiempo; lo único que diferencia el buen periodismo del malo es la independencia de criterios de los periodistas o de los medios a los que esos periodistas puedan responder a la hora de presentar la información.

En los días previos al escándalo que generó Carolina Ache con su comparecencia en Fiscalía, los portavoces del gobierno -diputados, senadores, jerarcas de Presidencia-, habían vuelto a cargar las pilas contra los periodistas, acusando de hacer periodismo militante a Eduardo Preve y a otros colegas que han expuesto hechos delictivos -y/o con apariencia delictiva-, ocurridos en el transcurso del actual período de gobierno.

Me causaron gracia incluso, algunas declaraciones que hizo el propio Presidente que en una nota -antes del día de Ache-, parecía estar diciéndole a los periodistas con los que hablaba que su única función era sostener los micrófonos mientras ellos presentan su discurso, insultando la inteligencia de los periodistas con los que hablaba y pretendiendo limitar la función social de los medios desde el discurso de su figura presidencial.

Después claro, cuando llegan fechas como el día del periodista, nos bombardean con mensajes de salutaciones, cargados de frases rimbombantes en las que se habla de la importancia de la prensa en la sociedad, la trascendencia de la libertad de expresión, de opinión y blah, blah, blah. Lo cierto es que a los gobiernos, a todos los gobiernos, sean del signo que sean, no les gusta la prensa que cuestiona (ahora la aman, pero en el último período de Vázquez, Patricia Madrid era el diablo en el FA), que hurga más allá de lo que le quieran mostrar o decir en conferencias de prensa o en “entrevistas exclusivas”.

Le reconozco que desde el interior a veces es muy difícil hacer periodismo que vaya más allá de lo declarativo, pero igual uno a veces logra salirse de la rutina y genera hechos periodísticos de impacto en la zona en la cual se mueve. No es fácil, pero uno es terco y lo sigue intentando. Por eso es que entre las cosas a destacar, quería celebrar junto a usted el buen periodismo que estamos viendo, el que ha cubierto los tres casos claves de la actual administración -Astesiano, Penadés y Marset-, llevando adelante su trabajo con independencia de criterio y priorizando la información por encima de intereses corporativos, de líneas partidarias y/o influencias económicas, porque las revelaciones de esos casos han surgido desde los medios más inesperados, incluso de los que uno piensa que siguen una línea afín a la administración multicolor.

Sabe qué, dentro de toda la marea de informaciones, una más escandalosa que la otra, me detengo en un comentario del politólogo Oscar Bottinelli, quien dijo que el 30% de la población no tiene ni idea de todas esas cosas que a usted y a mí nos asombran y nos preocupan; es una población que cree que lo político no condiciona su existencia (cuando en verdad toda su existencia está condicionada por lo político), y que de temas como el de la trama del pasaporte para Marset, las conductas aberrantes de Penadés y los mil chanchullos de Astesiano en el entorno presidencial, ni se enteran.

De verdad le digo, para uno que desde los 13, 14 años está atento a lo que pasa en su comarca (con distintos grados de atención en función de la edad, de la tarea que  desempeñara y de las circunstancias personales), me resulta difícil entender que haya gente que no quiera enterarse de nada y que si se enteran por casualidad, no le dan mayor importancia, porque creen que nada de eso los afecta.

Lo que más le preocupa a uno es que ese tipo de gente es la que termina definiendo elecciones, gente que vota porque le hablan lindo, porque les parece simpático el candidato tal o cual, porque le consiguieron un trabajo a alguien de la familia o porque le pusieron la luz en la esquina de la casa. Tranquila, tranquilo, no le estoy diciendo que todos tenemos que leer los programas de gobierno de cada candidata/o (deben contarse con los dedos de la mano las personas que lo hacen), sólo pienso en la necesidad de votar con responsabilidad y no porque nos obligan a ir.

Mire, hay una frase reiterada hasta el hartazgo por aquellos que dicen no interesarse en la política (pero que casualmente siempre terminan votando a quienes más nos terminan perjudicando). Dicen “a mí los políticos no me dan nada”. Y no, los políticos no tienen que darle nada, la función de los políticos -diría de la política en sí-, es generar las condiciones mínimas necesarias para que todos podamos tener una vida digna, pero no dándonos todo en la mano -o en el bolsillo-, no, sino aplicando políticas públicas en el marco de las cuales podamos desarrollarnos según nuestras aptitudes y nuestros esfuerzos personales.

Claro, si todo lo vemos desde la perspectiva de qué es lo que gano yo, qué me toca en el reparto, cuando ocurren hechos delictivos o de apariencia delictiva (como los que salpican a cada rato a este gobierno), entonces justificamos, que bueno, que son todos iguales, que todos están para la suya, nos acordamos de Sendic porque compró un colchón con la tarjeta corporativa de Ancap, hacemos tabla rasa y no hacemos nada para que las cosas cambien.

Pero no, yo no afilio a la tesis del “son todos iguales”. Por supuesto que yo no le voy a decir acá quién o quiénes considero como diferentes; discernir sus referentes es tarea suya, de usted y de cada uno, pero lo importante es que cuando lleguen futuras instancias electorales (la próxima y muchas más, porque le auguro larga vida), no se haga el/la desentendido/a y vote sabiendo que allí se juegan no sólo sus apetencias personales, también se define el futuro de su país.

¿Vio que el que se hizo el desentendido fui yo? ¿Vio que al final no le hablé de Ache ni de Bustillo? Es que de verdad, es tal dinámica de los acontecimientos que todo lo que diga puede ser viejo cuando usted tome contacto con este texto. Así que tomé para la periferia y le expresé sensaciones personales sobre algunas de las razones por las que nos está pasando lo que nos pasa.

En el papel, no queda más espacio que para una despedida corta, por eso le voy diciendo que nos encontramos en siete días para seguir pensando cómo salimos del embrollo en el que estamos metidos. Será hasta entonces.

Imagen ilustrativa tomada de la web.

Por Javier Perdomo.

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