Elucubraciones

Elucubraciones semanales: «Los votos que el dinero reúne»

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Ahora así, todos aclimatados en el nuevo año vamos orejeando la baraja, pensando en el proceso electoral que marcará el rumbo del país en el próximo lustro. Para los periodistas que abordan la realidad social y política de un país, las elecciones son una época efervescente, con mucho flujo de información, pero también con desafíos sobre cómo comunicar sin parecer agentes de prensa de los candidatos y sin, tampoco, tragarnos gato por liebre. Este escriba, cuando cumple el rol periodístico, carga con esos miedos, por eso es bueno dejarlos estampados en las elucubraciones semanales, que están comenzando para el disfrute de muchos y el desagrado de una inmensa minoría.

Es como se lo planteo, uno en campaña electoral realiza decenas de notas, cubre otros tantos actos y a partir de allí transcribe discursos, comentarios y/o “explosivas declaraciones” como si fuera una máquina parlanchina. A veces esas notas se transcriben con un automatismo que cancela el análisis de lo transmitido (más allá del valor noticioso que pueda tener lo expresado por quien emite el mensaje), pero en otras ocasiones uno pone más atención y descubre los mil defectos de lo dicho y preferiría no tener que estar transmitiendo inexactitudes y/o errores intencionados a lectores y lectoras. Pero al final se hace igual, porque terminan gravitando otras cosas.

Las campañas electorales conllevan un gran movimiento de dinero y todos los que andamos a la vuelta del mundo de los medios buscamos nuestro “pedazo” (este para nada humilde escriba por supuesto que también). Teniendo claro eso, debe comprender el lector que mantener una actitud crítica es un desafío complejo, aunque le aseguro que se puede lograr.

Otra cuestión compleja en todo esto es que el nivel de mercantilización que han alcanzado los procesos electorales condiciona los mensajes que la gente recibe y mal o bien, disimulada o descaradamente, la inversión que se haga, influirá en la exposición que tengan los mensajes de cada candidata/o, sector o partido. No me refiero solo a los anuncios que puedan pagar, me refiero también a las entrevistas o coberturas de las que se puedan beneficiar.

Claro que los más afectados por este progresivo proceso de mercantilización son los sectores pequeños, los grupos económicamente pobres -a veces surgidos de la sociedad civil-, a los que se les dificulta invertir las grandes sumas de dinero que se necesitan para tener buena presencia en redes o en los medios tradicionales. Más allá de si puede o no puede interesar el discurso que tengan, la dificultad para invertir en publicidad limita sus posibilidades de exponer ante la sociedad lo que tienen para plantearle a los electores.

Comprobado está también que una fuerte inversión de dinero puede inventar candidatos. Sí, sí, le reconozco que en el período electoral anterior se me cayeron muchos mitos sobre el sistema político uruguayo y uno de esos era precisamente creer que en Uruguay no alcanzaba sólo con poner plata para triunfar en política, que los partidos eran fuertes y que no permitían los oportunismos. Pero me equivoqué, porque Juan Sartori, de la nada, a fuerza de plata y de novelería, terminó segundo en la interna nacionalista de 2019 y después alcanzó una banca en el Senado.

Como ya le dije en un comentario entre paréntesis de una edición anterior de esta columna, no creo que eso vuelva a ocurrir con Sartori. Sea precandidato o solo aspire a renovar al Senado apoyando a “Alvarito”, es probable que pierda la banca, por más que ponga mucha plata. ¿Por qué el convencimiento? Y porque la gente ya percibió que su interés por la política se diluyó, que fue un intento, se tiró a ver qué pasaba, total, plata tenía, y como no tuvo el éxito inmediato, empresarial, que esperaba se frustró.

Seguramente debe tener compromisos que “honrar” -el Presi se los debe haber recordado en la reunión que tuvieron hace poco tiempo atrás-, y por eso estará participando en la campaña 2024, pero es probable que su futuro político se cierre con esta elección. Ah, también estoy seguro que todo esto él lo maneja y que por ello no va a invertir tanto dinero como en la anterior campaña. Percepciones de un escriba de pueblo nomás, no me vaya a hacer mucho caso.

Claro, también se podría decir en defensa de mi primera tesis sobre la fortaleza del sistema político uruguayo, que el fenómeno Juan Sartori se da dentro de uno de los partidos fundacionales. Es un “outsider” dentro de una estructura tradicional y por eso logró su relativo “éxito”. Sin embargo, hubo alguien que quiso crear estructura fuera de los partidos grandes con dinero y no le fue tan bien.

Claro que sí, me refiero a don Edgardo Novick que arrancó con una fuerza bárbara con su Partido de la Gente y poquito a poquito se fue desinflando hasta darse cuenta que la política partidaria no era lo suyo y terminó en la política deportiva, fracasando también en las elecciones de Peñarol. Queda por saber si él abandonó a la gente o la gente lo abandonó a él. Tema ése para los especialistas, uno solo lo expone como un ejemplo de que no todo el que pone plata para entrar “en la política” termina con éxito el emprendimiento.

Recuerdo también que cuando don Edgardo vio que no remontaba en las encuestas dejó de poner plata y comenzó la estampida de todos los que andaban a su alrededor, incluidos algunos vecinos de este departamento que fueron tras el discurso del empresario “exitoso” devenido en político. Pero bueno, este fue un comentario al margen, intentemos retomar el hilo de la conversa.

A lo que quiero ir, estimado/a lector/a es que no tengo idea de la forma en que se puede instrumentar, pero debería implementarse algún sistema de financiamiento público de campañas electorales que disminuya las asimetrías, pero que a su vez desestimule la financiación privada. No prohibir el aporte de empresas y/o personas particulares -todo lo que se prohíbe encuentra un hueco por el cual entrar-, pero sí hacerlo cada vez menos necesario, ya sea a través de aportes estatales a los partidos o haciendo menos oneroso todo el sistema electoral; no lo sé, la fórmula no la tengo, recuerde que este es el espacio del deber ser y no del cómo hacer lo que deber ser.

Aunque bueno, entre las cosas que podrían hacerse para bajar costos es, como ya dije en alguna elucubración anterior, eliminar alguna de las instancias electorales, pero además apuntar a la pronta implementación de un sistema de voto electrónico (y a su vez mejoramos el medio ambiente eliminando la impresión de millones de listas que después vuelan por las calles de pueblos y ciudades), y plantear diversas prohibiciones en materia de publicidad en la vía pública, que no se detallan acá por su extensión.

Pero bueno, esto es un programa mínimo, seguro que hay un montón de cosas más para ajustar y no hacer tan oneroso participar en una elección, porque parto de la idea de que cuanto menos plata entre de fuera, el sistema electoral, por ende el sistema democrático del país, menos permeable será a los actos de corrupción y al pago de favores. Por lo tanto viviríamos en un Estado más democrático.

Lo que no es democrático es el espacio que tiene esta página. Se termina y se termina. Nosotros con él vamos terminando y será dentro de siete días que se intentará seguir pensando en letra alta, para que nadie nos oiga. Hasta entonces.

Imagen ilustrativa, tomada de la web.

Por Javier Perdomo,

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