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El español Joaquín Araujo Ponciano y su defensa de los árboles y la naturaleza

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El mundo actual y sus problemáticas, sus crisis y desequilibrios, no escapan a la realidad que en otras épocas han podido experimentar las diferentes sociedades. En otros momentos históricos, rodeados de contextos que para nada eran alentadores, las personas debieron hacer frente a muchas crisis económicas, sociales, políticas y sanitarias.

Para algunos la entrega al servicio, la solidaridad con el otro, fue una forma de ayudar en momentos en que la situación era insostenible. A muchos, la fe fue lo único que los mantuvo con esperanza.

Según algunos especialistas, el ser humano ha interferido, antes, y ahora en mayor escala, en el normal desarrollo de la vida de las demás especies, provocando un desequilibrio que está llegando a un colapso muchas veces anunciado. La naturaleza es la que provee lo que los seres necesitan para mantener sus ciclos vitales. La desconexión de ella es, según muchos, lo que está provocando las crisis, entre ellas, la sanitaria.

Uno de esos expertos es el español Joaquín Araujo Ponciano, naturalista, periodista, escritor, director y guionista de documentales y divulgador ambiental.

ENFOQUE | Araujo ha desarrollado su compromiso en defensa de la naturaleza desde hace más de 50 años, especialmente se ha dedicado a preservar los bosques. Su dedicación llevó a ser reconocido a través de 51 premios, entre ellos el Global 500 de la ONU, así como el Premio Nacional de Medio Ambiente. Es Numerario de la Real Academia de las Letras y de las Artes.

No se conformó con transmitir la importancia de los bosques para la vida, sino que se ha dedicado a plantar árboles, de lo que siente orgulloso. Según él ha plantado aproximadamente un árbol por cada día que ha vivido. “Me emociono cuando paseo bajo la sombra de centenares de árboles que planté hace 30 o 40 años. Pocos placeres superan al de pasear bajo la sombra de lo que plantaste” dice este autor de más de 100 libros.

Araujo vive como campesino, pastor de cabras y plantador de árboles en el seno de las arboledas de las Villuercas (Cáceres), España. Dice que salvar los bosques es salvar la vida y evitar el colapso. Utiliza el término emboscarse para expresar lo que intenta hacer en su propia vida. “Es una utilización provocativa del término. Yo me embosco para tender emboscadas a la contaminación, al ruido, a la prisa y la competitividad. Vivo en el bosque para intentar disfrutar del mejor espectáculo”, dice.

Expresa Araujo que su intención es continuar plantando árboles hasta el último día de su vida. “Es un agradecimiento por lo mucho recibido ya que yo vivo literalmente en un bosque. Los árboles son nuestro legado y los necesitamos más que nunca para luchar contra las grandes enfermedades ambientales”. Dice que las enfermedades que padecemos, antes de pasar al hombre están en la naturaleza. Esa naturaleza que tanto se ha olvidado y de la que para muchos, es sólo una forma de aumentar las arcas de las empresas.

De ahí que cuando suceden eventos como la crisis sanitaria actual, quizá sea un momento clave para preguntarnos qué tanto hemos alterado los ciclos vitales de las especies y los procesos naturales de los cuales se sustenta la vida. “Los estudiosos de las epidemias saben que la mayoría de las enfermedades son ambientales y se convierten en pandemias por la degradación del medio ambiente y un estilo de vida contrario a la naturaleza”, dice.

Entiende que sólo existe una forma de hacerle frente a la situación y es volver a proteger y preservar las especies, sobre todo los árboles. “Estamos en manos de criterios superficiales, productivistas. La ciencia a veces se separa del objeto estudiado, una contradicción. Las grandes enfermedades emergentes tienen que ver con una sociedad que contamina mucho”, opina.

Según Araujo sin la vegetación, no existe medicina que pueda curar. “El mayor despropósito en esta sociedad es que la mayoría de las grandes medicinas hoy están enfermas, a menos que haya muchas fábricas de oxígeno (muchas algas, muchas praderas, mucha vegetación), no pueden curarnos. Estos son los fármacos que necesitaríamos para curarnos pero están enfermos de ineficacia. La industria farmacéutica, en un ejercicio de codicia, ha conseguido enfermar a sus productos”, cree.

“Nos venden de forma descarada un falso progreso y la artificialidad de la vida cuando ninguna tecnología nos va a salvar si no mejoran muchísimo la calidad del aire, el agua, la biodiversidad y la alimentación… Hay que reconocer que nuestro cuerpo es más eficiente que cualquier máquina. Una civilización que se pretende no terráquea, no ligada a los procesos de la naturaleza, es un sinsentido”, opina.

Su trabajo también se enfoca en transmitir la importancia de reducir el consumo, en todas sus formas, teniendo en cuenta que cada cosa que usamos y al poco tiempo tiramos, siempre de una forma u otra, salió de la naturaleza. “El decrecimiento es una de las formas para cambiar el modelo de acumulación por la simplicidad. Tenemos que vivir con la mentalidad de provocar el menor impacto ambiental posible para tener una vida menos enferma y menos contaminante. Pero también detener la extinción masiva de la biodiversidad y recuperar la cultura rural para seguir comiendo sin destruir el agua, el aire y el suelo”, promueve.

Cuando se habla del derecho a la vida, siempre es enfocado desde la perspectiva del ser humano. Para Araujo eso es un error, ya que la vida debe poder ser un derecho para todo aquello que nos rodea, por ejemplo otras especies. El derecho de la vida a la vida “debería ser el primer artículo de todas las constituciones. Aunque los seres humanos tienen derecho a la vida, para que podamos disfrutar de ella, el agua debe tener su propio derecho a la vida, el aire debe tener también derechos”, dice.

El tema de la destrucción de los bosques y a pequeña escala, los árboles de los espacios urbanos, avanza de forma descontrolada. Las ciudades son un claro ejemplo de destrucción de todo lo natural. Muchas de ellas, no hace tanto tiempo, contaba con calles arboladas, viviendas con muchos árboles, y espacios verdes para el disfrute de un aire limpio y sombra fresca que permitían atenuar los intensos días de calor, pero hoy cuando sería más necesario estar rodeados de árboles, debido al crecimiento que ha venido dándose de los espacios urbanos, se da el proceso inverso. Frente a esta problemática, los gobiernos departamentales pueden ser de mucha ayuda para revertir parte de la situación.

PRIORIZAR | Entiende el especialista que la naturaleza necesita ser preservada ya que en ella, están todas las soluciones. “La naturaleza alberga las soluciones a todos los problemas. El bosque es el lugar afable por excelencia, pues asegura más que ningún otro la supervivencia. Pero nos pusimos de pie, nos pusimos a andar y a talar”, dice y agrega que “lo que nos pasa es por no haber comprendido o aceptado -porque lo sabemos hace mucho-, que la degradación, la expulsión de los árboles, la contaminación y la ingente persecución a todo lo viviente son boomeranes. Vuelven al punto de partida”.

Araujo dice que “si el entorno está mutilado y contaminado, enfermo en suma, eso acabará quitándonos también a nosotros la salud”.

Esa desconexión es según Araujo, el principal problema que tiene la humanidad; sentirse separado de aquello que le sustenta la vida. Entiende que reconectar con la naturaleza es una tarea que tendría que estar en manos de todos pero especialmente de los medios de comunicación, de la educación, y de todos los actores sociales que puedan generar conciencia y ayudar al cambio.

“Nada hay más difícil ahora mismo que desacreditar la catarata de estímulos puestos al servicio de la ceguera generalizada. Lo viviente es el mejor libro y la Natura la mejor maestra. Esto debería prevalecer en todos los niveles de la enseñanza. Los sistemas naturales completos son una suerte de sistema inmunológico para todos los inquilinos del planeta. Sobreviviremos si vivimos con y no contra la Natura. La vida sólo tiene sentido si las vives sabiendo quién te lo permite. Que dejar más vida y no menos es la mejor y estimulante de las actitudes”, dice Araujo.

 

Por Yudith Píriz.

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