Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 18/01/2022: «Es tiempo de aplicar ‘cordón sanitario'»

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Ay la siesta, la siesta, qué difícil es negarse a ella en días de agobio veraniego. El sopor hace que el disco duro falle y es mejor abandonarse en el regazo de Morfeo, para acortar la tarde y alargar la noche. Esta columna elucubradora de verano se escribe temprano a la mañana y tiene el honor de dar el puntapié inicial del nuevo año del espacio que asegura plantearle todas las dudas y no brindarle ninguna certeza. Por eso será que sigue siendo del interés de sus lectores. Veamos qué pasa en esta ocasión.

Todo el mundo anda alterado por la Ómicron, desesperados por darse la tercera, la cuarta y la quinta dosis, todas juntas si es necesario, para escapar de la posibilidad de pasar por el trance de contagiarse con la variante del bicho que nos acompaña desde hace un par de años y al que ya deberíamos haber aprendido a conocer, en lugar de temerle tanto con cada nueva mutación que sufre. Convencido sobre que sobrevendrán otras pandemias, porque el comportamiento humano no ha cambiado, trato de convivir con mis propias cepas y brindo con cada nueva variante.

Hablando como los locos, hay un escándalo de este verano que me convence sobre que está bravo eso del cambio del comportamiento humano. Mientras uno vea que hay nabos -no encuentro otra calificación para asignarles, sin parecer grosero ante el lector o la lectora-, que alardean con que están dispuestos a matar o morir por un pedazo de tela con los colores de un cuadro de fútbol, la esperanza de un mundo mejor por venir, se desluce un poco.

Yo sé que los periodistas tienen poco de qué hablar durante la temporada estival y que cualquier fruta les viene bien -por eso de una nada te arman terrible bomba noticiosa-, pero igual le digo, que luego de todo lo pasado en el último tiempo, que estemos dedicando nuestras energías a darle trascendencia a las discusiones de las barras bravas del fútbol, es algo que me cuesta entender, comprender, asimilar.

Mire, parto de la base de que la vida humana es el bien más preciado (por encima de cualquier bien material), y quien le quita a otro ese bien supremo, merece condena (cada sociedad regula las suyas), pero también entiendo que hay situaciones excepcionales, como la defensa de la propia vida, o circunstancias o momentos históricos (revoluciones populares, lucha contra un poder despótico y un corto etcétera de casos), en los que matar a una persona, puede tener atenuantes o, incluso, llegar a justificarse (ya veo la cara de horror de algunos al leer esto), pero si alguien mata a otra persona por ser de “otro cuadro”, debería ser un agravante, por la estupidez que implica ese hecho.

Por eso, que toda una sociedad esté pendiente -parte de ella con miedo-, de esas riñas de gallos callejeros, no me cierra, hasta me parece que son útiles elementos distractores promovidos por algunos poderes que están tras las sombras.

Por eso, a este escriba lo que más le molesta no son los barras bravas en sí, que es gente que vive en una nube de pedo -perdón señora, perdón señor-, pensando que el mundo gira alrededor de ellos y de su violencia intrínseca (prostitución, trata de personas o narcotráfico posta: todo lo que usted quiera puede encontrar en estos grupillos), lo que molesta es la gente que atiza odios, que promueve rencillas por los medios de comunicación -ahora mucho más por las redes sociales-, que son los que al final les dan la razón de existir a esos grupos de tontos que alardean públicamente sus armas, defendiendo una causa, que no es más que la de su propia sobrevivencia, maquillada como “un sentimiento” a determinados “colores”.

Sabe qué, si la sociedad aislara este tipo de expresiones, si se creara un buen “cordón sanitario” alrededor de las barras (hay varios grupos más para aplicarles esta medida de “sanitización”), es probable que su influencia terminara decayendo, pero si porque son los barras de mi equipo les doy “pa delante” y critico a los del otro cuadro, si digo que los barras de este cuadro son mejores que los de aquél otro, entonces no hacemos otra cosa que promoverlos y elevarlos en la consideración social.

Cuando la gente se le ría en la cara, cuando se trate como a un tonto, al que diga que está dispuesto a dar la vida por tal cuadro de fútbol, es probable que la violencia en el fútbol comience a disminuir. Ahora si agarramos el bombo y hacemos ruido para uno u otro lado, si elevamos en la escala social a matones porque son de nuestro cuadro, entonces merecemos no ya que suspenden unos clásicos, sino que suspendan el fútbol.

Ahora que me surge la idea de “cordón sanitario” -variando el tenor de estas líneas-, me parece que ya es tiempo de aplicarlo con la gente de Cabildo Abierto, ¿no? El partido militar es un auténtico zoológico, integrado por una fauna variopinta de seres que pueden salir con cualquier barbaridad, cuando uno menos se lo espera.

Antes de ir al punto, un destaque para Búsqueda, porque si más arriba hablaba de las nadas que se transformaban en bombas, me debo sacar el sombrero ante su estrategia de guardarse para el verano, una jugosísima parte de una anterior nota -publicada en 2021-, sobre dichos del diputado Eduardo Lust en los que había manifestado un montón de disparates.

En una de sus primeras ediciones veraniegas, se despacha el semanario -que nadie puede considerar ni de zurdo ni nada parecido-, transcribiendo una segunda parte de una conversación privada con un militante de su grupo, grabada por ese mismo militante, en la que dice que el partido que él integra está lleno de torturadores y que por eso mismo no pueden juzgar al militante con el que hablaba por haberle pegado una piña a la novia. Todo poesía, paz y amor.

Lo peor de todo es que Lust no pudo desmentir lo publicado y más allá de la clásica frase de “me sacaron de contexto”, no logró esgrimir otra defensa. Pero hay más locura, me refiero a las reacciones cabildantes, cuyos máximos dirigentes sólo atinaron a decir que eso no era así, que no les constaba que en su partido hubiera militares torturadores.

No, por supuesto que no puedo esperar que lo reconozcan, con decir que habían sido declaraciones infelices de su Diputado bastaba. No expliquen que oscurecen. Todos sabemos, por ejemplo, que el coordinador de Cabildo, Radaelli, fue condenado en Chile por el asesinato en Uruguay del ingeniero Berrios (en épocas del gobierno del papá de nuestro actual Presidente). De ahí para abajo, hay un montón de casos, cosas y cosos.

Por eso la idea del “cordón sanitario”, ningún sector democrático de este país, debería ni siquiera pensar en alianzas con este tipo de gente. Aislarlos para que no tengan injerencia ni participación social alguna. Lamentablemente hoy los tenemos actuando como gobierno, aceptemos que los otros partidos coaligados pueden haberse equivocado al desconocer la oscura alma de los líderes de este grupo (sus votantes son otra cosa), y por eso acordaron, pero para la instancia de 2024, en la que estoy convencido pasarán a ser un grupo muy reducido y testimonial -un poco más que el PI de Mieres-, nadie debería darles espacio, aislarlos. Eso es “cordón sanitario”.

Y ya no tengo lugar alguno, debo cerrar estas líneas, deseándole que nada lo aísle de su centro, les recuerdo a todos que los espero en una semana. Hasta la próxima.

 

Imagen ilustrativa tomada de la web.

Por Javier Perdomo.

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