Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 12/10/2021: «Hablemos de Patrimonio»  

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Ahora que el invierno es decididamente cosa del pasado (aunque sepamos que volverá en el futuro), nos regodeamos de placer en una primavera tan inestable como cualquier otra. ¿Vio que se me ha dado por arrancar hablándole del tiempo? Es que es un tema tan sencillo, que me sirve para ir dándole forma a una charla, hasta que surge casi como espontáneamente, el núcleo duro de un texto elucubrador. Aclarado este nimio misterio, le digo que a renglón seguido quedan las cuestiones temporarias a un lado y nos sumergimos en las trascendentales… o bueno, donde podamos.

Sabe que me quedó algo en el tintero en la edición anterior -es que la cuestión con Sánchez me distrajo de lo importante-, pero como bien puedo justificarme diciendo que estamos en el mes del patrimonio, le cuento que tengo ganas de hablarle de eso tan intangible que festejamos todos los años, pero de lo que poco nos ocupamos, por lo menos en Libertad (si bien este espacio no busca hablar de cuestiones locales, me permito hacerlo en esta ocasión, para ir de menos a más).

Para empezar estas líneas elucubradoras, se me ocurrió buscar la definición de patrimonio y la primera que encontré (“conjunto de bienes propios de una persona o de una institución, susceptibles de estimación económica”), no me pareció atractiva como inicio de una instancia elucubradora, así que seguí buceando en las redes hasta encontrar ésta referida al patrimonio histórico: “conjunto de bienes de una nación acumulado a lo largo de los siglos, que, por su significado artístico, arqueológico, etc., son objeto de protección especial por la legislación”. Sin dudas que es ésta la que se ajusta más a lo que el día del patrimonio representa en Uruguay (aunque no es que a nivel país haya mucha “protección especial” de lo patrimonial), pero no me conforma si veo lo que son las actividades que se realizan en esta zona de San José.

Es como que el día del patrimonio es algo de lo que las autoridades se acuerdan 10 días antes y se apuran para reunir un puñado de “cosas viejas” para mostrarlas al público. Algunos cachilos, algunas armas antiguas, algunas ajadas fotos de los inicios de la fotografía, un poco de tango, un poco de folklore y con eso, cumplimos con el patrimonio.

Mire, no es algo que haya percibido este año, no, esto se reitera cada año. No hay una idea, no hay un concepto de celebración, ni siquiera hay un mínimo nexo con el personaje o el hecho que se destaca a nivel nacional. En este año era José Enrique Rodó el recordado y si bien en todo Libertad -diría en todo San José-, no hay el más mínimo contacto con esa figura (más allá de contar con una calle con su nombre), bien se podría haber intentado realizar alguna actividad en la que se acercara a ese intelectual de fines del siglo XIX y comienzos del XX a los vecinos de Libertad, de quien tanto usted como yo, sabemos poco.

¿Quién era Rodó, qué escribió, cuál es su importancia en la historia de las letras y el pensamiento del Uruguay que mereció estar en el selecto núcleo de los recordados en las jornadas patrimoniales? Mire, no sé, es algo que se me ocurre al vuelo, sin profundizar demasiado, pero no creo que sea tan difícil generar un evento de esas características, que le dé un poco más de contenido a la celebración. Mostrar sí las “cosas viejas” (lo digo con mucho respeto), pero también darle otra riqueza, porque si no termina siendo siempre lo mismo y al final uno empieza a pensar que es mejor no hacer nada a hacer lo que salga.

Yo sé que para Libertad estoy pidiendo demasiado, ya que es una ciudad prescindente de su patrimonio histórico. Ediliciamente el “progreso” ha barrido con la mayoría de las construcciones de época que pudieran quedar (se cuentan con los dedos de una mano las que quedan en el casco de la ciudad), la reconstrucción histórica de la zona es compleja y llena de lagunas, los documentos brillan por su ausencia y quienes conservaban la memoria del pueblo, se han ido yendo sin que se hiciera un sistemático resguardo de esas memorias, recogiendo sus testimonios orales.

Como le digo, Libertad es una ciudad que mira hacia adelante sin preocuparse mucho por lo “viejo”, por lo que quizás sea pretencioso de mi parte esperar un mejor tratamiento para el patrimonio, así que trate de no hacerme mucho caso y sigamos mirando las mismas cosas todos los años.

Pero como yo aprovecho toda oportunidad que tengo, ya que hablamos de patrimonio, hablemos de los patrimonios presentes y que nos involucran a todos; a usted, a mí, al vecino y a la vecina. Si bien entiendo que hay que preservar la memoria, los objetos y las fotos son eso -memoria, recuerdo, nostalgia-, pero defender el patrimonio que significan las empresas públicas, es presente, es hoy, es necesidad.

Ese es el patrimonio económico de una nación, como lo son también sus tierras, sus aguas, sus recursos naturales. Son lo que hemos heredado, la acumulación de esfuerzos de las generaciones anteriores a la nuestra, que nos interpelan cuando aparecen ideas que buscan minimizar su rol en la economía, favoreciendo a empresas transnacionales que no dejan un solo peso -más bien ni un solo dólar o euro o yen-, de sus ganancias en el país.

Son nuestro patrimonio todas las inversiones que se realizaron en el pasado. Es nuestro, de todos, el criticado Antel Arena, también es nuestra la Torre de las Comunicaciones, cuya construcción fue cuestionada en su tiempo (se lo digo como memorioso que soy), es nuestro el edificio central del Banco República y es nuestra la oficina más insignificante que se imagine, perdida en el medio de la nada, de la UTE, aunque usted directamente, en toda su vida, no les saque provecho directo.

Todo ese patrimonio, más tangible que la memoria, hay que luchar por preservarlo. Cuando en toda América Latina estaba de moda privatizar, nosotros dijimos que no. Los privatizadores, pasado poco tiempo nomás, debieron re-estatizar algunos de los sectores estratégicos entregados a la especulación. En Uruguay no pasó nada de eso.

Por eso yo le insisto, hoy que en el paisito vuelven a soplar vientos liberales (no libertarios como buscan hacerse llamar algunos, hurtando la significación que ese término tiene para el movimiento anarquista), y privatizadores, hay que defender este patrimonio, tan importante como lo es conservar las fotos de principio del siglo XX.

Disculpe usted que ya dé inicio a la despedida. Es que agregar algo más a este texto sería una redundancia innecesaria. Mejor es que se quede con estos conceptos y con la  promesa de volver en siete días -si todo sale como esperamos-, con otras narraciones realizadas por un para nada humilde escriba de pueblo, que busca interpretar un tiempo convulso y desafiante a su manera, por momentos directa, por momentos irónica, pero siempre honesta. Hasta la próxima, si el tiempo por venir nos lo permite.

 

Por Javier Perdomo.

 

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