El ser humano ha perseguido desde siempre la búsqueda sobre el propósito de la vida, la relación con el universo y las leyes que rigen la existencia. Filósofos, astrólogos, religiosos y otros actores del mundo metafísico, han tratado el tema de la percepción del mundo más allá de lo puramente físico, intentando desentrañar la esencia misma de la vida, desde diferentes enfoques.
Muchos han marcado el camino para mostrar otras formas de comprender la realidad material y lo que existe más allá de ésta y han buscado profundizar en todo aquello que no pueden percibir los sentidos pero que subyace en la vida misma de cada persona, como su verdadera esencia. Uno de esos personajes que se dedicó a estudiar el comportamiento de las personas, desde un enfoque metafísico fue Alan Watts.
OBRA | Watts fue un reconocido filósofo británico, editor, decano, escritor y conferencista, durante los años 60 del siglo pasado. Fue autor de más de 25 libros y de numerosos artículos sobre temas como la identidad personal, la verdadera naturaleza de la realidad, la elevación de la conciencia y la búsqueda de la felicidad, relacionando su experiencia científica con la enseñanza de las religiones y filosofías orientales y occidentales (budismo Zen, taoísmo, cristianismo, hinduismo). Fue uno de los primeros en traducir la antigua sabiduría oriental al lenguaje de su tiempo y creía que la existencia y el sentido del humor, nunca podían separarse. Falleció en 1973.
RESEÑA| En uno de sus trabajos, “Salir de la trampa”, Watts explica la importancia de liberarse de falsas ideas y descubrir la divinidad en la vida cotidiana. Se suman al texto, varias reflexiones sobre la naturaleza, el yoga, el budismo y la experiencia mística, además de un homenaje a la figura de Carl Jung. “Tuvo una mirada que iba más allá de lo puramente físico y entendía desde su concepción, que existe una gran trampa que cada uno ha creado y de la cual muchas veces nunca se logra salir”, decía Watts.
De acuerdo a su pensamiento, el ser humano ha perdido su conexión con su esencia, pero también con el entorno, con todo aquello que lo rodea, con la naturaleza. “El hombre no se siente parte de la naturaleza sino que por el contrario, intenta constantemente dominarla. Y por ello hablamos de que está en guerra contra la naturaleza. Cuando ascendemos a una montaña como el Everest, hemos conquistado el Everest. Cuando construimos enormes cohetes fálicos y los lanzamos al espacio, estamos conquistando el espacio. Y todos los símbolos que utilizamos para nuestra conquista de la naturaleza son hostiles: cohetes, excavadoras …es una actitud de dominarla y vencerla”, decía.
Ya desde su tiempo, y sin ser contrario a la tecnología bien empleada, entendía que en algún momento, los avances traerían serias dificultades para la humanidad, de no entender esa conexión fundamental entre hombre-naturaleza. “La tecnología que hemos desarrollado en manos de gente que siente hostilidad por la naturaleza, puede llegar a resultar muy peligrosa. Pero la misma tecnología, en manos de personas que sientan que pertenecen al universo y que formamos parte de ese todo, podría ser enormemente creativa», decía.
Desde que Watts esbozaba sus teorías, ya ha pasado mucha agua bajo el puente, de todos modos y mirándolo desde la perspectiva actual, este Filósofo era realmente un adelantado de su tiempo. Tanto es así que en la actualidad, son cada vez más los expertos que afirman mucho de lo que intentaba trasmitir.
Él sabía que ya no solo se trataba de locos explicando sus fantasías a los cuatro vientos. Decía Watts: “el lugar del hombre en la naturaleza ahora es corroborado por el pensamiento más avanzado de las ciencias biológicas y físicas. La ciencia es sobre todo descripción de lo que sucede, su forma de describir las cosas se convierten en una forma de medir cosas. Las personas más expertas en describir y expertas en predecir, son las primeras en reconocer las limitaciones de lo que hacen”.
Explicaba que la polaridad es necesaria en todos los aspectos de la vida y argumentaba que cada persona está unida a su entorno y que además está unida a su yo más profundo, o sea a él mismo. “Nosotros somos el proceso: no nos sucede a nosotros, no somos su víctima, somos nosotros. Y nuestra gran lucha, es hacer que el yo venza al otro. Eso es lo que llamamos la conquista de la naturaleza. La humanidad como yo colectivo quiere subyugar, vencer y controlar lo que llamamos lo otro”.
En “Salir de la Trampa”, Watts expone la importancia de la identificación con el otro, con aquello que sustenta y da vida a todo, que es la propia naturaleza. Por ello entiende que siempre las personas intentan defenderse y atacar a ese “otro” al cual nada lo une. “No comprendemos hacia donde nos dirigimos, porque no es parte de nuestra educación entender la relación entre opuestos. Estamos tan ocupados en sobrevivir y tan aterrorizados de la noche y de la muerte, que vamos a destruir el planeta como resultado de nuestra ansiedad por sobrevivir”.
Por Yudith Píriz.