Permítame decirle que como quien no quiere la cosa casi llegamos al mes cinco del año 24; parece que no ha pasado nada pero ha pasado de todo y lo mejor es que van a seguir ocurriendo cosas extraordinarias, tanto en la comarca chica como en el mundo todo; para irle dando la opinión sobre algunos de esas cuestiones es que existe la columna elucubradora de cada semana, que si a usted bien le parece, estará comenzando no bien saltemos al siguiente párrafo. Sígame.
El presidente Luis Lacalle Pou anduvo por Argentina y la gran prensa de la otra orilla –y la de acá también-, no paró de alabarlo por sus posicionamientos ideológicos, en contraposición a actitudes de su Presidente, el libertario y tocayo de este escriba, Milei, a quien ayudaron a ganar y del que ahora empiezan a desmarcarse de a poquito.
Dicen que el “Cuqui” parecía un líder “progre”, de izquierdas, comparando su discurso con los dichos de Milei, aunque si le digo la verdad, hay un poco de exageración mediática en ello. Es que hay un amor casi desmedido de la clase media y media alta argentina con nuestro Presidente, que bien querrían que fuera el suyo. Como esa es la clase social que tiene el monopolio de los medios, es que nos inundan los halagos hacia “Luis” y a uno le parece muy bien que “Luis” tenga sus fans y no solo detractores, como puede parecerle a usted, el decidor en esta columna.
Yamandú Orsi, a este lado del río, llegó a decir que jamás había estado tan de acuerdo con el Presidente. “Bienvenida sea esa evolución”, dijo con ironía el precandidato del FA, queriendo mostrar que entre las palabras y los hechos, sí puede haber un trecho.
Más allá de todas las ironías y suspicacias que pueda generar esta serie de nuevas apariciones en Argentina de nuestro Presidente (es como si necesitara cada tanto tener una dosis de argentinidad amigable el “Presi”), cualquiera que realice un discurso coherente aparece más sensible que el Presidente argentino, que está en una etapa de ultraliberalismo económico y de sujeción total a la voluntad israelí-norteamericana.
Sus teorías y planteos superan hasta a los más ortodoxos neoliberales, a aquellos que sueñan con estados “jueces y gendarmes”, como en el siglo XIX, pero que por lo menos quieren la existencia de un Estado, para que cuando se les complique, los proteja (como ha ocurrido casi siempre). Ya se empiezan a asustar cuando Milei pretende retirar lo público del escenario social y dejar librada la suerte de toda la gente a los avatares del mercado, desligándose incluso hasta de la propia seguridad pública, que podría quedar totalmente en manos de corporaciones privadas.
Usted sabe que no tengo equipo de televisión, que no soy usuario de servicios cable y que mi contacto con el mundo de la tevé se restringe a lo que circula por redes sociales o lo que me llega por vías indirectas. Por eso, casi todo lo que veo son apenas fragmentos de la realidad televisiva (bueno, en realidad los periodistas nos dedicamos a fragmentar la realidad), y los fragmentos que veo de la Argentina presente, terminan haciendo que uno respete cada vez más el talante socialdemócrata general del Uruguay, porque aun el herrerismo más duro, de los que les gusta el Estado juez y gendarme, aspira a una presencia gubernativa que atempere las diferencias y posturas como la del tocayo no terminan de cuajar en la visión que tiene el uruguayo medio sobre cómo deberían ser las cosas.
¿Sabe por qué entiendo que el gobierno de Milei y sus libertarios lleva al desbarranque a nuestros vecinos? Porque es un gobierno sin conciencia. Con los gobiernos de derecha clásicos, hay un sinfín de diferencias y la pelea dialéctica puede ser fuerte, pero llega un punto en que se pueden lograr pequeños acuerdos, concesiones que favorecen a los de abajo, porque al “clima de negocios” no le conviene una sociedad de permanente conflicto, pero con Milei, como fiel representante de las nuevas extremas derechas, no es posible acordar, porque no les preocupa el resultado de sus acciones -más allá de sus objetivos, claro-, porque no tiene conciencia.
Les falta empatía a los libertarios; precisamente es lo que dicen que les faltaba a los líderes del régimen nazi. No tranquila/o, yo no dije que Milei fuera nazi. El Presidente del vecino país, es un nuevo tipo de expresión de la extrema derecha, que abreva de las mejores tradiciones de esa orientación, pero no es un nazi en sentido clásico o estricto del término, porque el mal tiene nuevos envases, como ya lo dijo Saramago o por lo menos en las redes dicen que lo dijo él.
Sí, sí, como verá la veo compleja para los hermanos argentinos. Muchos aventuraban un levantamiento social tempranero y un corto gobierno del Presidente libertario, pero esa propia falta de conciencia de la que le hablo, le hace pasar por encima de todo sin inmutarse; gritar, pelearse por la redes, insultar. Un auténtico bravucón. Eso es Milei y me parece que por eso habrá Milei para un rato más. Seguramente sea hasta que alguno de los verdaderos dueños de la Argentina diga, “basta Javiercito”, pero claro, a esa altura serán muchos los que la habrán sufrido.
A mí no me trate con diminutivos, porque no tengo nada que ver con el tocayo libertario y las opiniones acá vertidas no comprometen a más nadie que a su autor -es decir, un para nada humilde servidor-, un personaje que cuando usted espera que le cierre alguna idea, termina escapando hacia otro asunto, como está a punto de ocurrir en este preciso momento.
Así como quien no quiere la cosa me introduzco en la agenda nacional, retomando la cuestión del frustrado plebiscito de reforma constitucional sobre los ingresos a las intendencias, que promovió el colorado Robert Silva, que el Frente Amplio decidió no apoyar y por lo que ahora es señalado como el responsable de que la presentación del plebiscito no prosperara.
Y la verdad es que está bien que no haya prosperado, no solo porque sumaba confusión a la elección, sino porque se trataba de un plebiscito oportunista; hacer de la muerte de una persona (Adrián Peña), una causa que acarree votos, no me parece ni siquiera ético, por lo tanto no debió ponerse a discusión en ningún ámbito. Dicen que insistirán en futuras instancias electorales, pero uno entiende mejor que esperaran ahora a la conformación del nuevo Parlamento y volver a promover una ley -no una reforma constitucional-, que deje establecidos con claridad los criterios de ingreso, no ya a las intendencias, sino al Estado todo. Ya no más tarjetitas, no más militancia electoral por cargos, ingresos por concurso o sorteo en todos lados. Como debe ser.
Y claro que sí, que le hago un comentario final. Más de 430 mil firmas, una cifra bastante por encima de la necesaria, nos ponen a discutir por los próximos seis meses sobre el futuro de la seguridad social. El gobierno que está terminando quiso laudar el tema con su reforma, pero pensó sólo en las cifras y no en la gente y la gente le respondió con esta demostración de fuerza. Una vez más, las urnas van a decidir sobre los asuntos importantes, no un puñadito de “expertos” que responden a los dueños del capital financiero. Sobre esto se volverá en muchas ocasiones, de acá a octubre.
La edición del último día del mes de abril está finalizando ya. En siete días estaremos acá otra vez para que el escriba y sus lectores sigan en este largo diálogo de más de una decena de años. Hasta entonces.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.