Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 21/11/2023: «La visita de Roger y el triunfo del antiperonismo»

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Comenzar esta columna elucubradora luego de un contundente triunfo uruguayo ante Argentina en el deporte de balompié, no deja de ser un pequeño aliciente en tiempos de mucha vergüenza por las cosas que se ven a nuestro alrededor; es que uno se contenta con tan poquita cosa, que gritar un gol es un placer sublime ante los horrores de un tiempo violento e impredecible. Por suerte en las elucubraciones, exorcizamos los fantasmas y hablamos de lo que más nos gusta: el día a día.

Finalmente no fui a ver a Roger Waters, por situaciones personales que no vale la pena desarrollar acá, pero de verdad tenía intención de hacerlo. El ex vocalista de Pink Floyd integra una camada de músicos anteriores a mi generación, que nos educó en esto del rock y que nos dejó algunas piezas musicales que están guardadas en la repisa de lo fundamental de nuestras vidas. “Money”, “Brilla en tú loco diamante” y por supuesto todo el disco y la película “The Wall” (lo que se denominaba un disco de concepto), están entre las joyas atesoradas por los amantes del género que cambió la perspectiva de la cultura de masas del mundo entero desde mediados de los años 50.

Hace un tiempo me había referido a la polémica por un recital de Waters en Alemania, en el que lo habían acusado de nazi por haberse vestido como el personaje de la película The Wall, que precisamente es un dictador con estética similar a la nazi. Pero es una ficción, una interpretación artística a partir de la que Waters cuestiona el autoritarismo en todas sus formas. Es tan básico que a uno le da hasta vergüenza tener que explicar estas cosas.

Pero lamentablemente hay que explicarlas, sí, porque este es un tiempo en que hay que ser explícitos para que la gente entienda lo que quiere expresarse. La poesía, lo figurativo, lo sugerido, la metáfora, no entran en la comprensión de un público al que solo le conforma lo explícitamente visual, lo crudo de una imagen o una frase directa. Cuando la música se limita al menea, menea y a gritar que la vida es una fiesta, es difícil que pueda entenderse que un artista pueda personificar a una figura para denostarla, para cuestionarla ante su público, que debe compartir con él sus cánones estéticos básicos. Lo critican porque no pueden entenderlo.

Sabe qué, creo que el mayor problema no es la posición de Waters sobre Palestina ni su rechazo a la guerra desatada por Israel contra ese pueblo; el problema es que este tiempo no acepta los artistas contestatarios, los que se salen de los discursos dominantes, los que no responden a partidos ni corporativismos. El problema es que la música –en realidad los hechos culturales en general-, dejaron de ser valorados estéticamente y pasaron a ser considerados buenos o malos, según los “likes” y las reproducciones que alcanzan. Estamos ante una exagerada mercantilización del hecho creativo y por eso cuanto más tonta e insulsa sea una canción más “éxito” tiene.

Hablando como los locos y ya que estamos hablando de Waters y Pink Floyd, le cuento de una decepción. En los últimos años yo venía viendo muchos recitales de David Gilmour, el guitarrista de la banda de la que Waters era vocalista, y se transformó por un tiempo en uno de mis guitarristas favoritos (por suerte soy muy variable en estas cosas), pero cuando saltó todo esto de la guerra ruso –ucraniana, que Gilmour le fuera fiel a la actitud belicista de la corona inglesa, respaldando la intervención (llegó a grabar una canción con un desconocido músico ucraniano que exaltaba la defensa de su patria contra el oso ruso y no sé qué más), me produjo una gran decepción, al punto que lo saqué de mi “playlist” de forma definitiva y ahí entendí por qué la banda como tal no pudo reunirse más desde los lejanos años 80 en que se separaron.

Por eso antes de cambiar de tema le digo, me quedo con los “Waters”, en lugar de los “Gilmours”, me quedo con los artistas con compromiso antes de los de ritmo y lágrima fácil, me quedo con el rock protestón y machacador de mí generación, que grita contra las injusticias en un mundo con cada vez menos justicieros.

Dicho esto sobre la presencia avasallante de Rogelio en Uruguay, emprendo otro camino discursivo en un domingo de noviembre a la mañana, a la espera de los resultados de la elección en la vecina orilla, sabiendo que lo que les pase a ellos nos afectará a nosotros de maneras inimaginables. Es que estamos tan cerca y tan lejos, que casi parecemos la misma nación (menos dentro de una cancha de fútbol, claro está), aunque siempre nos esforcemos en diferenciarnos de ellos.

Siempre me costó entender la política argentina, pero al final he llegado a comprender que desde los años 40 del siglo pasado, todo se resume en peronismo y anti peronismo y que dentro del peronismo hay peronistas de izquierda y peronistas de derecha. Sería lo que técnicamente se llama un partido “catch all” (partido abarca todo). Menem era un peronista de derecha, liberal, que dejó destrozado al país, Kirchner era un peronista de centro -izquierda y le dio cierto orden y prosperidad luego de la debacle de 2001, consecuencia directa del menemismo, aunque haya sido causada por De la Rúa. ¿Qué es el candidato Massa? ¿Y el saliente presidente Fernández? Peronistas de centro derecha, tras el que iban todos los peronistas porque no tenían otra alternativa. Como verá, todo en Argentina, se resume a Perón.

¿Y quién era Perón? Un militar pro fascista que implementó un tardío Estado de bienestar (los uruguayos lo teníamos arraigado desde los primeros años 1900). ¿Por qué existe una tendencia de izquierda, que en un tiempo hasta tuvo un brazo armado como eran los Montoneros, dentro de un partido fundado por un militar fascista? Esa es una de las cosas que me cuesta entender de Argentina. ¿Pero sabe qué? Me contento con saber que no soy el único que no lo entiende de este lado del río.

Y finalmente lo que pasó el domingo en la Argentina del peronismo, fue que ganó el antiperonismo, que pensaba que estaba venciendo a la izquierda del peronismo, pero en realidad no era tan así. Es complejo, lo sé, pero así de compleja es la política allende el plata para nosotros.

Le confieso que es sorpresivo el resultado para este escriba, no creí que este personaje ganara, pero parece que cada vez entiendo menos este tiempo, porque tampoco creí que pudiera ganar Bolsonaro y antes de él tampoco pensé que Trump ganara y al final ganaron. Ganan a los gritos, al impulso de posturas disparatadas, de fakenews, de gestualidad grandilocuente, de individualismo rampante, de teorías conspiranoicas y de promesas de mundos ideales donde cada uno tendrá todo lo que cree merecer con el mínimo esfuerzo posible.

Después, claro, sobreviene el caos y termina por primar la cordura, volviendo al gobierno aquellas tendencias ideológicas más racionales, como ocurrió en Brasil (no puedo decir lo mismo de Estados Unidos porque Biden es responsable directo de varios conflictos bélicos en curso), y como seguramente ocurrirá en la Argentina dentro de cuatro años. Claro, en el medio, quedarán un  montón de víctimas de la locura.

Me retiro, desilusionado, no porque Massa fuera bueno o malo, sino porque Milei es malo para todos. Pero bueno, los argentinos eligieron y uno tiene que prepararse para lo que viene en un año por acá. Por ahora, dejamos acá. Hasta la próxima.

Imagen ilustrativa tomada de la web.

Por Javier Perdomo.

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