Los periodistas somos así; en medio de nuestras etapas de ocio, echamos una “ojeada” para saber que está pasando en nuestra “ausencia”, porque sabemos que las noticias no esperan a que volvamos de las vacaciones, así que en esas andaba en la jornada de reyes cuando la red social de la “efe” me anunció que algo estaba pasando por “yanquilandia” y así fue como fue que terminé instalado toda la tarde de 6 de enero frente al “ordenador” viendo los desmanes y buscando más detalles.
Es por eso que surgió esta breve columna elucubradora vacacional, solo realizada para la web de La Semana, que no quiere más que ratificar todo lo expresado en el papel durante los cuatro o cinco últimos años respecto al proceso de decadencia de los Estados Unidos, que lo tiene cada vez más cerca de una nueva guerra civil o de secesión, como la de hace un siglo y medio atrás, mientras paralelamente pierde peso en el escenario mundial y China o Rusia le disputan el liderazgo global. Eso sí, aún en forma incipiente.
Mire, lo que se vio el 6 de enero, fue el lumpenaje norteamericano –delincuentes y perpetuos desocupados organizados en milicias extremistas, blancos racistas, nazis, protestantes y de toda esa sarta de pseudo religiones que pululan por el norte, conspiracionistas y locos de remate de la más diversa calaña-, tomando el parlamento, azuzados con mensajes de odio por los más ricos del país, que les dicen que la culpa de todas sus miserias la tienen los pobres como ellos –pero de otras razas o etnias-, y los comunistas y los chinos y los árabes y los chavistas y Cristina Fernández y Sadam y también Irán y Siria y hasta Javier García, si es que sirve de algo entreverarlo a nuestro ministro de la defensa, que lo único que ha defendido hasta ahora es a algún militar represor.
Ese es el ejército “trumpista” (también tiene adeptos en el ejército oficial, por supuesto), el que se metió a la fuerza a uno de los espacios emblemáticos de la democracia más imperfecta del mundo. Claro, después de los destrozos el “Donal” mandó a parar y dijo a sus “buenos muchachos” que volvieran a sus casas, no sin antes dejarles claro que la elección que perdieron el año pasado, les había sido robada, dándole la razón tácita a su accionar desbocado.
Seguramente Biden asuma el 20, pero el extremismo de derecha –racista e ignorante por definición-, seguirá actuando, con fuerte financiación del propio Trump, de los petroleros, de la industria armamentista y los belicistas (que en yanquilandia hay para todos los gustos), y es probable que los enfrentamientos se hagan cada vez más habituales (acá no nos enteramos mucho, pero detrás de cada uno de los locos que vimos el día de reyes, hay organizaciones armadas preparándose para pelear), y puedan tomar un cariz de preocupación global en el futuro inmediato.
Por suerte en Uruguay, tenemos al “presi” buscando colarse en la fila para comprar vacunas contra el coronavirus antes que las potencias del mundo. Ese fue el otro regalo de reyes del que me enteré un poco: una nueva conferencia de Lacalle Pou para decir que sigue casi todo igual por 20 días más (a no ser que podremos tomar cerveza un par de horas más por día y mirar fútbol por tevé), y que como es un vivo bárbaro busca “garronearle” el lugar a alguno para comprar las vacunas, pero lo cierto es que medio mundo está vacunando y acá se sigue sin arrancar, por más “garrones” que peguemos.
Tranqui, tranqui, yo no estoy apurado por vacunarme de nada, solo que dicen que es lo mejor para parar la pandemia y volver a la anormalidad nueva que devendrá tras la nueva normalidad que por allá en marzo de 2020, nos instaló la pandemia. La salud mental y los bolsillos de la gente lo exigen, ya que como dijo el senador frenteamplista Daniel Olesker, en casi 10 meses de pandemia, el Estado ha destinado mil pesos para asistir a cada uruguayo. Demasiado poco para todo lo que se ha perdido, según entiende este para nada humilde escriba de pueblo.
Nos reencontramos el 19 en el papel, mientras tanto surgirán “bocadillos” como éste, escrito en una tarde de jueves posterior a reyes.
Por Javier Perdomo.
