Alejandro Rojas nació en Chile, junto a su familia siempre cultivó la música, desde tierras trasandinas cruzaron el Atlántico, pasó por Alemania y vuelto a cruzar el océano, Uruguay fue su punto de destino. El “Chileno” como todos lo conocen, formó su familia en el país y orgulloso de ella, hoy es un vecino platense y reconocido artista.
Cuando junto a su familia, madre, padre y hermanos, salieron de Chile, tenía entre 8 y 10 años, Argentina fue su primera escala, antes de pisar tierras europeas. Alemania fue el país que recibió a los Rojas, allí estuvieron casi una década, desde 1977 hasta 1986, cuando Alejandro y parte de su familia se radican en Uruguay, más precisamente en Montevideo.
A finales de la década de los 80, Rafael Rojas, su hermano, es denominado como el “Gardelito Rojas”, por su gran parecido físico a Carlos Gardel, sumado a una impronta gardeliana que lo llevó a presentarse en distintos ámbitos como radio, televisión, centros nocturnos, tanguerías, tanto en Uruguay como en Buenos Aires, de la mano de Julio Frade, entre otros empresarios.
Alejandro acompañaba con la guitarra a Rafael y comienzan giras y presentaciones desde el Caribe hasta el sur patagónico argentino, sin dejar de volver cada tanto a Uruguay, su segunda patria, sintiéndose profundamente ‘chileguayo’.
Una vez pasado el furor conoce a don Héctor “Tata” Umpiérrez, conocido como el “Payador de le Patria”. Con Héctor Umpiérrez, Alejandro recorre decenas de veces el país entero, entre festivales, criollas y presentaciones, siempre acompañándolo con su guitarra.
Lentamente, se va ganando la confianza y comienza a alternar con Umpiérrez en presentaciones tanto dentro de Uruguay como en la República Argentina. Alejandro Rojas viaja nuevamente a Chile con parte de su familia y se radica hasta promediando la década de los 90. Por allá por 1995 vuelve solo y se radica definitivamente en Uruguay, construye su familia, vuelve a establecer contacto con Héctor Umpiérrez y continúa su carrera, alternando con viajes a Alemania, donde su otro hermano tiene un grupo que realiza parte del cancionero latinoamericano, centrándose particularmente en el popular cancionero de México.
Pero según cuenta Alejandro, siempre había tiempo para interpretar algún tango famoso del vasto repertorio de Carlos Gardel entre otros. Uruguay a Alejandro Rojas cada vez lo atrapa más, conoce a su actual compañera de vida y por lo tanto su esposa Marina, con la cual fruto del amor, llegan los hijos.
Su otra compañera inseparable es la guitarra, sin dudas que su particular estilo de interpretación y ejecución del encordado, fue uno de los atractivos que Héctor Umpiérrez vio en Alejandro y hasta sus últimos días fue su guitarrista y colega sobre el escenario, porque así se lo hacía sentir en cada presentación, según cuenta el mismo Rojas.
ACIERTO | “Creo que fue el gran acierto de mi vida, dejar mi familia en Chile y volver al Uruguay. En este 2020 se cumplen 25 años de solista, ya quemada la etapa de acompañar a su hermano Rafael, ir a tierras germanas para hacer temporada con su otro hermano y sus mariachis. Uruguay lo recibió, más precisamente la hoy Ciudad del Plata, donde ha participado de más de un proyecto. Hoy junto a José “Pepe” Farachio, Engel Cardozo, Gabriel y Diego Mónico integran el “Grupo Antología”, quienes ya han sido laureados y reconocidos dentro del departamento y fuera de él también.
Dentro de las anécdotas e historias de vida, Alejandro marca un capítulo muy especial y es con su compinche, amigo y compadre Richard Alzaibar, también guitarrista local, con quien también habría mucho para hablar.
Alejandro “Chileno” Rojas, tiene su taller mecánico, fuente de su mayor ingreso y como objetivo se fija continuar dentro del mundo artístico.
Su particular forma de interpretar nos lleva a las raíces del mundo gardeliano, descubriendo sólo por instinto auditivo, que aquellos tangos que interpretaba don Gardel, latían como folklore y en un momento de la nota Alejandro Rojas, lo resalta y defiende esa teoría.
Entre coplas y noches de bohemia intentamos acercar una historia de vida que continuará recorriendo escenarios virtuales, un poco de todo, la esencia del propio artista.
Por Carlos García.