Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 15/03/2022: «Unos homenajeados y otros sin ser recordados»

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En una mañana de viernes, comienza a elucubrarse una nueva edición de este espacio concebido por un para nada humilde escriba de pueblo, que sin embargo no tiene problema en declararle que hay ocasiones en las que no sabe por dónde arrancar y esta es una de ellas. Sin embargo, el escribidor confía tanto en el instinto de sus dedos, que se atreve a empezar a transitar sobre el teclado. Bienvenida/o sea al espacio que de todo duda. Tras el punto y aparte, se inicia el viaje de esta semana, esperando que se pueda encontrar el rumbo deseado.

Le reconozco que estuve tentado de dedicarle buena parte de este texto a la amiga Graciela Bianchi y sus últimas actitudes autoritarias y antidemocráticas, pero llegué a la conclusión de que cuanto más uno hable de ella, más se la potencia y la verdad es que no tengo ninguna intención de colaborar con su potenciación (aunque ella jamás me vaya a leer), por lo cual le prometo no hacer referencia a sus dislates en esta columna de ahora en más, porque a cada crítica que recibe le sigue un improperio más grande de su parte y todo termina en un círculo vicioso, improductivo, que sólo beneficia a quien busca distraernos de la realidad, como ella misma busca. Como con la extrema derecha, aislamiento con ella.

Dicho esto de entrada, sólo me resta tomar otro rumbo elucubrador y es así que se me viene a la mente un titular que leí al despertar en viernes, referido a que Cabildo Abierto iba a “homenajear” a “los caídos en defensa de la democracia”, al cumplirse 50 años de la fecha que las fuerzas conjuntas toman como la derrota definitiva del MLN, que con el paso del tiempo se vería transformada en una derrota circunstancial, porque en el juego democrático, la sociedad uruguaya tiene a su organización heredera, el MPP y la 609, como la lista más votada del país, por tercer período consecutivo.

Pero bueno, yo no le quería hablar de las huestes del Pepe (que está en un retiro activo), me interesaba centrarme en los muchachos de la pesada, que envalentonados y cobijados en su pertenencia multicolor, reivindican todo el accionar delictivo que desarrollaron en los años 70 del siglo pasado, luego de derrotadas todas las tendencias que buscaban tomar el poder por las armas.

Resulta una auténtica novedad de este tiempo esos actos públicos (seguramente algunos, hasta hace unos años, eran privados), pero también son una real contradicción, porque mientras desde el propio Estado, desde organismos de gobierno, se censuran -de forma concreta o en el discurso-, expresiones artísticas porque cuestionan a las autoridades de turno, mientras se suspende y se le retiene el sueldo al que piensa diferente a los que gobiernan, a estos dinosaurios de la maldad, se les permite celebrar la tortura y la desaparición forzada de personas, sin que a nadie del gobierno o en la coalición se le ocurra cuestionarlos.

Detrás de estos actos, de su declaraciones y actividades, hay intención de reescribir la historia reciente, que nos quieren hacer retroceder en el tiempo y volver a imponer la idea predominante en los propios años 70 -y un poco después también-, con la que nos machaban en nuestras casas: que los malos eran aquellos que buscaban cambiar una sociedad que no les conformaba (por suerte uno entendió que en todo tiempo han sido necesarias esas personas), mientras que aquellos que buscaban perpetuar un sistema injusto en base a la represión y la violencia, eran los buenos.

Así es que, un día sí y el otro también, los revisionistas cabildantes buscan alternativas judiciales o políticas para liberar de la cárcel a los pocos genocidas que han caído, se toman el atrevimiento de llamar presos políticos a los asesinos de inocentes (porque el maestro Julio Castro era inocente, porque el heladero Perrini de Carmelo era inocente, por nombrar sólo dos de sus víctimas), y hasta citan a las autoridades educativas al Parlamento para cuestionar lo que dicen los libros de estudio ¡de Primaria! (lo hizo el inefable Domenech), sobre la dictadura cívico-militar.

Pero la voy a dejar por acá, sólo quería mencionarle esto para que esté atenta/o contra ese intento de reescribir la historia reciente. Me dirijo en particular a los más jóvenes, a aquellos que no tienen ni idea de lo que pudo haber sido vivir en dictadura (no es que uno haya vivido ese período a pleno, apenas era un niño en los 70 y a mis 15 asumía el primer Presidente democrático), o sufrir sus consecuencias inmediatas posteriores (ese es el período de mi juventud rebelde). Téngalo claro: ellos son los malos, los que asesinaron usando el poder del Estado, ellos robaron y saquearon a sus víctimas y familiares. Y está bien que paguen, por más festejo que quieran hacer.

Por supuesto que hasta acá voy con este asunto militar, recuerde que mi objetivo no es profundizar, sólo busco sobrevolar por encima de los problemas, para que usted se encargue de darle la respuesta que mejor le parezca. Ahora salto hacia otro océano en busca de nuevos conceptos erróneos.

Usted que está enojada/o con el gobierno espera que yo le hable sobre la suba de precios y usted que tiene espíritu multicolor aspira a que le diga que con la LUC mejoró la seguridad, pero este es un espacio que se construye con las elucubraciones de una sola persona y no con las de todos los que piden declaraciones de parte de este escriba, así que me apresto a hablar de lo que nadie ya quiere hablar.

Resulta que el domingo se cumplieron dos años de la llegada del coronavirus al Uruguay. Desde el día en que todos conocimos a Carmela Hontou en adelante, no tuvimos otra preocupación mayor que la enfermedad y sus consecuencias. Desde el 13 de marzo de 2020 en adelante, hemos fluctuado entre el apocalipsis y el desinterés.

Aislamiento social, pandemia, actos vacunales, tapabocas, hisopados, restricciones, protocolos, Pfizer, Sinovac, contagiados y decenas de palabras y frases más, se incorporaron al vocabulario diario de los uruguayos (y de los ciudadanos del mundo), que impávidos esperábamos los informes diarios para saber cómo iba la pandemia.

Ahora que parece que todo tiende a mejorar, casi nos olvidamos de todo lo ocurrido. Las consecuencias de la pandemia ya ni siquiera están en la consideración de nuestros gobernantes (a no ser en el área de la salud), pareciera que nos vacunaron y ya está, ahora nos tenemos que arreglar como podamos.

Sin embargo yo le quiero recordar que han muerto más de 7000 uruguayos a causa del coronavirus -y a diario siguen muriendo, aunque ya no le demos importancia-, y de eso nadie parece querer acordarse. Yo sólo quería comentarle que en el futuro se tendrá que analizar con profundidad todo el proceso, ver si no se pudo haber hecho algo más por evitar tantas muertes y si no se puede hacer algo más por la gente que la pandemia no mató, pero que la dejó en la vía, sin sustento, sin posibilidades materiales para la supervivencia.

Claro, es muy pronto, está todo muy fresco y todos quieren salir de fiesta después de dos años de encierro. Lo entiendo, aunque sigo pensando que hemos sido demasiado insensibles y que nos olvidamos de los que la pandemia se llevó. Quizás sea porque ya no votan.

Por acá se la dejo. En siete días vuelve el espacio elucubrador, es probable que con nuevas cosas para decir. Siempre y cuando usted quiera, acá me encontrará. Hasta entonces.

 

Por Javier Perdomo.

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