A fines de noviembre, pero con aires de diciembre comienza la edición 44 del año 23 de las elucubraciones semanales, dejándole claro a los lectores que todo lo que acá se diga es responsabilidad plena de su autor y que nada tiene que ver el medio con lo expresado por este temerario escriba de pueblo, al que más allá de las dudas que produce su labia, igual se le brinda su espacio como ocurre con tantas otras voces. Si así le parece, vamos ya entrando en los variados asuntos que se pretenden abordar en esta ocasión.
El inicio del texto es con el asunto con el que culminó la anterior edición elucubradora, porque si hay asunto del que da para hablar en Uruguay es el de las elecciones en la Argentina y más cuando las gana Milei. Sabe, desde el domingo 19 he escuchado decenas de análisis uruguayos sobre el triunfo “libertario” (bien entrecomillado), en la vecina orilla y por más volteretas teóricas que se hagan, todas las voces terminan diciendo que en definitiva, no entienden por qué pasó lo que pasó.
Es que a todos nos parece extraño que pudiera ganar un tipo con ese discurso, con esa impostura, pero terminamos concluyendo siempre que Argentina no tiene lógica. Bueno, o sí la tiene, porque pasada la primera impresión, uno se da cuenta que detrás de todo el paquete ha estado siempre el ex presidente Macri, que logra poner en el gabinete a su equipo (porque Milei no tiene gente capacitada para nada), y termina gobernando en la sombra, mientras, haciéndose el distraído, aspira a ser el humilde Vicepresidente de Boca Juniors.
Desde acá muchos nos preguntamos, ¿cómo la gente común se dejó convencer por ese ser acomplejado, que habla con perros muertos, que revolea motosierras en la calle y que quiere destruir un patrimonio institucional de su país, el Banco Central, por despecho? ¿Cómo entender que la gente lo votó sabiendo que votaba contra sí misma? No hay analista que lo pueda responder fehacientemente, o sí.
“Tendríamos que revisar todos los manuales de ciencia política si hubiera ganado la elección el Ministro de Economía de un país con más de 100% de inflación”, dijo Álvaro Padrón, uno de los analistas más interesantes de este país, y en cierta forma sí, se puede decir que no ganó Milei sino que perdió el gobierno. El viejo y querido voto castigo.
¿Y sobre este lado del río que dice la gente? Bueno, a nivel gubernamental, saltan todos locos de la vida con el triunfo de Milei; el “Cuqui” presto y raudo, lo llamó desde la China y ya comenzó a comerle la oreja con eso de firmar TLCs cada uno por su lado y todas esas cosas que él viene pidiendo hace rato y que “los K comunistas” no le permitían. Ya no está Jair, pero tenemos a Javier de aliado (uno que tiene ese mismo nombre empieza a dudar si le gusta usarlo), y sueña Luis Alberto en también él, junto a sus huestes, lograr detener el embate zurdista que se cierne sobre la América Latina, en la instancia de 2024 correspondiente a Uruguay.
Más allá de las ilusiones que se hacen algunos personajes del gobierno, también están los que se ilusionan con ser los Milei uruguayos. Un ejemplo de ello es quien estuvo al frente de la dirección nacional de telecomunicaciones (DINATEL), durante el actual período (Guzmán Acosta y Lara), que ahora, como uno de los tantos candidatos del Partido Colorado (ese partido que anda en el 3 o 4% en todas las encuestas), habla de la casta política, como si él fuera un sapo de otro pozo, cuando proviene de una familia de abolengo colorado que ha sido parte de la estructura del Estado batllista por décadas. Si eso no es ser un personaje de la casta, la casta dónde está, se pregunta uno, que prefiere llamarla clase gobernante o dominante.
Ahora, la pregunta es: ¿es posible que aparezca un Milei uruguayo? Bueno, si me pregunta a mí, para la elección de 2024 están todos los dados jugados. Creo que no hay espacio para la aparición de un fenómeno fulgurante, de masas, que arrase, a falta de poco más de 10 meses para el próximo octubre. Ni por derecha ni por izquierda habrá sorpresas; todos sabemos entre quienes se dirimirán las internas del FA y el PN (por abundancia de candidatos, está difícil prever lo qué pasará con los colorados), sabemos que Manini es número puesto en octubre y hasta íntimamente sospechamos quién ocupará la Presidencia, aunque no nos animemos a decirlo a viva voz.
Claro, esto que le digo es pensando en la elección del año que viene, pero más difícil es sospechar o vaticinar qué pasará en el siguiente período. Hay quienes dicen que la fortaleza de los partidos políticos uruguayos no permite la aparición de fenómenos como el del tocayo y eso puede ser así en el presente, pero no me arriesgo a ir más allá del hoy, porque los humores sociales son cada vez más cambiantes y en un período de gobierno, dependiendo de quién gobierne y de lo que haga como gobernante, son demasiadas las cosas que pueden pasar.
Pero bueno, basta ya de compararnos con nuestros “hermanos argentinos”, que nosotros también tenemos nuestras luces y nuestras sombras y en particular, hay un tema que sigue presente en la agenda de forma insistente y que seguro marcará la campaña electoral 2024.
El domingo 26, tuvo lugar un acontecimiento que puede verse casi como un contraataque de parte del gobierno. Es que cada nuevo hecho que ocurre va abonando la teoría manejada por algunos colegas y representantes políticos respecto a que Marset y el gobierno están negociando su entrega.
Todo el montaje realizado con la nota del programa Santo y Seña al narco uruguayo más famoso de la historia lo confirma. La elección del medio y del programa que lo entrevistaría no es inocua. Marset no buscó ni a Preve, ni a Georgina Mayo ni a ninguno de los periodistas de investigación de los medios escritos que han seguido su caso para que lo entrevistaran; no, buscó a un confeso periodista oficialista, que ha tratado de exculpar al Presidente de todos los problemas que ha habido en su entorno (incluido su pasaporte), hasta llegar a justificar el accionar de Penadés. Eso no es un asunto menor aunque a usted sí le pueda parecer así.
Sé que había mucha expectativa con la entrevista, pero me negué a verla, me niego a ver el programa de Álvarez desde que comenzó a emitirse. Sé también que se ha hablado mucho de la veracidad del entorno de la nota; quedan dudas si fue en el medio de la selva paraguaya, sí, pero de todas formas hay algo que se ha cuestionado al programa en lo que no se tiene razón.
He leído gente reclamando que el medio debería haber avisado a la Policía al ir a hacer la entrevista y no, para nada. Si el periodista o el medio logran una nota exclusiva con un perseguido -ya sea por razones delictivas, políticas o las que sea-, está obligado a mantener el secreto que le pide la fuente, si no no hará la nota. ¿Cómo creen que iban, por ejemplo, a entrevistar al comandante Marcos en la selva Lacandona de México los cientos de periodistas que pudieron hacerlo? De forma clandestina y en coordinación con el entorno del entrevistado. Por supuesto, ninguno le dio información al ejército mexicano de cómo llegar hasta él; eso no es violación de la ley, es protección de la fuente y si se viola ese principio, el que lo hace deja de ser periodista para ser informante de la Policía.
Así que desde ese punto de vista no tengo cuestionamientos al medio, sí los tengo sobre sus constantes imposturas, pero no pienso terminar esta edición elucubradora hablándole sobre “Nachito” Álvarez, así que ya le digo que en siete días estaré acá, quizás ya sabiendo el paradero del “Seba” o no, vaya uno a saber. Sin más preámbulos, hasta entonces.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo,