Una de esas reflexiones que pueden sobrepasar lo puramente superficial de todo ser humano, llegando a lugares mucho más profundos y emotivos, es quizá aquella que logra transformar la vida de una persona. Muchos han traspasado el hecho de vivir una vida ordinaria y convencional para pasar a otros planos donde la incertidumbre y la magia, pueden suceder a cada momento.
En estos tiempos, de adversidad y confusión, se busca cada vez con mayor interés, lograr el necesario equilibrio sanador que permita estar en armonía y conectados con lo esencial, con aquello que realmente somos como seres humanos.
Muchos especialistas se han dedicado a mostrar otros caminos posibles para hacer frente a situaciones de la vida. Encontrar una guía que conduzca hacia el autoconocimiento, de acuerdo a muchos estudios, es la llave que transforma y descubre todo el potencial que alberga en el interior cada persona.
INVESTIGACIONES | En ese marco, el doctor en Neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva, además de profesor de Psicología y Psiquiatría en la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), Richard Davidson, muestra alterativas a ese camino de la transformación, desde la ciencia.
Reconocido como uno de los principales expertos en neurociencia contemplativa, rama que estudia el impacto de la meditación en el cerebro, Richard Davidson fundó y preside el Centro de Investigación de Mentes Saludables en la mencionada universidad, llevando a cabo investigaciones interdisciplinarias con rigurosidad científica, sobre las cualidades positivas de la mente, como la amabilidad y la compasión.
Su investigación está centrada en las bases neuronales de la emoción y los métodos para promover desde la ciencia el florecimiento humano, incluyendo la meditación y las prácticas contemplativas.
A partir de sus trabajos, ha recibido importantes premios y es considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo, de acuerdo a la revista Time. Tiene en su trayectoria, cientos de investigaciones y varios libros publicados.
Davidson partió investigando los sustratos corticales y subcorticales de la emoción y los trastornos afectivos, que incluyen la depresión y la ansiedad, para luego centrarse en el estudio de las emociones positivas como el amor, la ternura y la compasión. Las técnicas utilizadas en sus estudios incluyen experimentos de imágenes en adultos normales y niños pequeños, la electrofisiología cuantitativa, la tomografía por emisión de positrones y la resonancia magnética funcional, para hacer inferencias sobre los patrones de la función cerebral regional.
Davidson se centra en la idea de que, basándose en lo que se sabe sobre la plasticidad del cerebro, uno puede aprender la felicidad y la compasión como habilidades, del mismo modo que se aprende a tocar un instrumento musical o a practicar un deporte. En resumen, que es posible entrenar una mente para que sea feliz.
“Recientemente, la investigación científica moderna se ha utilizado para examinar el impacto del entrenamiento contemplativo y ha encontrado que este tipo de entrenamiento puede cambiar la función del cerebro y la estructura del cerebro”, dice.
“Hoy podemos medirlo con precisión. Llevamos a meditadores al laboratorio; y antes y después de meditar les tomamos una muestra de sangre para analizar la expresión de los genes. Pudimos comprobar como en las zonas en las que había inflamación o tendencia a ella, esta desciende abruptamente. Fueron descubrimientos muy útiles para tratar la depresión”, cuenta.
Sus estudios tuvieron un gran cambio a partir de 1992, cuando conoció al Dalái Lama, lo que provocó en él una interrogante que le abrió una puerta diferente al enfoque de sus estudios. Su vida cambió al escuchar las palabras del Dalái Lama: “’admiro vuestro trabajo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?’”, contó que le dijo.
Explica que investigando los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y en la ansiedad, comenzó su gran pasión. “Cuando estaba en mi segundo año en Harvard se cruzó en mi camino la meditación y me fui a la India a investigar cómo entrenar mi mente; aquel viaje marcó mi futuro. Descubrí que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Y cuando desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan sólo dos horas”.
Después de este cambio en su vida, afirma haber comenzado a implementar una nueva forma de entender las emociones y sus implicancias en la vida de las personas. “Le hice la promesa al Dalái Lama de que haría todo lo posible para que la amabilidad, la ternura y la compasión estuvieran en el centro de la investigación. Palabras jamás nombradas en ningún estudio científico”.
Su abordaje integrador, estuvo determinado a partir de su convencimiento de que “la salud mental y física son afectada profundamente por las emociones y lo que sabemos de estas es que varían de un individuo a otro”. La investigación realizada por Davidson es el primer abordaje que tiene su centro en la neurociencia, que contempla las emociones y las variaciones que se dan entre las personas, basándose en un estudio cerebral.
ACTITUDES | Afirma que “la transformación de la mente cambia el cerebro si nos comprometemos en entrenamientos mentales sistemáticos del tipo de los que encontramos en las practicas meditativas. Mediante esos ejercicios podemos formar hábitos mentales que cambian el cerebro de manera que puede promoverse una mejor atención y un mejor control de las emociones”, dice.
A pesar que entiende que la meditación deriva de las tradiciones asiáticas y que presenta en muchos casos connotaciones religiosas, ha sido muy bien integrada a la cultura occidental.
Al referirse a la meditación, cree que en sí misma, no es lo interesante sino el momento que permite acceder a los circuitos neuronales para cambiar el enfoque de la realidad.
En la actualidad, se ha podido comprobar que las emociones pueden transformarse debido a que se ha descartado la idea de que el cerebro es una estructura rígida, surgiendo el concepto de neuroplasticidad, estableciéndose desde la propia ciencia que el cerebro se puede regenerar mediante su uso y potenciación.
Esa neuroplasticidad está determinada a partir de la comprobación que el cerebro es un órgano dinámico y cambiante, en relación constante con el ambiente y con lo vivido.
Dice que el cerebro está expuesto a las experiencias y que estas logran modificarlo, incluso se ha comprobado que muchas de las capacidades del cerebro no disminuyen con la edad, sí con las actitudes frente a la vida.
Cree que podremos reducir el sufrimiento en el mundo sólo si vivimos desde la amabilidad, la ternura y la bondad. “La base de un cerebro sano es la bondad, y se puede entrenar”, dice.
En cuanto a la forma en que el cerebro puede entrenarse, explica que en sus estudios “les hacemos llevar a su mente a una persona próxima a la que aman, revivir una época en la que esta sufrió y cultivar la aspiración de librarla de ese sufrimiento. Luego ampliamos el foco a personas que no les importan y finalmente a aquellas que les irritan. Estos ejercicios reducen sustancialmente el bullying en las escuelas”, afirma.
Según explica Davidson existe una gran diferencia entre empatía y compasión. “Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento de otros”.
Opina que además de la bondad y la compasión, es necesario tener siempre un propósito en la vida, lo que lleva al bienestar, lo que de la misma forma ayuda a mantener un cerebro sano.
“La vida son sólo secuencias de momentos. Si encadenas esas secuencias, la vida cambia. Ser feliz es una habilidad y se puede adquirir practicando”, afirma.
Entre los pilares que cree fundamentales para lograr un cambio real en el cerebro y por ende, en la vida misma, se encuentran la Resiliencia, entendida como la velocidad de recuperación ante la adversidad. Visión positiva, ver la amabilidad en uno mismo y en los demás o en una situación.
Que “el bienestar es una habilidad” o que “la base de un cerebro sano es la bondad y se puede entrenar” son las frases favoritas de este profesor universitario, que asegura que “la ciencia detrás de este hecho hace un mundo más amable, más sabio, más compasivo”.
Por Yudith Píriz