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Maryanne Wolf y el cerebro lector

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La lectura, es un placer insustituible para muchos. De todas formas, los gustos han sufrido transformaciones notorias. El libro y la lectura, representan un ícono de tiempos no tan lejanos; hoy para algunos, el único contacto con la lectura son mensajes breves y con escaso contenido, lo que nada tiene que ver con la lectura profunda. Se trata de una deformación lingüística y sensorial, que deja menos de lo que se ofrece, pero que forma parte de la nueva comunicación y del entretenimiento.

El acto de leer, ofrece demasiados beneficios como para perderse ese placer que comunica, transmite vivencias, vocabulario y magia que sólo el libro es capaz de lograr.

Frente a estos cambios, muchos especialistas coinciden en la urgencia de reivindicar el gusto por el libro, por la lectura en general, ya que es parte de un aprendizaje necesario y profundo, que pocas veces podrán experimentar por otro medio.

 

ESPECIALISTAS | Psicólogos, lingüistas y escritores, tienen su opinión formada acerca de lo que el libro y la lectura, provocan en el desarrollo intelectual de las personas. Dicen que la lectura en general, contribuye a desarrollar la capacidad de comprensión, fijación de hábitos, análisis, síntesis, enriquecimiento, corrección de vocabulario y el cultivo de la sensibilidad e imaginación creadora.

La neurocientífica cognitiva norteamericana Maryanne Wolf, especialista en el cerebro lector, autora de más de 170 artículos académicos y de los libros “Cómo aprendemos a leer” y “Lector, vuelve a casa”, analiza cómo afectan las pantallas a la lectura profunda, el análisis crítico y la capacidad de empatizar con el prójimo, así como en el futuro de las democracias.

“El cerebro humano nunca estuvo destinado a leer. Ni texto, ni papiro, ni pantallas de computadora, ni tabletas. No hay genes o áreas en el cerebro dedicadas exclusivamente a la lectura… No existe un programa genético establecido… A diferencia del habla o la visión, la lectura no tiene un programa genético que se traspase a través de las generaciones. Aprender a leer sólo es posible por la plasticidad del diseño cerebral y cuando se logra, el cerebro del individuo cambia para siempre”, sostiene.

Wolf desarrolla una labor comprometida al transmitir los beneficios que aporta la lectura en papel para el cerebro. Ante los desafíos que plantean las tecnologías, entiende que es importante preguntarnos cómo incidirá la forma de lectura actual en el cerebro de los más pequeños que recién comienzan a leer. Entiende que ante la evolución intelectual de nuestra especie, es imprescindible que la enfrentemos y busquemos alternativas.

Para la especialista, lo que se hace hoy es otra cosa que nada tiene que ver con leer de forma profunda. “Con las pantallas no leemos, sólo ojeamos. Y eso afecta a nuestro cerebro. Acabamos perdiendo capacidad crítica y hasta empatía. Hojear para informar, es la nueva norma de lectura. Lo que falta son procesos de lectura profunda, que requieren una calidad de atención cada vez más en riesgo en una cultura y en un medio en el que la distracción constante bifurca nuestra atención”. Dice Wolf que cuando la atención se pierde, todo aquello que se ojee, será intrascendente, perdiendo con ello, un análisis real y crítico.

“Los procesos del cerebro lector, incluyen conectar el conocimiento previo con nueva información, hacer analogías, hacer inferencias, examinar el valor de la verdad, pasar a las perspectivas de otros e integrar todo en el análisis crítico. La lectura profunda es el puente de nuestra especie hacia la comprensión y el pensamiento nuevo”, dice.

El impacto digital está afectando y lo hará en gran medida en las generaciones de niños y jóvenes. Ante ello, cree que es necesario enfrentar el reto de volver a leer libros, ya que “la flexibilidad del cerebro permite coordinar aspectos visuales, auditivos, semánticos, sintácticos y espaciales que de otro modo, no entrarían en relación”.

Entiende que se perdió el tiempo para pensar y sentir, lo que está llevando a una nueva forma de lectura que está provocando falta de pensamiento crítico.

 

PROCESOS | En la evolución humana fueron dándose diferentes procesos que lo llevaron a lo que es hoy. Con respecto a la lectura, esos procesos se fueron estableciendo desde las más elementales formas, como identificar símbolos y asociarlos con palabras.

“Comenzó hace seis mil años donde sólo unas pocas personas tenían un circuito aunque primitivo, que les permitía ver un pictograma y decir, ese es el símbolo de pájaro. El cerebro empezó así a crear conexiones básicas entre el símbolo de un concepto y una palabra. Luego la raza humana empezó a vislumbrar un sistema entero capaz de transmitir nuestro lenguaje y con él, nuestro pensamiento”, cuenta.

Quizás esta evolución que tardó tanto tiempo en desarrollarse, esté en la actualidad perdiendo su esencia, en particular en lo que tiene que ver con esos circuitos específicos que crea el cerebro al leer con atención y profundidad. Según Wolf se trata de una forma nueva de lectura, tan veloces como desechables que atenta contra las funciones que el cerebro ha desarrollado para leer durante milenios.

Wolf resalta que el acto de leer tiene que ver con un mecanismo que debe aprender a decodificar símbolos pero que tiene relación con el medio que se utilice. “La plasticidad del cerebro, permite que el circuito se adapte a cualquier sistema de escritura y a cualquier medio. El problema es que los circuitos reflejan las características del medio, sean las que sean. El medio de impresión ofrece procesos más lentos, que requieren más atención y tiempo. El medio digital se beneficia de los procesos rápidos y la multitarea, ambos muy adecuados para desnatar los bombardeos diarios de información”.

Expresa que en la actualidad, lo que se lee a través de las pantallas, es la primera línea y a veces el final de una noticia, perdiéndose una parte muy importante.

Wolf comenta que la novelista Jane Smiley expresó en uno de sus artículos sobre la decadencia del libro papel y la novela en especial, que no le preocupa que la novela muera, sino que sea marginada, que la gente deje de leer y que nos dirijan personas que no leen y que por tanto no sienten empatía por los demás”.

Cree Wolf que el tema de la lectura en pantallas no es el problema, sino el tipo de lectura a la que nos lleva. “No es que la lectura profunda sea imposible en una pantalla. Es simplemente más difícil, porque las pantallas están asociadas con la distracción… Eso, a su vez, conduce a que se asigne menos tiempo al pensamiento abstracto”.

Expresa que el tipo de lectura en pantallas no lleva al cuestionamiento ni al análisis, sino sólo a ser pasivos depositarios de noticias. Eso de acuerdo a Wolf nos aleja de ser críticos o reflexivos acerca de lo que leemos.

SU EXPERIENCIA | Como neurocientífica pero también como escritora y fiel lectora, dice que pudo comprender lo que sucede desde su propia experiencia al estar muchas horas frente a pantallas y ver cómo esto afectaba su continuidad como lectora.

“Al escribir mis libros, me pasaba nueve horas al día frente a la pantalla. Me di cuenta de que leía de forma diferente. Intenté volver a leer en papel una de mis novelas favoritas, ‘El Juego de los Abalorios’, de Hermann Hesse y no pude, era incapaz (…). Ahí me dije, nos pasa a todos, no renuncies a ese santuario íntimo que es tu yo lector, vuelve a buscarlo y a reconstruirlo”.

Para buscar una alternativa a su falta de atención a la lectura papel, decidió elaborar un plan. Para implementarlo, comenta que “lo que hice fue dedicar cada noche, durante dos o tres semanas, 15 minutos a leer un libro que había sido importante para mí y con esa disciplina, poco a poco recuperé esa capacidad. Así termino mis días ahora, sosteniendo una novela de papel entre mis manos”.

Expresa que no se trata de negar lo que representan hoy las pantallas, por el contrario, intenta entender esa realidad, para buscar alternativas. “No vamos a volver a la era anterior en la que todo el mundo leía libros en papel. Lo que hay que recuperar es la lectura profunda, independientemente del soporte”, dice.

Para Wolf recuperar la lectura profunda es fundamental, sobre todo en los más pequeños, ya que se trata de una fase de gran importancia, en la que los niños deben adaptar ese simbolismo a sus cerebros.

Por Yudith Píriz.

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