Variedades

Los «baños de bosque», una práctica sensorial

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Cada vez son más quienes hablan de los beneficios que aportan a los humanos los entornos verdes. Cada vez más se habla sobre lo que permite estar saludables: prácticas de alimentación saludable, espacios libres de contaminantes, la recreación, lugares para desarrollar actividad física y otras formas de recibir el beneficio de sentirnos en armonía con las prácticas que realizamos. El pasado año y este que comenzamos, están marcados por una crisis sanitaria que llevó a replantearnos mucho de lo que hacíamos. Desde las rutinas, los hábitos, las costumbres arraigadas, poco a poco, tuvieron que dejar de serlo.

Aun así, frente a cualquier amenaza, existen escapes que permiten mitigar los impactos que hoy y mañana, serán tal vez más contraproducentes que el propio virus. Por ese camino, la naturaleza tiene mucho para ofrecernos y ayudarnos en la dura batalla que hoy nos convoca como humanidad. Fue el alejamiento de ella la que provocó mucho de lo que sucede hoy.

Ahora bien, ¿qué estamos haciendo para conectarnos de forma más real con esos espacios que ayudan a sanar? Preguntémonos por ejemplo, en Libertad algunas prohibiciones que carecen de explicación, como fue en su momento horarios especiales en el parque Clauzolles, un lugar abierto, donde se pueden desarrollar prácticas deportivas, caminatas, o simplemente el contacto con un espacio abierto que ayuda a desestresarse, en momentos que el miedo y el desconcierto, eran la constante.

Sumado a eso, hay que puntualizar que existe escasa presencia de parques y plazas en esta “ciudad que crece”, que además, pierde a su paso más áreas verdes o simplemente no está en la agenda cercana, crear otras. Hoy se sabe que las ciudades no sólo necesitan comercios y motores para crecer, la calidad de vida es fundamental, por lo que las áreas verdes, son de vital importancia para mantener una vida saludable.

Este concepto lo han entendido muy bien los japoneses, que parecen ser expertos en el necesario y a su vez indispensable contacto con la naturaleza, para mantener un equilibrio mental físico y emocional, que deriva en personas saludables y con un sistema inmune fuerte.

PRÁCTICA| Lejos de tratarse de un concepto superficial, de relativa o poca importancia, es una forma de concebir la vida, desde un enfoque trascendental. Los entornos verdes, naturales, sobre todo los espacios arbolados, ayudan a que las personas se sientan bien física y mentalmente.

El país pionero en utilizar el término Shinrin-yoku,es Japón. Literalmente se traduce como «absorber la atmósfera del bosque», en español se denomina»baño de bosque». Consiste, en esencia, en acudir al bosque no solo para dar un paseo o contemplar sus vistas, sino para tratar de «absorberlo» a través de los cinco sentidos: respirar hondo, entrar en contacto con los aromas de la naturaleza, sentir las texturas del suelo, de las hojas de las plantas, oír el canto de los pájaros, los cursos de agua, el viento entre los árboles.

El baño de bosque es una práctica que busca conectar cuerpo y mente con la naturaleza, abrir los sentidos a la madre tierra y centrar la atención en los sonidos, olores y sensaciones que nos rodean.

Si bien el término shinrin-yoku es contemporáneo, promovido desde 1982 por la Agencia Forestal de Japón, la relación y veneración de los japoneses hacia la naturaleza tiene larga tradición. Se remonta a antiguas prácticas budistas y sintoístas.

Según el libro Shinrin-yoku: “El poder del bosque”, del inmunólogo Qing Li (traducido al español), uno de los efectos positivos del bosque son unas sustancias llamadas fitoncidas, una especie de aceites naturales con los cuales los árboles se protegen de bacterias, hongos e insectos. Tal sustancia se encuentra en el aire y, de acuerdo con el autor, se absorbe por medio de la respiración.

ESTUDIOS | Un estudio de 2009 realizado por un equipo científico japonés, determinó que darse «baños de bosque» podría disminuir las concentraciones de cortisol, la frecuencia del pulso, la presión arterial y la actividad nerviosa simpática, y a su vez aumentar la actividad nerviosa parasimpática. «Los resultados de las mediciones fisiológicas, sugieren que el Shinrin-yoku puede contribuir con la relajación del cuerpo humano y que los efectos psicológicos de las áreas forestales son un correlato de los diversos factores físicos del entorno del bosque», dijeron.

En 2015, un equipo dirigido por Gregory Bratman, de la Universidad de Stanford, partió del concepto conocido como «rumiación mórbida», es decir, los pensamientos que vuelven una y otra vez a la mente, que pueden tornarse obsesivos y que son causa de estrés, ansiedad, angustia y depresión. El trabajo, demostró que esa rumiación es mucho más común en la gente que vive en la ciudad y que está relacionada con una mayor actividad en la corteza prefrontal subgenual del cerebro.

Agregaba el experto otro beneficio de los paseos por la naturaleza es el de mejorar el rendimiento de la memoria operativa o de trabajo. “Se trata de una memoria de corto plazo que permite almacenar y manipular información de forma temporal para la realización de tareas cognitivas complejas, como la comprensión del lenguaje, la lectura, las habilidades matemáticas, el aprendizaje o el razonamiento”.

Dice Bratman que “pasear por la naturaleza posibilita contemplar árboles, nubes o una puesta de sol no exige una alta concentración, y por lo tanto supone una restauración de la atención a unos niveles más naturales”.

En Japón por ejemplo, es muy común encontrar bosques dentro de las ciudades, tanto que la región forestada del territorio japonés cubre una superficie total de aproximadamente 25 millones de hectáreas, equivalente a un 67% de todo el país. Esto le convierte en uno de los países con el mayor porcentaje de superficie forestal con respecto a su territorio.

La práctica del Baño de bosques, a pesar de surgir en los años 80, recién comienza a difundirse en otras partes del mundo, hace apenas unos pocos años. En Europa, varias entidades oficiales y programas comunitarios apuestan cada vez más a sensibilizar al sector médico al respecto, por entender que esta práctica supone un valioso servicio de salud natural y sin costo alguno.

 

FORTALEZAS | Pasear por los bosques, fortalece el sistema inmunitario de las personas, ayuda a prevenir las enfermedades cardiovasculares, se incrementa el vigor y se reducen los niveles de ansiedad, depresión, angustia y fatiga, además de mejorar el sistema cognitivo.

Los últimos estudios de Qing Li y Tomoyuki Kawada constatan que “frecuentar parques forestales aumenta también la actividad NK, con un incremento del número de células NK y los niveles de proteínas anti-cancer intracelulares. Este efecto permanece durante más de 30 días después”. Dado que las células NK (Natural Killer) son linfocitos que proveen defensas contra tumores y virus, los investigadores sugieren que la visita a los bosques tiene efectos preventivos en la aparición y progresión del cáncer.

Esta práctica se ha extendido por muchos países que entendieron que la salud publica depende en gran medida del combate del estrés para logra un estado de relajación. Esto vuelve a demostrar lo que hace siglos se viene expresando y que tiene que ver con que lo mental y lo emocional, tiene una relación directa con los problemas físicos.

El director ejecutivo del Forest Therapy Institute Alex Gesse, asesor técnico y responsable de proyectos de la Unión de Selvicultores del Sur de Europa (USSE), dijo que esta práctica no es “sustitutiva sino que se trata de una práctica complementaria…No es que por su impacto en el sistema inmunológico ya no vas a necesitar ir al médico y no vayas a contraer el Covid-19”, pero puede ayudar mucho, explica Gesse, quien agrega que sus dichos “están sustentados en la ciencia”.

La investigadora británica Liz O’Brien, autora del informe “Árboles y parajes forestales”, dice que “los bosques son entornos restaurativos donde los sonidos, la vista y los olores experimentados juegan un papel fundamental reduciendo el estrés y estimulando los sentidos”. Esta experta apunta que nadie debería vivir a más de cuatro kilómetrosde un área forestal accesible.

Por Yudith Píriz.

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