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Leydy Pech, una campesina maya apodada «la guardiana de las avejas»

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La mujer celebra su día todos los días del año, su poder, su valentía y su liderazgo en diferentes ámbitos de la vida. Marzo es un momento de reflexión, de recordatorio y de apertura, el mes en que cada una, desde su lugar, se viste de gala y reafirma su poder innato en cada una de las misiones que acompañan su vida.

Desterrar preconceptos y  estructuras arraigadas no ha sido fácil, aun así, cada vez más mujeres se arriesgan a decir acá estoy, a empoderarse y a demostrar una y mil veces, que nada detiene su caudal de energía, de emprendedoras, de amas de casa, y que frente a los desafíos, son las que tienen la fortaleza para seguir adelante a pesar de los obstáculos.

En su rol de madre, abuela, amiga, trabajadora incansable, comparten sus vidas, dejan una huella imborrable y mágica que acompañará a las próximas generaciones a seguir el camino de la libertad y sus derechos.

Acompañamos la celebración del mes de la mujer, acercando historias de mujeres que han superado complejos obstáculos, logrando demostrar su valor y trabajo, en un mundo complejo y discriminador.

ACCIONES | En esta oportunidad se entrelazan dos poderosas fuerzas, la de una mujer indígena y la lucha por la preservación del ambiente. Leydy Pech es una incansable luchadora del desarrollo sostenible para comunidades rurales mayas. Gracias a su defensa por el medio ambiente, la autonomía de los pueblos originarios y la miel, Leydy Pech fue galardonada con el “Nobel” del ambiente 2020.

El premio Goldman, se otorga en San Francisco desde 1989, por parte de la Fundación Ambiental Goldman y es considerado el más importante reconocimiento para defensores ambientales. Distingue a líderes de seis regiones del mundo por su liderazgo y activismo ambiental. El premio le fue otorgado “por su lucha histórica, que es un modelo para otros movimientos de lucha indígena en la protección de sus derechos y de sus tierras”.

La «guardiana de las abejas» o «dama de la miel», como le dicen algunos, vive en una aldea en Hopelchén, en la península de Yucatán y se dedica a la apicultura. Desde hace varios años, libra una batalla legal contra el peor enemigo de las abejas, el modelo de los agronegocios, con sus cultivos transgénicos, sobre todo la soja y los pesticidas utilizados para dichas plantaciones. Esto la llevó a enfrentarse al mayor fabricante de semillas del mundo, la empresa Monsanto perteneciente ahora a la compañía Bayer, para que detuviera las plantaciones de soja en la región.

Pech lidera y trabaja desde hace 20 años, junto a un grupo de mujeres mayas, de la comunidad de Ich Ek, en el estado de Campeche, al sur de México, en el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes. Su objetivo es rescatar una práctica ancestral que desarrollaron los antiguos mayas, como es la meliponicultura, es decir la crianza de la Xunáan Kab para producir miel.

La activista defendió las abejas, pero de un tipo especial, las meliponas beecheii conocidas como xunáan-kaab «abeja señora» o ko’olel-Kaab que significa «la dama de la miel». Este tipo de abejas, tienen la particularidad de que no poseen aguijón, viven en troncos huecos de los árboles, toman su néctar de plantas medicinales mayas y pueden alimentarse con su propia miel, además de ser exclusivas de la Península de Yucatán. Estas abejas necesitan de selvas con cierto grado de conservación, por lo que la fuerte deforestación y el uso indiscriminado de pesticidas destruyen su hábitat.

Según estudios, el pueblo maya utilizaba la palabra kinam, que en su lengua significa rigor, fuerza y fortaleza para hacer referencia al poder de las mieles para curar o restaurar el hun ol, que es el bienestar y la armonía de los corazones; incluso las mujeres embarazadas, reciben este tipo de miel después del parto debido a sus propiedades y beneficios.

La realidad de esta región, al igual que otras del mundo están siendo fuertemente afectadas por la deforestación y la contaminación tóxica de la agricultura industrial, que perjudica especialmente a ecosistemas de los que dependen las abejas.

Pech prefiere no mirarse como “líder” o “activista”. Incluso, acepta que se negaba a mirarse como defensora ambiental. “A mí, como mujer, me han enseñado a cuidar, a proteger”, dice. Por eso, cuando ella miró cómo se estaba perdiendo ese ambiente, que era su territorio y su identidad como maya, era lógico que tenía que tomar el camino de la defensa.

El disparador para comenzar el trabajo del grupo fue preguntarse “¿Cómo se van a conservar a las abejas si cada vez hay menos condiciones ambientales para que ellas sobrevivan? Las abejitas permitieron darme cuenta de todo lo que estaba pasando en mi territorio”.

Para la ambientalista, la deforestación va más allá de la tala de árboles, “en esa tala de árboles se pierden las aguadas, las especies de animales, se pierden conocimientos sobre esos lugares”.

 

SU PROPÓSITO | Esta mujer ha sido fuerte y constante en sus principales objetivos. No solo ha luchado por el ambiente y su territorio ancestral sino que busca que su trabajo y el de sus compañeras, logren preservar la identidad maya. Leydy entiende que “los pueblos indígenas estamos pagando un costo muy alto por el modelo de desarrollo impuesto por los gobiernos”.

El grupo liderado por Leydy, entendió que debían hacer algo ante la pérdida de esa actividad y el descenso en el número de este tipo de abejas. Decidieron organizarse para la defensa de un territorio que forma parte de la selva maya y en donde la apicultura es una de las principales actividades económicas: 40 % de la producción mexicana de miel proviene de la Península de Yucatán. “Estas abejitas -explica Pech- han vivido en este territorio desde hace miles de años, son mayas… Son de este territorio y gracias a ellas existen ciertas plantas”.

Este grupo ha tenido muchos obstáculos en su objetivo de preservar a las abejas del lugar, denunciando la destrucción ambiental pero también cultural que está provocando el avance de la agroindustria.

La unión de las mujeres, puede lograr mucho de lo que se proponen, este caso no es la excepción ya que a pesar de las dificultades, fueron testigo de una revolución que marcará un antes y un después. La Universidad Autónoma de México, fue una de las instituciones que estudió el caso de la producción de soja transgénica en Campeche, donde Monsanto había realizado un proyecto piloto, confirmando que el polen de soja transgénica estaba presente en el suministro de miel local.

También el Programa de Desarrollo de la ONU registró los impactos del glifosato, encontrando rastros del herbicida en el suministro de agua de Hopelchén y en la orina de los residentes de la ciudad.

Con el tiempo, estas mujeres vieron cómo ese modelo de producción terminaría afectando la biodiversidad, contaminando fuentes de agua y provocaba daños en su salud. También se comenzó a hablar de la importancia de conservar sus conocimientos y su identidad maya.

La académica Naayeli Ramírez, quien durante un tiempo fue la asesora legal del Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, resalta que el “colectivo logró dar el salto gracias al liderazgo de muchas mujeres”.

Leydy Pech y sus compañeras mayas demostraron la importancia de hacerse escuchar por los estados y las grandes empresas.

La ganadora del Premio Goldman confiesa que se identifica con las abejas, porque como ellas, necesita las plantas, un territorio conservado para mantener su identidad: “para que nosotros, los mayas, podamos seguir necesitamos nuestras plantas medicinales, a los animales, a la biodiversidad. Yo vivo gracias a que mis antepasados, mis abuelos, mis padres cuidaron y conservaron. Esa es la parte que a nosotros ahora nos toca: conservar y cuidar para las nuevas generaciones”.

Es por eso que para Leydy Pech la defensa del territorio está ligada con la defensa de la identidad maya. “Estamos luchando para conservar no sólo la biodiversidad, también nuestra identidad y los conocimientos que tenemos como pueblos originarios”, dice.

Comenta Pech que su lucha “no sólo nos afecta a los pueblos indígenas. Nos afecta a todos y debe convertirse en una lucha de todos porque es para el bien común… El tema de la defensa ambiental es delicado, y yo soy aun más vulnerable por ser mujer. Es complicado entrar en espacios donde hay roles establecidos por hombres no indígenas que a menudo tratan de subestimarme. Pero creo que las mujeres podemos abrir esas brechas para otras mujeres”.

Todo lo que estamos defendiendo le sirve al resto del planeta. Necesitamos ayuda. La biodiversidad es la vida. Las abejas son la vida”, dice Pech.

Por Yudith Píriz

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