Variedades

Byung-Chul Han y la vida en una pantalla

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Los comportamientos humanos, han sido motivo de observación y análisis desde la filosofía, la ciencia o la sociología, que en algunos casos coinciden en sus postulados. Pero existen otros estudios que, per se, ya son controversiales o difíciles de argumentar puertas afuera de la academia. De todas formas, unos u otros, siempre presentan interesantes miradas, que hacen aportes para desentrañar las principales características de la sociedad actual.

El mundo hoy, más que en ninguna etapa de la historia de la humanidad, muestra estilos de vida predominantes que según filósofos e investigadores, están provocando un declive en las capacidades innatas del ser humano, interactuando con un mundo que acelera su paso detrás de muchos y diferentes ideales.

Cuando se intenta detener en algo esa marcha y observar el comportamiento de la sociedad y las causas que responden a ello, pueden surgir diferentes variables. La prisa, las exigencias, el estrés, el llegar a tiempo a todo y para todos y el tratar de ser eficientes y competitivos, pueden ser contraproducentes para mantener una vida saludable y feliz. Esto es lo que piensa el filósofo coreano Byung-Chul Han, que expone en sus libros lo que las personas hoy hacen con su vida y su tiempo, inmersos en un círculo vicioso de los que pocos pueden salir.

Byung-Chul Han, de origen coreano, radicado desde hace muchos años en Alemania, es Docente de Filosofía y Teoría de los medios en la Universidad de las Artes, en la Escuela Superior de Diseño de Karlsruhe, la tercera ciudad más grande de Baden-Wurtemberg en el suroeste alemán. Obtuvo su doctorado en Friburgo en 1994. Ha escrito varios libros de temas como el amor, la culpa, el poder, la religión, el cansancio, la transparencia, la depresión. En estos escritos, critica a la sociedad occidental contemporánea con agudeza y sensibilidad oriental.

PLANTEOS | Byung-Chul Han realiza sus análisis apoyado en una tradición filosófica marcada por el Zen y el Taoísmo. Sus libros, según explica, no son libros de autoayuda ni con fórmulas para superar los conflictos. Tampoco son profundos y largos ensayos sino que son breves trabajos, ideales para las redes sociales y la sociedad «cansada».

Su último trabajo, “No-cosas. Quiebras en el mundo de hoy” (Taurus, 2021), continúa con la reflexión crítica del capitalismo digital, enfocándose en la naturaleza de los objetos.

En él advierte que esta tecnología convierte a los otros en objeto, y destruye la empatía.

El capitalismo digital en su manifestación de «economía de la atención» ha llegado a ser una cada vez menor dependencia de los objetos físicos. De todas formas, entiende que de esa lista se debe quitar un solo objeto que no cumple con esa regla, el smartphone, “el puerto de entrada al universo inmaterial, omnipresente de la información. El objeto que permite abandonar todos los demás objetos”.

Han entiende que esta pérdida de los objetos es una cuestión preocupante, una desaparición del espacio físico, tanto del trabajo manual como de las interacciones físicas. Hay una pérdida del valor a la vez simbólico y carnal de los objetos: “cosas como los libros, los discos, los muñecos, que podían absorber una especie de propiedad espiritual y adquirir una cualidad de fetiche que servía para arraigarnos en el mundo físico”, dice.

Han realiza una dura crítica a la forma en que las personas hoy ven la realidad, que está siempre teñida de las luces de las pantallas. De acuerdo a Han, esa pérdida del contacto con los objetos físicos, la pérdida del soporte de la materialidad, deja a las personas sin belleza ni inspiración.

«Ya no vivimos en el cielo y en la tierra», dice Han, sino «en la nube y en Google Earth. Espacios virtuales, intangibles, fantasmagóricos y nebulosos en los que no hay materia palpable, sensual. O la sensualidad es menor, porque, pese a la cada vez mayor ‘fidelidad’ de la tecnología, la interacción digital no puede competir con la riqueza sensorial de la presencia (pese a que esta es la intención de Zuckerberg con su Metaverso)”, dice.

A pesar del gran avance que tiene la tecnología, el escritor coreano entiende que con ella, se van dejando demasiadas cosas por el camino, lo que da como resultado un desequilibrio entre costo-beneficio.

Dice: “Hoy llevamos el smartphone a todas partes y delegamos nuestras percepciones en el aparato. Percibimos la realidad a través de la pantalla. La ventana digital diluye la realidad en información, que luego registramos. No hay contacto con cosas”.

Cree Han que esto provoca cada vez más aislamiento, a pesar de que se trata de mostrar lo contrario. Las redes hacen creer que la conexión y la interacción es máxima, pero Han entiende que es todo lo contrario. “No sólo no hay contacto: acrecentamos cada vez más el potencial de aislamiento y estupor al alimentar incesantemente a las plataformas digitales con nuestra información. Las cosas no nos espían. Por eso tenemos confianza en ellas. El smartphone, en cambio, no sólo es un informante, sino un informante muy eficiente que vigila permanentemente a su usuario”, opina.

CONTROL | Otros expertos también han establecido la dependencia y el control que se ejerce a través de los teléfonos inteligentes y las redes sociales. Esto está relacionado además con la herramienta más poderosa que se tiene hoy, que tiene que ver con los datos. El que accede a los datos, tiene el control supremo del mercado y por ende del mundo todo.

“Se trata de un mecanismo de control puesto que las compañías que controlan los datos -Facebook, Google, Amazon, Apple- pueden emplear la información para moldear nuestro comportamiento y crear nuevos y más poderosos algoritmos que nos mantienen enganchados en la ‘droga digital’. Estamos a merced de ese informante digital tras cuya superficie, diferentes actores nos dirigen y nos distraen», dice Han.

El filósofo coreano ha sido ya muy crítico con la sociedad capitalista pero con su último libro intenta mostrar otra arista que tiene que ver con la tecnología digital. Relaciona a ésta con la religión y describe a los smartphone, las plataformas y los comportamientos de la sociedad digitalizada, como una opresión a las libertades individuales y a un proceso de autodestrucción, que transforma a las personas en seres manejables, poco críticos y desconectados del mundo real. «En un sistema que explota la libertad, no se crea ninguna resistencia. La dominación se consuma en el momento en que concuerda con la libertad”.

Expresa Han “el smartphone se ha establecido como devocionario del régimen neoliberal. Como aparato de sumisión, se asemeja al rosario, que es tan móvil y manejable como el gadget digital. El like es el amén digital. Cuando damos al botón de ‘me gusta’, nos sometemos al aparato de la dominación”.

En No-cosas, Han sugiere que el smartphone es una especie de amuleto o rosario, y que se parece a un objeto de dominación religiosa. El modelo tecnocrático “elimina todo misterio y toda incertidumbre a través de datos y opiniones y continúa su vida con cada vez menos conciencia de lo que ocurre en realidad, fuera de la cámara de ecos de la burbuja de los filtros», cree. Expresa que es tal la dependencia al smartphone que éste se parece mucho a una válvula de escape hacia un espacio seguro. “Se trata de un espacio egoísta, amurallado por los señores feudales del Big Tech”.

Expresa que frente a alguna dificultad, alguna verdadera prueba que produce disgusto en el mundo real, es reconfortante volver al terreno seguro, que en este momento es el mundo digital, el universo en las pantallas.

Sociólogos y filósofos de décadas pasadas, advertían que el camino de la inteligencia artificial desataría una profunda transformación en la humanidad. Quizá mucho de ellos, podían ya visualizar a una sociedad que iría poco a poco perdiendo sus libertades y otorgando más poder a la tecnología, en casi todos los aspectos de sus vida.

En lo que respecta al arte, Han también realiza su análisis. Expresa: “Las características conceptuales de buena parte del arte actual tienen mucho que ver con la desmaterialización del mundo. De hecho, ese arte de la idea y en mucha menor medida de la belleza de lo objetual pretende, por ello, no tanto la seducción sino comunicar, ante todo una opinión (información), abrir los ojos del espectador, quiere instruir, dar un discurso moralizante o politizante”. Para Han la representación del arte a través de lo digital nunca podrá igualar a lo real porque “a la inteligencia artificial no se le pone la piel de gallina, carece de dimensión anímica porque le falta espíritu”.

 

Por Yudith Píriz.

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