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Alan Watts y el camino de la inseguridad

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Muchos filósofos han hablado de la percepción del mundo que nos rodea y la esencia de la vida. Algunos de ellos han marcado un camino y otros, más que un camino, tendieron un puente entre la sabiduría oriental y la occidental. Esta semana hablamos de un hombre que en los años 60 del siglo pasado, auguró que la principal crisis del futuro, sería la obsesión por estar seguros de todo y en todo momento.

 

SU VISIÓN | Alan Watts fue un reconocido filósofo británico, docente en varias universidades, autor de más de 25 de libros y numerosos artículos sobre temas como la identidad personal, la verdadera naturaleza de la realidad, la elevación de la conciencia y la búsqueda de la felicidad, relacionando su experiencia con el conocimiento científico y con la enseñanza de las religiones y filosofías orientales y occidentales (budismo Zen, taoísmo, cristianismo, hinduismo). Fue de los primeros en traducir la sabiduría oriental al lenguaje de nuestro tiempo. Fue también místico y ecologista; creía que la existencia y el sentido del humor, nunca podían separarse. Falleció en 1973.

En su libro “La sabiduría de la inseguridad”, habla sobre las personas que viven en la era de la ansiedad y el miedo. La mirada de Watts sobre la vida y sus preceptos para mantener una existencia feliz y despreocupada, es radical y quizá es en ese aspecto, que muestra su parte más espiritual, relacionada con sus estudios de la filosofía oriental.

Watts habla de la ley del esfuerzo invertido, a partir de la que interpreta que, el que no quiere hundirse se hunde y el que quiere hundirse flota y es a partir de este libro que el autor pretende explicar esa ley, pero en relación a la búsqueda de la seguridad psicológica.

“La inseguridad es el resultado del intento de seguridad. Queremos el control absoluto del futuro, de nuestras vidas y de aquellos que nos rodean. Y al intentar lograrlo, se nos va muchas veces la misma vida, hasta que nos damos cuenta que de tanto temer las consecuencias de lo incierto, hemos optado por evitarlo todo”, dice.

“Este afán obsesivo por tenerlo todo bajo control nos hace sufrir sin medida ni tope, su resolución se hallará en admitir de buena gana y con total paz de espíritu que el azar, la incertidumbre, lo desconocido, los altibajos y los riesgos del día a día nos acompañan siempre y son una fuerza (positiva), más y de especial importancia en nuestro mundo cotidiano. Entregarse a lo que uno más teme, dejarse sorprender por las paradojas de la vida, supone una de las mayores enseñanzas del verdadero adulto, despierto y consciente”, agrega.

Explica que el intentar cuidarse de todo, termina provocando lo que se temía. Por eso, Watts decía que la vida no siempre es lo que esperamos pero que frente a ello, aceptar la realidad sin aferrarse, es la base de todo despertar. “La vida es conflicto, tensión, frustración y desilusión perpetuos, temores y hastío”, decía.

Aferrarse a la vida, intentando comprenderla y hacerla lo más ideal posible, es en definitiva, creer que todo es estático y permanente. Decía que no es posible comprender la vida así ya que la existencia es todo menos quietud y monotonía, por el contrario, se debe seguir los ritmos de la naturaleza misma, con ciclos, ritmos, y sobre todo movimiento y acción.

Al relacionar la filosofía oriental con la occidental, Watts pudo entender porque se dan situaciones donde las personas no logran controlar su ansiedad y terminan atrayendo lo mismo que no quisieron experimentar. Para él se trata de una búsqueda incesante de ocultar, hasta de uno mismo, lo triste o negativo, en pos de extender y recrear los momentos alegres y felices y que frente a ello, se da un querer detener el flujo mismo de la vida que se nutre de ambas situaciones.

“La vida, el cambio, el movimiento y la inseguridad son otros tantos nombres de la misma cosa. Resistirse al cambio, tratar de aferrarse a la vida, es como pretender retener el aliento; simple -y afortunadamente- no se puede”, decía.

Cree que la seguridad como algo estable y perfecto, tiene más que ver con una desarmonía con la propia vida, la que no entiende de estructuras estancas y rígidas. “Existe una contradicción en el deseo de tener una seguridad perfecta en un universo cuya misma naturaleza es lo momentáneo y la fluidez”, decía.

“Estar seguro significa aislar y fortalecer el ‘Yo’, pero es precisamente la sensación de ser un ‘Yo’ aislado lo que hace que me sienta solo y amedrentado… El deseo de seguridad y la sensación de inseguridad son una y la misma cosa. Retener el aliento es perderlo. Una sociedad basada en la búsqueda de seguridad no es más que un concurso de retención del aliento en el que cada uno está tenso como un tambor y morado como una remolacha”, escribió Watts.

 

EL PRESENTE | Watts entendía que lo único que tenemos es un presente absoluto y en él, debemos centrar nuestra vida. Para Watts, la única posibilidad de fluir con la vida, es ser como ella, puro presente y eso sólo se logra a través del desapego que “significa no sentir ningún remordimiento por el pasado ni miedo por el futuro; dejar que la vida siga su curso sin intentar interferir en su movimiento y cambio, sin intentar prolongar las cosas placenteras ni provocar la desaparición de las desagradables. Actuar de este modo es moverse al ritmo de la vida”.

Según el filósofo británico, sólo el presente da la oportunidad de ser felices, ahora con lo que tenemos. Su filosofía taoísta, se ve reflejada en su llamado a vivir el presente sin la ansiedad generada por el tiempo, entendiendo que “la seguridad surge, cuando uno asume su más radical inseguridad”.

Decía Watts que pensar en el futuro, aleja más a las personas a su verdadera experiencia como seres humanos, pero que esto parece comprenderse mal. “Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva, hasta que el futuro, y nosotros mismos, se desvanece en el abismo de la muerte… En consecuencia, nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos”.

Watts, veía el loco desenfreno por ocultar la frustración y la ansiedad, provocando situaciones que intentan mostrar una realidad diferente, aunque sólo sea por momentos. “A esta manera de narcotizarse la llamamos nivel de vida, una estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, necesitados de una estimulación aun más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible”.

El filósofo intentó mostrar otra forma posible de ver y de vivir la vida, desde una postura libre y fluida, centrada sólo en el presente. Por ello creía que “si hemos de ser nacionalistas y tener un estado soberano, tampoco podemos esperar que exista la paz mundial. Si queremos conseguirlo todo al costo más bajo posible, no podemos esperar obtener la mejor calidad posible, pues el equilibrio entre ambas cosas es la mediocridad. Todos los hombres sufren, ahora como antiguamente, pero no todos son infelices, pues la infelicidad es una reacción ante el sufrimiento; no es el sufrimiento mismo. Comúnmente, ‘sabemos’ esto como información, pero no lo sentimos verdaderamente, por cierto, la mayoría de la gente se siente separada de todo lo que les rodea”.

Cuando cada momento es convertido en expectativa, se le está privando a la vida de la posibilidad de realización y se le teme a la muerte pues con ella termina toda esperanza; y si uno vive de esperanzas, la muerte es por cierto el fin. Pero para la mente indivisa la muerte es otro momento, completo como cada momento y no cederá su secreto a menos que la viva plenamente”, expresaba Watts.

Por Yudith Píriz,

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