Sociedad

Una década sin Gustavo Dalgalarrondo

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Pasaron 10 años de la desaparición física de Gustavo Dalgalarrondo. Su recuerdo continúa vivo en aquellas personas que lo conocieron y supieron valorar al hombre y al científico autodidacta. El 28 de mayo de 2010, dejaba este plano, pero también, sus conocimientos, los que aún permanecen entre sus amigos.

Una vida dedicada a aprender, en la que, sin pasar por las aulas y sin contacto con la academia, se las ingenió para comprender tantas cosas del mundo de las ciencias que, para muchos, representaba un maestro sin título. Gustavo Dalgalarrondo fue un incansable hurgador de conocimientos y aprendizajes, lo que representó para él, su forma de entender el mundo. 

Desde su conocimiento de las galaxias, las estrellas, los planetas, así como su amplia sabiduría acerca de la Tierra y sus misterios, se forjó una identidad especial propia.

LA BÚSQUEDA | Con la curiosidad de un niño y los conocimientos de un maestro, transcurrió sus días, en la eterna búsqueda de transmitir sus saberes y animar al que le interesara, a recorrer el camino del descubrimiento de todo aquello que nos rodea.

La ciencia, como siempre decía, nace desde ese entusiasmo por aprender; cuando no existen esas ganas, esa pasión, poco se puede avanzar por ese camino.

Su telescopio, sus libros, sus rocas y hasta aquella réplica de una mandíbula de un tigre diente de sable que tenía, todo unido a su espíritu alegre y tranquilo, eran su gran patrimonio.

Del planeta Tierra, poco se le escapaba, aún sin nunca haber estado en esos lugares de los que hablaba. Fosas, cordilleras, extensos ríos, selvas y cuevas, eran descriptas con tal significado y conocimiento, que casi, nos trasladaba a esas regiones del mundo.

Sin perseguir nada económico, su humildad lo llevó a recorrer las escuelas rurales, con los gastos solventados siempre por él y con el único propósito de que aquellos niños, quizá, se entusiasmaran con la ciencia y les naciera en algún rincón de su cabecita, esa aventura por conocer aquello que la Tierra nos muestra.

Hubo escuelas que le cerraron la puerta, con el argumento de que las inspecciones no permitían personas sin título brindando charlas, no fueron impedimento para que se filtrara en aquellos lugares en los que el personal docente comprendió su mensaje y fueron capaces de intuir mínimamente, los conocimientos que Gustavo tenía del mundo y del universo.

Tantas veces menospreciado por su condición de lugareño humilde, por momentos, parecía que esa indiferencia le daba más fuerza y su sangre vasca, lo empujaba a seguir y seguir, porque siempre decía que en la constancia está el éxito en todo aquello que se haga en la vida.

De un momento a otro, decidió cruzar el umbral del universo y seguir conociendo quizá más de cerca, todo aquello que enseñaba.

El 28 de mayo de 2010, sus rocas, su telescopio y sus libros, quedaron sin su amigo que los hacía recorrer lugares y llegar hasta la mirada curiosa de los niños.

Una década pasó, quizá para muchos sólo fue un aventurero que jugó a ser científico, sólo un hombre bueno; para otros fue un autodidacta pobre y sin estudio, que al igual que un loco, vagabundeaba por las calles, buscando mentes despiertas y con afán por aprender el universo que habitamos. También estuvieron aquellos en los que sólo quedó indiferencia, la misma actitud que supieron expresarle mientras recorría las calles de esta ciudad.   

Pero existió un puñado de personas, que supieron conocer y disfrutar de su saber.

SU TRIUNFO | Era un ser especial y quizá al igual que suele pasar, esas personas nos dejan pronto, quizá porque necesitan seguir en su evolución, o debido a que su alma no soportó que no entendieran su mensaje.

Se dice que toda persona se puede ir fracasada o triunfadora de esta vida. Desde la opinión de quien esto escribe, muy personal e invadida de subjetividad por lo que Gustavo representó para mí, puedo afirmar con total convencimiento que este ser se fue con honores, con gloria, como un triunfador.

No se trata de lindas palabras sobre alguien que no está, sino por entender que el éxito o fracaso de una vida, se mide en los legados que pudo haber dejado y él sí logró captar el interés y la admiración, aunque fuera en un pequeño grupo.

En el caso de Gustavo Dalgalarrondo, y de cualquier persona, el transmitir sus conocimientos y en su caso, aún ante el desprecio y la indiferencia de los que “saben” o “tienen”, fue una obra de arte que nunca se borrará de aquellos que tuvimos la suerte de compartir momentos y sabiduría con él.

Y si de alguien que no está, aunque sea unas pocas personas -y pasada ya una década-, lo siguen recordando, quiere decir que su vida, fue todo un éxito.

Por eso, desde acá, y con la esperanza de que en algún lugar pueda escucharnos, te decimos que los genios siempre son ignorados y tildados de locos, tal vez porque siempre se subestima y teme aquello que no se conoce, y tú saber fue tal, que al común de las personas, no pudo llegar.

La apariencia ha marcado desde siempre el status social, quién sí y quien no entra en el juego. Los que quedan afuera son seres maravillosos que la humildad no material sino moral, les ganó la batalla y no les interesó aparentar ser otra cosa. Vivir desinteresadamente y entregar su saber al que se hiciera un tiempo para escucharlo, en un mundo de apariencias y tantas veces egoísta y soberbio, es un mérito que siempre es necesario destacar y resaltar.

Ese grupito de personas aún te recordamos y atesoramos tus enseñanzas, pero sobre todo, la bondad de tu ser, aspecto que aún en los académicos más renombrados, muchas  veces cuesta encontrar. No se necesita un título y firmas que avalen una grandeza humana, con esa se nace y se recrea con la propia existencia.

Y eso, todos los que lo conocieron realmente, lo pudieron ver en Gustavo. Cómo versa la conocida frase atribuida al químico francés Antoine de Lavoisier, “Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”, si es así, quizá el alma de Gustavo, debe haberse transformado en una incansable exploradora de otras dimensiones.  

Por tu vida, por enseñar tanto, por tu sencillez que es la de los grandes, por tu don de buena gente y tu humildad de sabio, un enorme gracias. Nos encontramos en algún lugar del universo. Hasta siempre amigo.

Por Yudith Píriz

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