El tercer fin de semana de enero es un punto clave de cualquier temporada estival que se precie de tal y la ocurrencia de lluvias o la baja brusca de la temperatura en una de sus jornadas, pueden hacer fracasar el trabajo de toda una semana. Algo de eso ocurrió en el balneario Kiyú durante el fin de semana que pasó, cuando el fuerte viento del domingo, hizo que la costa estuviera casi por completo vacía un 17 de enero, es decir al comienzo de la segunda quincena del mes más importante del para muchos corto verano en esta zona del sur de América.
Cuentan residentes permanentes del balneario que Kiyú es una playa de domingos, que es el día que explota su costa, el día en el que decenas de miles de personas llegadas de los más diversos puntos del departamento –y del país también-, se instalan en algún punto de sus más de cinco kilómetros de extensión a disfrutar de la arena y de las aguas del Río de la Plata.
Entre semana, continúan diciendo los vecinos, hay una buena ocupación de casas y, obviamente, se ven los “veraneantes” por todos lados, pero el balneario es tan extenso que es difícil de percibir la cantidad si no es, recorriendo de punta a punta el lugar, pero el domingo sí, es el día en que se percibe toda la costa llena de gente. O de “bote a bote”, como dice la jerga popular.
Para recibir a toda esa andanada de gente, es que los comerciantes del balneario –muchos residentes permanentes y otros vendedores de fin de semana-, se preparan, llenando sus heladeras, arreglando las góndolas con los más variados productos y/o preparando distintos “menús” para eventuales comensales, por eso es que si falla el día domingo, fallan muchas cosas, más en una temporada ya limitada por la pandemia de coronavirus, las emergencias sanitarias y las crisis económicas que la enfermedad mundial está generando en el país.
Y fue evidente que el tercer domingo de enero resultó fallido para la mayoría de los operadores turísticos. Una recorrida realizada por este medio en la tarde dominical por los puntos neurálgicos del balneario lo demostró fehacientemente.
RECORRIDA | El sábado 16 fue, a pesar de los pronósticos de los meteorólogos –que anunciaban una jornada lluviosa-, fue de mucho calor y ausencia de lluvia. Esto fue hasta la madrugada dominical, porque durante ésta, por un rato llovió con fuerza. El domingo amaneció con fuertes ráfagas de viento y una disminución pronunciada de la temperatura (la máxima andaría en la tarde en los 22 grados, tras días de más de 30 en el correr de la semana anterior). Era evidente que no era un día de playa.
En la zona de “la boca”, alguna gente jugaba con balones en la arena y una que otra madre entretenía a sus hijos más pequeños con juegos de playas, mientras intentaban evitar perder los sombreros por el intenso viento que había. A lo lejos, se podía observar en el agua a una única persona practicando “kitesurf”.
En Ordeig, la zona de mayor crecimiento del balneario de estos últimos años y en la cual en cada temporada se puede uno encontrare con nuevas e interesantes edificaciones (desde el punto de vista visual), se vivía la misma situación, aunque se podía ver buena presencia en las distintas edificaciones de la zona. Había gente, pero claro, no estaban en la playa.
Mientras tanto en la zona de Vistamar el movimiento era mayor, quizás porque tiene atractivos no necesariamente de playa que la hacen un punto ideal para una jornada ventosa y no tan cálida como la del domingo. En el mirador y en los distintos bancos del lugar, habías gente sentada mirando hacia el río, conversando, tomando un mate o “enchufado” escuchando música.
Varios comercios, el paseo artesanal y los vendedores ambulantes, también contaban con alguna gente en sus inmediaciones, “aprovechando la tarde”. Claro, si se miraba para la playa, se observaba lo que en todos lados, escasa presencia de gente en la arena y menos de ella en el agua.
En el Parador Grande, sobre las 16 horas, la situación también era similar. Poca gente en la arena (nadie en el agua), y algunos curiosos mirando los productos que ofrecen los vendedores que se ubican al borde de la bajada a la playa. Autos circulando, conductores mirando, conociendo o reconociendo, pero sin intención de establecerse en un lugar fijo.
La desarrollada zona del “parador del medio” también ofrecía el mismo panorama. Gente en la arena jugando al vóley o al fútbol, munidos de sendos buzos deportivos de manga larga; algunos otros simplemente sentados, pero sin la mínima intención de acercarse al agua.
PASEOS | El neurálgico Parador Chico presentaba una situación similar, aunque con algo más de gente, como es habitual en esa zona del balneario. A diferencia de un domingo fuerte de temporada, el pasado 17, era relativamente fácil estacionar en el “Chico” y si uno se dirigía hacia la zona comercial o “céntrica”, podía encontrarse con mucha gente bajo las grandes arboledas, disfrutando de una tarde agradable para estar al aire libre, pero no estar en la playa. Las mesas del parador, frente al agua, daban una idea de cómo estaba la jornada.
Fue evidente que el comercio en general vio resentida su actividad de domingo, los comentarios de malestar se escucharon en más de un caso, pero igualmente todos los consultados le siguen haciendo frente a una temporada que comenzó torcida y que se desarrolla con altibajos. Cuando es un domingo bajo, se siente y eso es lo que quedó reflejado en el sentimiento de los comerciantes del balneario, que ven como los productos que ofrecen demoran más en irse, a diferencia de otras temporadas.
Por Javier Perdomo.
