Sociedad

Historia del marinero que se enamoró de los mares gracias a los sobrevivientes del Graff Spee

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En Uruguay, cada 13 de diciembre los medios de comunicación uruguayos recuerdan el incidente ocurrido en las costas oceánicas en 1939, que es recordado como la Batalla del “Río de la Plata” en momentos en que se iniciaba la Segunda Guerra Mundial. A 79 años de aquel acontecimiento bélico, pocos son los uruguayos que son memoria vida de aquel acontecimiento. Juan Gazañol, natural de Durazno, pero residiendo en Libertad hace tiempo ya, fue uno de los testigos de este acontecimiento histórico.

Hoy a sus 92 años de vida, aún recuerda -le quedó grabado a fuego, dice-, ese pedazo de su vida y cuando se acerca la fecha, por carta siempre nos hace acercar a ese hecho, por eso está vez conversamos con él para conocer de primera mano el acontecimiento militar y sus consecuencias en la vida de los militares alemanes que fueron protagonistas.

 

ANÉCDOTA | Cuando Juan tenía sólo 13 años, acompañaba al encargado de llevar los comestibles a un cuartel militar de Sarandí del Yí. Juan, a pesar de su corta edad, seguía muy de cerca los acontecimientos que se desarrollaban en el mundo y, muy especialmente en Europa, en donde recientemente había estallado otro gran conflicto bélico.

Es allí, en el cuartel de Sarandí del Yí, cuando entra en contacto con parte de la tripulación del ya famoso para entonces, acorazado alemán Graf Spee. Aquellos marinos alemanes eran como unos héroes para el joven Juan, quien lleno de admiración y curiosidad conversa con algunos y ellos le relatan, a su manera, sus aventuras y desventuras del mar.

El 1° de septiembre de 1939, Alemania invade Polonia alegando defensa propia por el “ataque polaco”, que realmente fue una “operación bandera falsa”; en donde los planes macabros del futuro genocida alemán, Adolf Hitler, se llevarían a cabo con esta primera operación. Consistió en que un grupo de hombres de la SS, disfrazados de soldados polacos, atacaron una emisora de radio en un puesto fronterizo alemán y luego difundieron un mensaje en que se animaba a la minoría polaca de Silesia a tomar las armas contra Adolf Hitler.

 

ACORAZADO | Once días antes de la declaración abierta de guerra, un acorazado de bolsillo alemán, el Graf Spee, zarpó del puerto de Wilhelmshaven, con la misión de interceptar las líneas de los buques mercantes británicos cuando estallara el conflicto. Y efectivamente, las operaciones del Graf Spee, crearon graves problemas al abastecimiento británico, lo que llevó a que fuera exhaustivamente buscado por la armada británica.

El acorazado hundía los cargueros enemigos y desaparecía antes de ser detectado por otro. Experto en camuflaje llegó a ser un as en escabullirse. Sin embargo, nunca se produjo una muerte: a cada uno de los buques víctimas les exigía no transmitir el ataque, acto seguido evacuaba a la tripulación y apresaba a los capitanes y oficiales.

Llega el mes de diciembre y Hans Langsdorff, capitán del Graf Spee, decidió hacer una incursión en costas sudamericanas para luego retirarse. Luego de hundir otro carguero, fijó rumbo hacia la zona del Río de la Plata.

Y mientras los uruguayos se preparan para disfrutar del verano y de las venideras fiestas decembrinas, finalizando la década de 1930. En la madrugada del día 13, las costas de Puntas del Este se ven sorprendidas por ser escenario de la última batalla puramente naval, sin submarinos ni aviones.

Gazañol, emocionado por las historias de los marinos alemanes, se ilusiona y promete alistarse en la Aarmada en cuanto cumpla los 18 años. Mientras eso ocurría, Juan, seguía asistiendo al cuartel para seguir nutriéndose de más historias, aprovechando la ventaja de vivir a sólo tres cuadras de establecimiento militar.

LA BATALLA | En la madrugada del 13 de diciembre, el Graf Spee, visualiza una columna de humo a unos cuantos kilómetros de distancia. Su capitán Langsdorff, da la orden de acercarse por si se trataba de algún carguero para interceptarlo, pero cuando se acerca, ya era tarde. Se percata que no es como esperaban, eran tres barcos de la escuadra británica, el Exeter, el Ajax y el neozelandés Aquiles, al servicio de la armada británica.

Es entonces cuando Langsdorff decide abrir fuego y se desata una batalla feroz, deja fuera de combate a tres barcos enemigos. A pesar que la embarcación de Langsdorff deja fuera de combate a sus oponentes con grandes daños, el Graf Spee recibe lo suyo inevitablemente. Uno de los proyectiles entró por cubierta y estalla en las instalaciones de debajo del acorazado donde se purificaba el combustible, el acorazado sufre una importante cantidad de víctimas. Langsdorff, después de revisar los daños de su embarcación, decide arribar al puerto de Montevideo para recuperarse. 40 fueron las bajas alemanas en la cruenta batalla, y Juan Gazañol, nos muestra la lista de las bajas alemanas.

En un pequeño papel amarillento ya por los años en que ha sobrevivido, estaban anotados con máquina de escribir, 40 nombres alemanes, y como título: “Nómina de los marinos alemanes del Acorazado de  bolsillo Graf Spee. En el cementerio norte de la ciudad de Montevideo, de la República Oriental del Uruguay”.

¿Y cómo obtuvo esa información Don Juan? “Pues, fíjate que siempre dije que me iba a alistar en cuanto cumpliera los 18 años, y así fue. Justo a los 18 años, me fui a Montevideo, al cuartel de la Armada. Ahí, en el cuarto piso, me dijeron, cómo no, joven!, pase por aquí, vamos hacerle una prueba de ingreso. ¿Sabés lo que me pusieron en la prueba?”, pregunta sonriente don Juan. “Una suma, una resta, una multiplicación y una división, además de un texto para saber si leía y escribía bien”, recuerda y después se ríe divertido.

 

EL HUNDIMIENTO | Don Juan, trae a su memoria muy vívidamente, que a pocos días todas las radios de Montevideo, anunciaban, en sus propias palabras: “una noticia impresionante, decían, en este momento  está abandonando el puerto de Montevideo, el acorazado de bolsillo”, Uf, un alboroto hubo”, destaca.

“Sale, dobla a la derecha y entra a pocas cuadras a un punto que le llaman ahí, Punta Yegua. Se detiene el barco, desembarcan el personal, con equipaje y todo, y resulta que el barco tenía un explosivo de reloj, y bueno lo detonaron, a unos metros de distancia del puerto. Eso fue impresionante, se veía el humo desde Buenos Aires, de todos lados”, relata don Juan.

Y así fue, los recuerdos de la memoria de un chico de 13 años no están muy lejos de la realidad que se vivió en la época, pues el capitán Langsdorff, no quería poner en riesgo la vida de su tripulación ni tampoco que cayera en manos enemigas el acorazado.

Langsdorff, que era un oficial de la vieja escuela, y aunque seguía las órdenes de los nazis, no se distinguía, si no por su caballerosidad y respeto a sus enemigos. Nunca mató a ningún marinero o tripulación de embarcaciones enemigas, de hecho los embarcaba en botes, o los alojaba en su propia embarcación.

Después de la batalla y teniendo en cuenta que los daños que tenía el acorazado tardarían mucho en recuperarse, además de creer en falsas noticias de un supuesto futuro contraataque de naves británicas, desembarca su tripulación, que pasó a barcazas argentinas. Al poco tiempo, explotaron cargas en el Graf Spee y éste, y su tripulación pasó a barcas argentinas. Al poco tiempo, explotaron cargas en el Graf Spee y semidestruido, se sumergió 7 metros (en la actualidad sigue allí sobre el fango, hasta a 8 m de profundidad, según la marea).

La tripulación desembarcó en Buenos Aires, donde permaneció internada por el resto de la guerra, algunos retornaron a Alemania y otros comenzaron una nueva vida en Uruguay.

“¿Sabés que pasó después mija?”, pregunta Gazañol a ver si sabíamos la respuesta, el capitán, Langsdorff, se suicidó. Sí, se quitó la vida. Y después corrieron a la tripulación alemana de Buenos Aires, muchos se vinieron para acá, para Uruguay, se casaron con uruguayas e hicieron una vida”, relata como final de la historia del acorazado.

Pero esta historia, este punto de inflexión de la guerra, se grabó a fuego vivo en la memoria de Don Juan Gazañol. Cumplió su promesa de volverse marino, hasta llegar al grado de Cabo Primero de Artillería. Y aún sigue contando la historia de cómo participó Uruguay en la segunda guerra mundial a todos aquellos que lo quieran escuchar.

Por Livia Cedeño.

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