Sociedad

Coronavirus: el encierro y sus consecuencias

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Toda la situación “coronada” por el COVID 19, por la rapidez de su propagación y contagio, ha transformado la cotidianidad en una pandemia a escala mundial. El término pandemia proviene del griego pan (todo) y demos (pueblo). Algunos lo comparan con “la peste negra” ocurrida alrededor del año 1350 cuando más de la mitad de la población europea murió. Esto despliega procesos psicosociales diversos. De ello, podemos determinar un nexo entre dos elementos: el contagio de una enfermedad que puede ser mortal y el pánico social.

En este panorama se despliegan emociones y sentimientos de ansiedad, angustia, preocupación intensa, miedo, estrés. Brevemente vamos a describir alguna de ellas:

Si hablamos de ansiedad podemos encontrarnos con al menos tres tipos: ansiedad paranoide (pensamientos intrusivos), depresiva (sentimiento de culpa), y psicótica (vivir en una realidad paralela o en otra realidad).

La ansiedad es una inquietud que nos habita, una sensación de malestar que persiste. La ansiedad perturba el encuentro con el otro y con uno mismo. Es una sensación no placentera de inquietud y agitación. Se activa con una sintomatología psíquica ante situaciones de peligro y la sensación de riesgo inminente.

En ella se conjugan síntomas emocionales y somáticos para generar defensas frente a la situación de peligro. A menudo surge en forma irracional o ante situaciones que carecen de riesgo o de peligro real por lo que su causa son estímulos internos como pensamientos, ideas o imágenes que son percibidos como peligrosos. Por ejemplo, miedo a perder el control.

El estado generalizado de ansiedad conocido por sus siglas TGA se diagnostica como el estado de ansiedad que se prolonga por lo menos seis meses, acompañado de síntomas como malestar de cabeza, de espalda, hipervigilancia, estado emocional de irritación, mal humor, pensamientos repetitivos de preocupación (situación económica, familiar, laboral).

PÁNICO | Pero cuando hablamos del temor a perder el control puede suceder que la ansiedad se vuelva intolerable y nos encontremos frente a un ataque de pánico, que es en realidad una crisis masiva de angustia.

Ante un ataque de pánico existe la vivencia de muerte acompañada por una sensación de peligro inminente; la imposibilidad de sostener cualquier actividad que se estaba realizando; la percepción de extrañamiento sobre sí mismo que podría resumirse en no reconocerse como “esa/ese no era yo” o “¿Qué me pasó?”.

La sintomatología se presenta en una variedad compuesta por desmayos, palpitaciones, transpiración, temblores, rigidez en partes del cuerpo, falta de aire, ahogo, dolor abdominal, mareos, búsqueda desesperada de ayuda. La crisis o el ataque de pánico pueden asociarse con cuadros de fobia (claustrofobia, agorafobia, fobia social), en los que la angustia se pone afuera, en un objeto externo.

 

FOBIAS | En los cuadros fóbicos existe una representación de un objeto externo, por ejemplo; miedo a los espacios abiertos, a los espacios reducidos (viajar en ómnibus, en avión, subir a un ascensor), mientras que el ataque de pánico no existe representación de un objeto externo, sino que, por el contrario, no se reconoce un objeto, no hay palabras para describir las sensaciones que se experimentan y por eso la persona piensa que se va a morir. No se reconoce que hay aspectos emocionales internos en juego ya que es una sensación de invasión que no puede describirse porque el pánico viene de golpe.

La angustia es la reacción ante una situación traumática, producto de excitaciones o tensiones externas o internas que es incapaz de controlar. Se vive como el producto de un estado de desamparo. Es la angustia la que activa el mecanismo de la represión (representaciones de pensamientos, ideas, actos).

Ansiedad y angustia coexisten. Mientras que en la ansiedad predominan síntomas psíquicos (sensación de peligro inminente), en la angustia predominan síntomas físicos (paralización, recogimiento). Igual, el sufrimiento en menor o mayor grado es vivido en sus vertientes psíquicas, físicas o emocionales.

¿Por qué se han intentado explicar estas categorías acerca de la ansiedad, los ataques de pánico, los trastornos de ansiedad específico y generalizado, la angustia? Porque en esa relación entre el contagio y el pánico se pueden considerar algunos factores para tener en cuenta.

La desconfianza: del que se encuentra cerca de mí y al toser puedo estar corriendo peligro vital o pensar que el gobierno está ocultando la realidad de lo que pasa y no ofrece toda la información o que el virus está fabricado para generar un desequilibrio económico mundial y así el Poder pueda quedar concentrado en un grupo específico. La desconfianza desencadena una vivencia acerca del otro, sentido como un enemigo.

La cantidad: quedamos paralizados frente al aumento exponencial de casos de portadores, contagiados y muertos. Se vive con la sensación de no encontrar un freno.

El contagio: incide en nuestro estado de ánimo en forma directa porque corroe la trama social ya que el “contacto” (el beso, el abrazo, el tocarse, darse la mano), son amenazantes. Nos quedamos sin red de sostén; aislados, solos, angustiados y sin protección. La incertidumbre implica que “los fluidos no conservan la forma por mucho tiempo y llenan el espacio sólo por un momento”, decía Bauman.

Es aquello de lo cual no es posible prever y nos enfrenta a los cambios generados en las coordenadas espacio temporales porque en pocos días nuestras rutinas han tenido que cambiar “para protegernos” lo que implica adaptarse a las nuevas circunstancias (quedarse en casa, salir poco, convivir más con la familia). Esa adaptación, tiene que ver con el pasaje de la negación (a mí no me va a pasar, esto no va a llegar a Uruguay), a la aceptación e incorporación de nuevas pautas de comportamiento.

RECOMENDACIONES | En primer lugar, tenemos que pensar siempre en la posibilidad de contar con otro, de poder poner en palabras lo que pienso, siento o imagino que pueda suceder. El dialogar con otro o con una representación del otro es fundamental. Ese otro que escucha, que pueda colocarse en mi posición (empatía). Los dispositivos de la tecnología virtual pueden ser de gran ayuda.

El dialogar con una “representación del otro” puede generarse en la práctica a través de la escritura y la lectura. Por lo tanto, invito a escribir, leer y a generar otras expresiones propias del arte tales como la música, el canto, la oratoria o las actividades corporales. Cobra importancia entonces el poder expresar-se.

Si los espacios reales son reducidos para la cantidad de personas que conviven en él, nos planteamos la necesidad de comprender que lo que me pasa a mí, también le puede pasar al otro ya que el espacio no lo puedo dividir debo compartir, conciliar, negociar, acordar para establecer “el bien estar” común. La tolerancia implica que mi libertad termina cuando comienza la libertad del otro para no ahogar, colonizar, acosar, imponer o violentar.

El “tercero” como clave. Lo podemos representar en aquella tarea que nos comunica, nos ayuda, que nos agrada, nos produce placer y sensación de bienestar. El juego como espacio transicional protagonista nos transporta a un escenario de absoluta creación. El juego permite expresar la agresión, controlar la ansiedad, crear vínculo, generar comunicación con la realidad personal interna y el mundo exterior.

Hay que polemizar las palabras, los diálogos, los encuentros y el pensar siempre con otros. Salgamos de la obsesión de las aplicaciones que producen una especie de “ataque al pensamiento” y no nos permiten tomar la distancia adecuada y así, construir espacios de autonomía.

Para finalizar cito a E. Levinas que dice: “la acogida es recibir y hospedar. La hospitalidad nos refiere a la atención, al atender y entender a ese otro que llega, a la intencionalidad que se traduce en una ética de hospitalidad. Aceptar la responsabilidad de sostener al otro sin esperar nada a cambio en un vínculo asimétrico, es el yo satisfecho en el tú, el que encuentra en otro la justificación de su ser”.

 

Colaboración Pablo Almeida

 

*Texto con aportes de: DSM IV, Revista Actualidad Psicológica nº 453 y 472, Z.Bauman, E.Lévinas, Dr. En sociología Javier Romano.

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