Sociedad

Basura en Kiyú: lo que el agua no se lleva

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Lo que dejó este verano en las arenas de Kiyú, que por cierto aún no termina, fue basura y más basura. Pero esto no sólo lo trajo el río, pues la mayor parte de los desechos que se encuentran en la playa es de origen humano. Las playas están adornadas con pañales ya desechados, bolsas de nylon, latas de cervezas y demás basura que dejan los bañistas.

Según la fundación Ellen MacArthur ocho millones de toneladas de plástico acaban en el océano al año, lo que quiere decir que cada minuto un camión repleto de basura se vierte en el mar. Mientras, que el Foro Regional en Defensa del Río de la Plata mantenía hace 10 años, que éste era el tercer río más contaminado del mundo. Es uno de los más importantes de América, se formó hace 2,4 millones de años. Nació puro y hoy se lo utiliza como un cesto de basura.

Desde hace decenas de años, el Río de la Plata, en toda su extensión, sufre una contaminación de los más variados orígenes. Los enormes volúmenes de materia arrastrada por la corriente de los ríos, terminan siempre su lento viaje en el Río de la Plata, convertido en filtro decantador natural. El fondo del río, se ha venido llenando de detritus, de residuos industriales y de la descarga de miles de toneladas diarias de obsoletos sistemas sanitarios que utilizan las poblaciones costeras.

Lo que más va a parar a los desagües son las botellas de gaseosas, papeles, colillas de cigarrillos, bolsas plásticas y otros residuos, pero también llegan residuos del combustible de los barcos pesqueros. Todo esto aumenta el riesgo de inundaciones y la contaminación se multiplica.

En las costas del Río de la Plata, viven millones de personas, sin embargo, al contrario de lo que sucede apenas a unos kilómetros en aguas uruguayas, los bañistas no pueden disfrutar de un buen chapuzón. No sólo porque no quedaron prácticamente playas en sus riberas, sino por los altos índices de contaminación que se registran.

Las bacterias como enterococos y escherichiacoli se acumulan en la ribera, a los que se suma la presencia de metales pesados como cromo y plomo. A esto hay que agregarle la cantidad de basura que se acumula.

Por su parte, el Instituto de Ciencia e Investigación, afirma que  durante un monitoreo de dos años se detectaron toxinas nocivas para el sistema nervioso que afectan directamente la potabilidad del agua; y por ello exigen un monitoreo continuo.

«Las toxinas que se ha comprobado que existen en el Río de la Plata y el Uruguay, pueden afectar la salud de las personas expuestas a ellos y dañar los ecosistemas acuáticos. También propician el surgimiento de algas unicelulares que generen otras toxinas que alteran el sistema nervioso», explica el resumen de un informe redactado por expertos y que se presentó en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU), hace ya algunos años.

Todos estos estudios no son nuevos, ya llevan años los profesionales del tema trabajando en ello y realizando propuestas a los organismos competentes.

 

BASURALES | Pero el problema no sólo radica en la industrialización y la desidia de algunas embarcaciones que vierten consciente o inconscientemente residuos tóxicos a la fuente fluvial principal de Uruguay; también tiene muchísimo peso la desidia del ciudadano común, que de manera negligente crea una reacción en cadena al tirar basura en las calles y playas. Esto se pone mucho en evidencia durante la temporada estival. El verano, temporada alta, como llaman los comerciantes a esta época del año, es momento en que más se observa en las playas y sitios de recreación, el basural que deja a su paso el ser humano.

Así que todos somos responsables de este desastre natural que estamos causando en nuestro planeta, en el país en el que vivimos, en las playas que visitamos, en donde disfrutamos con nuestros hijos y demás familiares.

Somos, los culpables que al llegar a un balneario, por ejemplo, tengamos que tomar sol al lado de latas vacías de refrescos, o pañales desechados por una madre poco consciente de la herencia y enseñanza que está dándole a su pequeño(a). Hasta que no tomemos conciencia de lo que estamos haciendo, de lo que estamos causando, no detendremos la destrucción del ecosistema en donde vivimos.

Y en cuanto a las autoridades, no es necesario esperar al verano porque es la temporada vacacional y queremos que al comienzo se vea todo lindo, o los días de lluvia después que haya desbordes en las quebradas, o hasta las elecciones para que los ciudadanos los voten. Es tiempo de tomar consciencia y asumir cada uno de nosotros nuestra cuota de responsabilidad.

 

Por Livia Cedeño.

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