En cualquier economía del mundo es dable observar una apropiación concentrada de los bienes e ingresos por parte de una élite. Sin importar cómo se mida, el 20% superior disfruta de más del 50% de la riqueza y el 20% inferior sólo accede a menos del 4% (estimaciones recientes para los EE.UU.).
Publicó la BBC que para la organización británica Oxfam (datos de 2018) “el 82% del dinero que se generó en el mundo en 2017 fue al 1% más rico de la población global”. Para la ONG esta desigualdad se explica por “la evasión de impuestos, la influencia de las empresas en la política, la erosión de los derechos de los trabajadores y el recorte de gastos” (públicos). Todo dentro de la lógica del sistema, claro.
“Los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un 60% de la población mundial), según revela Oxfam en un informe publicado en enero de 2020 (la víspera del Foro Económico Mundial de Davos (Suiza)” (…) “En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza”. (1)
La pandemia y la lógica del sistema -en poco más de un año- aumentaron mucho la riqueza de unos pocos supermillonarios, mientras se profundizó la situación de pobreza de miles de millones de seres humanos.
Oxfam advierte que “si la población del 1% más rico del mundo pagase un impuesto extra del 0,5% sobre la riqueza, en los próximos 10 años sería posible crear 117 millones de empleos en educación, sanidad y cuidado de personas mayores”.
Define Google: “La desigualdad económica es aquella que está relacionada con la distribución de la renta en la sociedad. Estas desigualdades influyen en el nivel de acceso que tienen las personas a los bienes y servicios, y se refleja, sobre todo, en las diferencias de ingresos que dividen a las personas entre ricos y pobres”.
Para las Naciones Unidas “la desigualdad no se trata sólo de la riqueza, el patrimonio neto, o de los ingresos, el sueldo bruto. También puede abarcar la expectativa de vida, la facilidad que tienen las personas para acceder a los servicios de salud, la educación de calidad o los servicios públicos. Hay desigualdades entre los géneros y entre los grupos sociales”.
“Un estudio de Oxfam indica que 26 personas poseen la misma riqueza que 3800 millones de personas. Mientras, más de la cuarta parte de todos los adultos que trabajan son pobres, ganando menos de 3,10 dólares por día”. (2)
En general son muy completos y accesibles los estudios sobre la pobreza. Pero me parece más necesario tener claro el mapa de la riqueza, porque allí están las causas de buena parte de los males de este mundo.
EL PAISITO | En el Uruguay de los años 60, estudios del profesor Vivian Trías mostraron que tan sólo 500 familias -la “oligarquía”- detentaban una porción significativa de la riqueza nacional y eso les permitía apropiarse de un porcentaje importante de los excedentes generados.
En Chile, -un país considerado durante mucho tiempo “modelo” en la región- el 50% de los hogares de menores ingresos tenía un 2,1% de la riqueza neta del país; el 10% concentraba un 66,5% del total y el 1% más acaudalado, concentraba el 26,5% de la riqueza (datos de CEPAL 2017). La distribución de la renta sigue los parámetros que determina la propiedad de la riqueza.
Es unánime la opinión de los organismos especializados: la pandemia del Covid-19 agravó estas situaciones, generó mayor pobreza y concentró en mayor grado aún, la riqueza, los ingresos y el poder. Hoy son realmente pocos los que se atreven a defender que los “malla oro” sean intocables en sus privilegios. Hasta el FMI reclama/recomienda impuestos progresivos para la riqueza y las altas rentas.
Las sociedades capitalistas dependientes no son estados o países en vías de desarrollo. Se trata de organizaciones políticas armadas para perpetuar una situación de subordinación que les reserva un lugar determinado en la economía mundial y las condena, a perpetuidad, al subdesarrollo. Los procesos coloniales marcaron a fuego nuestro presente, somos herederos directos de las injusticias, el saqueo, el racismo, el patriarcado y otras lacras, que vienen del pasado colonial. La conquista y dominación de territorios se apoyó siempre en la religión y las armas, encargadas de convencer o imponer, a los pueblos explotados, el aceptar su destino.
Los procesos emancipatorios conocen de etapas a lo largo del tiempo. En nuestra América las luchas anticoloniales del siglo XIX terminaron de consolidar el despojo a los pueblos originarios y los privilegios de los criollos herederos de los “conquistadores”. Para las rebeliones del siglo XXI los desafíos son otros y los de siempre. Sin integración regional es impensable romper los lazos con el poder internacional representado por un puñado de corporaciones todopoderosas que manejan países a su antojo, de acuerdo a sus intereses. En especial, usan a los EUA como gerente y gendarme del estado de situación imperante. Sin independencia real no es posible establecer un orden de bienestar, justicia e inclusión de todas las personas en ningún país.
HORIZONTE LEJANO | Podrán existir temporadas mejores o menos malas para los pueblos, pero ya vendrán tiempos peores que barrerán con las magras mejoras conseguidas con tanto esfuerzo, tiempo y lucha. Para eso están los Macri, los Bolsonaro, los Piñera, los Duque… los Lacalle. Por otra parte -sin cambios profundos en el sistema- las mejoras que instalen gobiernos “progresistas” como los de Bachelet, CFK, Lula, Evo… Pepe o Tabaré, tendrán importantes limitaciones -dada su dependencia de las “inversiones para el crecimiento”- para redistribuir sin molestar demasiado al capital. Los ciclos se repiten y sólo parecen escapar a esa lógica pocas experiencias, en general de trágico destino. La Cuba de Fidel luce exhausta tras 60 años de bloqueo y agresiones, más allá de logros ejemplares: La Soberana II es ejemplo válido.
La hora de los pueblos es un horizonte lejano, pero como toda utopía sirve para caminar hacia ese horizonte inalcanzable.
Más allá de Cuba, el Chile de Allende, la Nicaragua de Cardenal, la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo… Hay muchos ejemplos de diferentes intentos de procesos emancipatorios que muestran el papel decisivo de las masas… Y el de la intervención extranjera, en contubernio con las elites locales, para cortar de raíz las aspiraciones populares.
Hubo gobiernos de izquierda que parecieron tener éxito. “Sin embargo, el paradigma tuvo un exceso de confianza -en contraste con la evidencia histórica- en que las fuerzas del mercado por sí solas podrían asegurar la mejora continua de la competitividad, la innovación y el empleo, necesarios para el progresivo escalonamiento de la actividad económica y los estándares de vida de la población, con equidad”, advierte Fernando Lugo.
Mientras la región disfrutó los buenos precios de las materias primas y era posible mejorar la situación de las masas sin afectar al capital los gobiernos progresistas desarrollaron políticas inclusivas de redistribución con cierto éxito. Ante la crisis las derechas y el mercado, barrieron con las democracias.
Como dijo Guillermo Chifflet, con la ética y la dignidad que lo distinguían: “compañeras, compañeros, no lo duden: ¡Es imposible maquillar a Frankenstein!”
Por David Rabinovich
1 https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/los-milmillonarios-del-mundo-poseen-mas-riqueza-que-4600-millones-de-personas
2 https://news.un.org/es/story/2019/07/1459341
