Opinión

Signos de inconvivencia (Elucubraciones semanales, de la edición impresa del 11 de agosto)

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Hola, cómo está. Le invito a adentrarse otra vez en el océano desinformativo de cada semana. En las elucubraciones no encontramos mejor forma de pasar la pandemia que riéndonos de todo, incluso de lo serio que es el problema que a la humanidad afecta en este año 20 y de seguro, en los que le seguirán. Con su permiso, desde el siguiente párrafo intentaré encontrarle explicación a mis propias dudas y en una de esas, desasno alguna que usted pueda tener. Vamos entrando en tema si así le parece.

Como viene tan dinámico este tiempo que nos toca compartir en la tierra, sin mucha vuelta le cuento que quedé más que preocupado con lo que casi pasa el martes 4 en la ciudad de San José de Mayo, cuando los trabajadores de una empresa de ómnibus en conflicto -que haciendo uso de su derecho de establecer medidas de fuerza, enlentecían la salida de los coches de su empleador-, estuvieron a media hora de ser retirados a la fuerza por un grupo de choque de la Guardia Republicana, que según el sindicato, fue detenido a tiempo en las inmediaciones de Libertad, pero que se desplazaba hacia la capital josefina con ese propósito, mandatados desde Montevideo.

Si bien -y por suerte-, el hecho no llegó a mayores (intervino mucha gente, según el gremio, incluso de la jefatura local, para que la orden, vaya a saber de quién, fuera cancelada), a uno le empieza a preocupar ya que esto va a comenzar a tomarse como método ante cualquier concentración gremial, porque así lo permite la Ley de Urgente Consideración (LUC), que contiene disposiciones que autorizan al uso de la fuerza represiva del Estado en determinadas hipótesis de conflictos sindicales. Otra de las tantas normas negativas que nos regaló la LUC; esta en particular lo es, porque en lugar de tender a la concordia social, crispa los ánimos y rehúye al diálogo.

La norma incluida en la LUC prohíbe los piquetes (una modalidad de acción sindical que en Uruguay casi no se registra; parece que miran mucha televisión argentina los legisladores multicolores uruguayos), y “preserva” el derecho de quienes quieren asistir a trabajar, según la argumentación oficialista del proyecto que fue Ley promulgada pocos días antes del insuceso en San José.

Si me permite le diré que lo peor que puede pasar es que de una ley que ya de por si es mala, un funcionario o autoridad, haga una interpretación antojadiza de ella, que parecería ser lo que ocurrió el 4 de agosto con la movilización en la terminal maragata, por los testimonios que este escriba pudo recoger. Alguien interpretó que el enlentecimiento de la salida de los turnos de la empresa transportista, era una modalidad de piquete y decidió mandar a la Republicana para disolverlo. Sencillo y rápido.

Le insisto, el tema más complicado es que la fallida acción emprendida en San José, podrá concretarse en otro lugar a la brevedad, porque así lo permite una Ley que aprobó más del 50% del Parlamento uruguayo. Una concentración gremial cualquiera, una movilización de tantas, puede ser interpretada como un piquete o como una acción que impide la circulación en un espacio público y ser disuelta a la fuerza. Podrá ser un privado o el mismo Estado el que recurra a la LUC para reprimir a sus pares, a sus conciudadanos.

Mire, usted enójese conmigo –como tantas veces lo ha hecho ya-, pero yo no puedo no decir nada sobre estas doloras cosas que me preocupan, incluso ahora, más me preocupan que el coronavirus y sus consecuencias: hay un talante represivo bastante instalado en el gobierno (han ocurrido otros incidentes a lo largo y ancho del país que así lo muestran), que entre otras cosas implicará que no sea nada linda la tarea de ser dirigente sindical en este lustro por el que transcurrimos.

Pero hay otra idea con respecto a esto de lo represivo que quizás usted pueda ayudarme a desentrañar. Yo creo que toda norma que prohíbe algo, genera el efecto contrario al deseado, que es evitar que ese algo se haga. Pensar que con recortar el derecho de reunión pública y organizada, impedirán que la gente se reúna, se organice, defienda lo que ha ganado o pelee por lo que le falta, es desconocer el proceso evolutivo de la humanidad, plagado de marchas y contramarchas en la lucha por los derechos de los menos favorecidos o de las grandes mayorías.

Podrán poner mil normas que impidan tal o cual cosa, pero ya encontrarán los sindicatos y las organizaciones sociales, nuevas formas de acción para enfrentar las restricciones a la libertad que nos regaló la LUC, porque no hay camión lanza agua que pueda contra la gente organizada.

Y en este punto aprovecho para emprender la retirada hacia otras temáticas, aunque como siempre le digo, todo tiene que ver con todo, pero además le agrego que el todo y la nada son hermanos separados al nacer, por eso el segundo asunto a tratar también tiene que ver con la convivencia y la seguridad.

¡Explotó Puntas de Valdez! Los jóvenes del 61 (yo sé que hay gente que no le gusta que le diga así al pueblo, pero el 61 será siempre el 61), se rebelaron contra el edil Alfredo D’andrea , que en una media hora previa de la Junta Departamental pidió que la Intendencia quite un deck que por iniciativa popular, mayoritariamente de los jóvenes de la localidad (cansados de no tener un punto de encuentro en su lugar), se construyó sobre la ruta vieja.

Desde la noche del viernes 7, cuando se conoció el tenor de la intervención de D’andrea, llovieron las críticas hacia él y también las muestras de defensa del lugar que ganaron los jóvenes. El argumento del Edil es entendible, el descanso de quienes madrugan para trabajar, pero lo que no parece lógica es la idea de destruir el sitio.

Todos saben que el lugar no cuenta con los permisos correspondientes, que fue construido irregularmente, pero por lo que cuentan –y se ve en las fotografías que han estado circulando estos días-, ya es un lugar visitado y disfrutado por jóvenes y no tan jóvenes, así que en lugar de quitarlo, estaría bueno que se apostara al diálogo. Un espacio público se hace necesario en Puntas de Valdez –por lo que sabe el escriba, esto es un sentimiento unánime en el 61-, pero como siempre ocurre, las demandas de la gente son ahora y los tiempos de lo público son inciertos. En comprenderse unos y otros, está la gracia, pero si se “cagan a piedrazos” no habrá convivencia. Por último, si me permite –se lo ato con el tema inicial de la edición elucubradora-, todo acto que no apueste a convivir, que recurra a la violencia, al recorte, a la destrucción, genera una mayor reacción.

Me retiro después de una edición elucubradora bien departamental, hace tiempo que no ocurría. ¿Vio que no le hablé de los casos de coronavirus de Libertad? Le dije que había cosas que me preocupaban más, es que creo que con el COVID-19 deberemos aprender (ya lo estamos haciendo), a convivir, pero a la violencia no podemos dejarla ganar. Por lo menos, esa es la visión de un escriba de pueblo, que termina su texto en este preciso momento.

Por Javier Perdomo.

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