Tan poco es el tiempo que queda para el ballotage que uno no sabe si quedarse analizando lo pasado o elucubrar sobre lo que vendrá. En realidad, habría que hacer un poco de ambas cosas porque estamos en un mes que define los próximos cinco años de las vidas de todas y todos. Porque aunque usted me venga con la cantinela de “son todos iguales” y “a mí ningún político me dio nada”, nunca es indiferente que gobiernen los unos o que gobiernen los otros, aunque usted crea que son todos iguales.
Así le recibo, dándole la bienvenida en el segundo párrafo, porque el inicial me salió tan redondamente provocativo, que no le cambio nada, se lo dejo así igualito a como está y le cuento que usted ha llegado a una de las columnas elucubradoras previa al ballotage. De acá en más, será responsabilidad suya el voto que el alma le pronuncie; el autor de estas líneas, ni siquiera capaz es, de hacerse responsable de sus dichos, menos se podrá hacer cargo de las decisiones que sus lectores tomen en el cuarto secreto.
Sin más preámbulos le cuento que en la columna de la semana pasada no dio para hacer comentarios respecto al resultado del plebiscito sobre seguridad social y antes de mirar hacia adelante quería decirle alguna cosa de ello. Los dos plebiscitos tuvieron una votación aceptable; en el entorno del 40% de los uruguayos votó a favor de los allanamientos nocturnos y otro 40% rechaza las administradoras privadas de pensiones (que eran el argumento central de los que defendían y los que atacaban al vigente sistema previsional).
Sin embargo, el 40% del apoyo al plebiscito de la seguridad social tiene mayor mérito subjetivo, ya que los que votaron por los allanamientos -la papeleta amarilla-, la llevaban junto a su lista preferida porque los partidos que promovían la iniciativa así las entregaban, en cambio el Sí blanco o la persona lo llevaba o lo debía tomar del cuarto secreto porque era un plebiscito huérfano de respaldos partidarios. El Sí sobre seguridad social fue un voto absolutamente convencido de lo que se definía; quienes lo votaron lo hicieron por encima de la voluntad de sus propios líderes y eso agiganta lo logrado.
¿Quiénes fueron parte de ese 40%? Bueno, sin dudas los que votaron a los sectores del FA que respaldaban la iniciativa plebiscitaria -que anduvieron por debajo de sus expectativas electorales-, un puñado de gente que votó en blanco pero puso el Sí (unos 30 mil), los votantes de Salle y una porción significativa de votantes de la “colisión” multicolor, pero el grueso del voto al Sí blanco provino de quienes votaron listas de los grupos frenteamplistas que no apoyaban la reforma impulsada por la central sindical.
Esto significa que más del 70% de los votantes de la mayor organización política del país, están en contra del sistema de capitalización individual de la seguridad social, aunque esto implique “desobedecer” a los líderes. Esta es una voz que debería ser escuchada con atención por la organización política y creo que no lo está haciendo. Ante la sorpresa de la votación, sus dirigentes intentan ensayar excusas; reconocen que 40% fue mucho pero declaran que el tema quedó laudado por la ciudadanía y la sacan fácil con la prometida convocatoria al diálogo social.
No me malentienda, no es que no considere buena la idea del diálogo social en este y otros temas, pero el gobierno -sea cual sea-, siempre es mano y cuando llama a dialogar tiene que poner algo sobre la mesa. El punto de partida para cada diálogo es responsabilidad del que convoca y la verdad sea dicha, no tengo grandes expectativas en esta convocatoria dialoguista y creo que el movimiento social que estuvo detrás del plebiscito, además de concurrir a dialogar, debería seguir buscando alternativas para alcanzar el objetivo final, que es eliminar el actual sistema de capitalización individual, porque doy como un hecho que si este plebiscito se hubiera planteado en otro momento y no junto a las elecciones nacionales, muy otro podría haber sido su resultado final.
Pero de nada vale especular ya, tan solo hay que darle vuelta a la página y esperar lo que depare la lucha futura de los movimientos sociales. Por ahora es tiempo de elegir Presidente y no tienen mucho tiempo para definirse los que aún no se definieron. Cuando este ejemplar esté en la calle faltarán apenas 12 días para la segunda vuelta. Salió la primera de las encuestas de las muchas que se conocerán en estos días. Le da una leve mayoría a Orsi sobre Delgado pero no se la juegan sus hacedores, no son enfáticos en sus apreciaciones finales, porque la diferencia está en lo que es el margen de error de toda encuesta.
Lo cierto es que en la coalición multicolor, republicana o como quiera llamarle, hay mucho nerviosismo. La mueca, de entre desagrado y desazón, que pone Manini Ríos en cada uno de los actos con los líderes multicolores es un poema del momento de los coaligados; la flamante incorporación de Lust como líder, puesto con sus menos de 20 mil votos al mismo nivel que Mieres y el generalito, es síntoma de la necesidad multicolor de mostrar que son más que blancos y colorados unidos, pero no les sale bien, más bien todo lo contrario.
Resultó bastante sorprendente la rapidez con la que salió el programa de gobierno de los coaligados; dos o tres reuniones y una foto más (Manini Ríos siempre con su mueca de “me quiero ir para casa, ya”), con un manojito de hojas en la mano cada uno de ellos, diciendo que Delgado era el único candidato que tenía un programa de gobierno. Si se lee un poco apenas, uno se encuentra con un mundo de generalidades, lugares comunes, buenas intenciones y la reiteración de propuestas del acuerdo para las elecciones de 2019, del que por supuesto nadie se acuerda ya.
Por suerte para los coaligados casi nadie lee los programas de gobierno, a no ser los eventuales contrincantes políticos, algunos periodistas (ni siquiera todos), y los politólogos. La gente común y corriente no se acerca a un documento de esos ni estando borracha y tan solo confía en lo que le dicen sus líderes partidarios o sectoriales, porque es más fácil confiar que leer esos mamotretos aburridos.
El 24 de noviembre se define en qué país viviremos en los próximos cinco años. Es un período de tiempo muy importante en la historia personal de cualquiera, como para no ser bien conscientes de lo que estamos introduciendo en la urna. En la próxima edición elucubradora seguiremos profundizando en la instancia del último domingo del mes.
Antes de la retirada, un comentario internacional a partir del triunfo de Trump. Hace cuatro años atrás pensé que era imposible que volviera a gobernar (por su edad y por el rechazo que generaba), pero el Partido Demócrata se enfrascó en dos guerras sin sentido, aportó miles de millones de dólares para sostener al ejército ucraniano y respalda a capa y espada, con otros miles de millones y armas, el genocidio del Estado de Israel en Palestina, mientras su gente se apila en las calles de las grandes ciudades porque no tiene que comer. Entonces, era difícil que una opción diferente a la del senil Biden no ganara. Se vienen tiempos más que complejos para el mundo.
Dichas estas cosas le cuento que acá finaliza esta edición de entre elecciones. En siete días estaremos mucho más cerca de la definición, así que habrá mucho de lo que escribir. Acá le espero.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.