Elucubraciones

Elucubraciones semanales: «Sociedad en pausa»

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Comenzar una edición elucubradora sin saber cuál será el resultado electoral y aun así decir algo que pueda generar interés es todo un desafío. Podría hablar de los pajaritos y dejar que el yo serio, en otra página, hable de lo que digan las urnas, pero el nada humilde escriba de pueblo se niega a tener que esperar una semana para opinar de lo sentenciado el domingo, por lo cual se hablará de bueyes perdidos en los primeros párrafos (demasiadas referencias animalistas para una introducción), y cuando menos se lo espere, en caliente, estaremos hablando de números. Allá vamos.

Debo confesarle que me molesta darme cuenta que he caído en lugares comunes, repitiendo lo que dicen en la tevé y también en la calle. En la edición anterior me sumé al coro de quienes dijeron que la campaña que acaba de terminar fue chata, aburrida, sin propuestas, pero mientras releía lo ya publicado me pregunté cuál de las campañas que he vivido no ha sido chata para alguien, en cuál de ellas no hubo alguien que se quejó de la falta de propuestas o de la falta de claridad de los candidatos. En ninguna.

Es que los tiempos de campaña (esos dos meses previos a la fecha de la elección en los que el stablishment político se moviliza de un lado a otro), no son tiempos para andar hablando mucho de propuestas concretas, más bien son épocas para apelar a la emotividad, a la pertenencia a una idea o a un grupo identitario, a los íconos del pasado de cada colectividad partidaria. Son tiempos para que la militancia partidaria se identifique y trabaje en pos de los objetivos fijados, que para algunos puede ser ganar la Presidencia, para otros entrar al Parlamento y para otros, llegar al Senado o incluso puede haber quienes busquen sondear sus posibilidades para las departamentales del año próximo.

Que usted me dice que eso fue lo que faltó, que faltó la gente y su emotividad. Y bueno, le reconozco que es así, que la gente faltó a la cita, que apenas se movilizó en la última semana y media previa al 27, pero le anuncio desde ya que mientras sigamos con el actual sistema electoral va a seguir faltando más gente, porque ya no se bancan dos años de procesos electorales (y dos años siendo muy generoso, porque por ejemplo, ahora tenemos un Presidente en funciones que ya está comenzando su campaña para las elecciones próximas).

Si se quiere motivar a la participación, es tiempo de abreviar los procesos; hay que eliminar las elecciones internas, que los partidos elijan a su candidato único de la forma en que lo deseen (elección interna partidaria, decisión de cúpulas, congreso, lo que les resulte mejor), y hacer más flexible el balotaje. No puede ser que un partido que le saca casi 20 puntos al segundo (como ocurrió el domingo), o que obtiene la mayoría parlamentaria (en este caso en una cámara), deba validar su triunfo electoral en una segunda vuelta.

Con sólo esos dos ajustes el proceso sería menos desgastante para la ciudadanía, que se puede ahorrar dos idas a las urnas y también sería un alivio para las arcas de los partidos y para las del mismo Estado, que es el que termina financiando una buena parte de cada ciclo electoral.

¿Sabe lo que me sorprende? Que nadie se cuestione estas cosas, que estén todos conformes con este estado de situación. Es más, desde el rol de periodista le pregunté a Yamandú Orsi si no era tiempo de meter mano al proceso electoral y me quedó mirando, casi asombrado, como diciendo que no se le había pasado por la cabeza. Al final la respuesta fue sí pero no, porque me reconoció que le gustaba este sistema.

Bueno, quizás la próxima campaña electoral termine siendo de una semana, si se le sigue dando argumentos a quienes dicen, por ejemplo, que a los políticos sólo les interesa acomodarse después de cada elección.

Otro elemento que resulta obsoleto de la ley electoral en Uruguay -le comento antes de dejar espacio para el primer comentario de los datos-, es la veda publicitaria. Es decir, creo que es una disposición positiva, que está bueno parar la marea de mensajes proselitistas un par de días antes de ir a sufragar, para dar tiempo al pensamiento, al análisis, pero eso es impracticable en este tiempo de internet y de redes sociales, que no existían cuando se redactó la ley y que por lo tanto, no tiene restricciones; para ellas, la veda no aplica en la web.

Así fue que durante todo el fin de semana nos bombardearon con mensajes electorales por la web. Usted intentaba ver algo en YouTube y era un desfile de publicidades de todos los sectores. Me aburrí de ver al futuro ex senador Sartori diciéndome que iba a trabajar por mí (me daban ganas de reírme, pero por suerte lo podía detener en el momento exacto en que me hacía esa promesa), a Ojeda anunciándome que estaba a un punto de Delgado o a Yamandú contando que lo que hizo en Canelones lo quería hacer en el país. Fue permanente, una atrás de la otra y lo mejor de todo sabe qué fue, que cuando ya se habían cerrado los circuitos, seguían apareciendo pautas electorales uruguayas.

¿Ante esto, qué sentido tiene que se siga restringiendo la publicidad en los medios tradicionales? Ninguna. Así que para la próxima instancia electoral, veda para todos o para nadie debería ser la pelea a dar por parte de los titulares de los medios de comunicación. Eso sí, como parte de un paquete de reformas, no como un simple maquillaje para algunos medios, como los que se han visto en este período.

¿Y qué le digo de los resultados? Cuando estas líneas se escriben, Cabildo Abierto quedó fuera del Senado, apenas tendrá dos diputados, y el Partido Independiente seguirá con un Diputado. A Salle no está claro aún si le dio para llegar al Senado y todos los demás partidos no figuraron. La Unidad Popular-Frente de los Trabajadores deberá rever su estrategia porque por segunda elección queda fuera del Parlamento.

El Partido Colorado con Andrés Ojeda a la cabeza mejoró respecto a la elección pasada y es el partido que apuntala la votación de la coalición porque el Partido Nacional votó mejor que lo que anunciaban las encuestas, pero un poco menos que la elección anterior. La coalición republicana de esta forma, queda circunscripta al peso de los partidos tradicionales, ya que los dos partidos menores no llegan a representar el cuatro por ciento de los electores coalicionistas.

¿Y el Frente Amplio? Comparada con las anteriores elecciones fue una muy buena votación la que tuvo, pero no alcanzó los guarismos que esperaba su dirigencia y su militancia, mucha de la cual, se daba ganadora en la primera vuelta. Incluso, ese era el ánimo sobre las 6 o 7 de la tarde del domingo, pero lejos estuvo de ser así.

¿Qué pasará el 24 de noviembre? Bueno, usted piensa que uno es adivino. No le voy a dar ningún vaticinio porque ni los resultados finales definitivos se conocen aún. Lo cierto es que ninguno de los dos bloques quedó conforme del todo, pero tampoco hay sentimiento de derrota en nadie, quedamos en un limbo espiritual, suspendidos, esperando que pase este “mesesito” que se nos viene para saber lo que nos depara el destino que marca las urnas.

El partido quedó abierto, hay segunda vuelta y allí se jugará todo el pastel, mientras tanto, nosotros seguimos acá, tratando de entender lo que sucede a nuestro alrededor sin entendernos a nosotros mismos. En siete días habrá más claridad; ahí la seguimos.

Imagen de archivo.

Por Javier Perdomo.

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