No me pida que comience esta edición elucubradora haciendo alguna referencia a cómo está el tiempo. Cuando empiezo a tirar las primeras líneas de este texto hay anunciadas precipitaciones, pero ya no me animo a hacer ningún pronóstico con tanto cambio climático y pasiones parlamentarias desatadas; en lo que sí me la juego es a contarle mis sentires sobre algunos asuntos de la agenda noticiosa de este país, así que si a usted le parece bien, al saltar el renglón, vamos comenzando.
Yo sé que usted se asombra cuando le cuento que veo las transmisiones de las sesiones parlamentarias, sé que se pregunta si no tengo algo más interesante en la vida para hacer y la verdad sea dicha, quizás haya cosas más importantes en las que pudiera ocupar mi tiempo, pero la verdad que me gusta verlas, porque soy de los que todavía cree que hay nobleza en la actividad política, por más que haya personas innobles que la ejerzan. Y además, el asunto que motivó la última sesión que vi, era de especial interés ciudadano.
Fue eso lo que me llevó a interesarme por ver la interpelación del miércoles 17 en el Senado de la República a los ministros de Ambiente y Salud por el tema de la escasez del agua en Montevideo y Canelones. No es que me la haya visto de principio a fin, no, tan solo fueron ratos los que vi, con varias interrupciones por temas laborales. La abandoné definitivamente sobre las 19 horas y como siempre me ocurre, me perdí algunos de los momentos interesantes que tuvo, pero de igual forma quedé con un panorama claro de los posicionamientos de los dos bloques parlamentarios.
Por supuesto que no se podía esperar consecuencia alguna al término de la sesión -oficialistas declarándose satisfechos y opositores pidiendo la renuncia, que nunca ocurre, de tal o cual jerarca-, pero sí uno podía suponer, esperar, desear, que para impactar ante la opinión pública, el oficialismo anunciara en su transcurso alguna medida trascendente, pero eso estuvo lejos de ocurrir. Otra vez, todo se centralizó en el argumento de acusar a la actual oposición de todo lo que está mal -en este caso-, en OSE y por lo que supuestamente no hizo cuando era gobierno.
Le buscan tanto la vuelta para seguir sin hacerse cargo, que metieron el Antel Arena de por medio (referencia ineludible para ser un buen antifrenteamplista, pero al que la mayoría ha ido alguna vez desde que se inauguró), diciendo que no se debería haber hecho el arena y si hacer Casupá, que se tendría que haber invertido ese dinero en soluciones para el agua y blah, blah, blah.
A este escriba de pueblo le parece que no pueden seguir tan obsesionados con el Antel Arena, ya debería ser una discusión terminada. Te gusta, no te gusta; salió mucho, salió lo que correspondía; no sé, ya está, ya está hecho y no creo que nadie, a esta altura del partido, se le cruce por la cabeza tirarlo abajo.
Pero además, estoy seguro que para el anterior gobierno, nunca se trató de hacer una obra u otra, son planes, proyectos de grandes inversiones que corren por carriles diferentes y además estoy seguro que si hoy transitáramos la cuarta administración frenteamplista, esta dicotomía no existiría, porque habría Antel Arena y la presa de Casupá estaría rumbo a culminarse y la escasez de lluvias se vería con otros ojos, por lo menos en el abastecimiento del agua. Lo que pasa es que la elección de 2019 cambió el gobierno y con él cambiaron las prioridades de los gobernantes. Ese es un hecho objetivo, lo subjetivo son los resultados de esos cambios.
Pero a toda esta discusión sobre si agua sí y el arena no, yo le quería agregar algo más. Recuerdo estar en mi más tierna adolescencia -primer gobierno de Sanguinetti-, y buscar alternativas para los días sábados -creo que era a partir de las 18-, poder entretenerme durante el rato que duraba el corte de luz programado (no podía escuchar música ni ver tele), porque no llovía y las represas no generaban energía. No sé cuánto duró esa situación porque la memoria no es tan fina, pero si lo tengo archivado es porque era algo que nos marcaba a los gurises de mi edad; era un momento triste, de un país muy gris, que entre otras cosas desconfiaba de sus jóvenes, pero esa es otra discusión.
¿Usted se imagina cómo estaríamos ahora si continuáramos teniendo una única fuente de generación de energía eléctrica? ¿Se imagina qué pasaría si no se hubiera invertido en la generación de energía eólica, en las centrales -térmica y de ciclo combinado-, que tenemos en San José, en la energía solar, en la interconexión eléctrica con los países limítrofes? Bueno, a esta altura de los acontecimientos habría quienes estarían cuestionando hasta si era prioritario alimentar a los gurises en las escuelas o invertir en algunas de las alternativas mencionadas arriba.
Por eso es muy relativo decir se hizo tal cosa cuando se debería haber hecho tal otra. Todo tiene sus procesos y ciclos y el ciclo del agua es más lento que el de la energía y las comunicaciones en Uruguay. OSE siempre ha ido atrás, pero igual hacía fuerza para ponerse a tiro de las más grandes, pero al final no lo logró y se retrasó más que las otras, que por inacción gubernamental, también se están retrasando.
Una factura para el frenteamplismo: no me olvido que aprobaron la ley de riego, que tenía espíritu privatizador y concentrador en manos del capital del bien tan preciado. Tampoco me olvido que no se llegó a las firmas para plebiscitar la derogación de esa ley; entre otras cosas, porque la gente no estaba preocupada por el agua, solo le interesaba consumir cosas nuevas. Quizás también haya que revisar eso, además de negarse al privatizador Arazatí.
Y bueno, ya está quedando poco espacio, pero antes de la retirada quería comentarle algo que me impactó. En estos días hubo una ocupación liceal, en el Zorrilla de Montevideo. Los alumnos tomaron la medida procurando que las autoridades educativas les dieran corte ante hechos de violencia que han estado ocurriendo en su entorno (seguro usted que está más atenta/o a la crónica policial lo tenga más claro que yo), pero la respuesta que recibieron fue una orden de desalojo.
Hasta ahí lo esperable a partir de la LUC y lo que se ha visto de las ocupaciones en el IAVA, pero lo sorprendente fue el despliegue policial que hicieron. Fuerzas de choque para desalojar a gurises de 15 o 16 años. Una fuerza desmedida y provocadora que no debería ser usada nunca, menos contra adolescentes.
Me parece que se lo he dicho alguna que otra vez, pero se lo reitero por las dudas, creo con firmeza que eso de pretender demostrar autoridad a partir del ejercicio de la fuerza es una estrategia que a mediano plazo termina siendo poco efectiva para el que la aplica. Las sociedades reprimidas por algún lugar explotan, por eso sería saludable que el gobierno bajara la intensidad de ese tipo de demostraciones de autoridad, que en el fondo ocultan miedo y rechazo a las diferencias de visiones en una sociedad.
Debo ir cerrando ya. Lo antedicho merece un mayor desarrollo pero el espacio es tan tirano como el tiempo y este texto, pronto, debe tener punto final, por lo tanto quedo comprometido a decirle algo más sobre la autoridad, el uso de la fuerza y las formas que utiliza el actual gobierno al respecto. Uno no sabe si podrá cumplirle o no, pero por lo menos tenemos una excusa para continuar. En siete días, acá, en la página 4, del pasquín de pueblo.
Por Javier Perdomo.
*Imagen ilustrativa: Central de Ciclo Combinado de Puntas del Tigre, San José (tomada de la web).