Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 23/03/2021: «Referencias pandémicas»

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Le voy pidiendo permiso para ingresar en su burbuja, ahora que el escriba lentamente sale de su cuarentena pandémica. Es para hablarle de las cosas que no podemos dejar pasar, aunque todos pasen a su lado como sin verlas. Es que las elucubraciones tienen ese qué se yo, que a nadie le interesan pero que igual terminan por captar la atención. Bienvenidos a la columna que no avanza si usted no la lee, pero que se dispone a decir lo que se le vaya ocurriendo en el camino, así que si está usted de acuerdo, a renglón seguido, comenzamos.

Comienzo sin mucho preámbulo. El gobierno multicolor decidió continuar por el fácil y nada efectivo camino de limitar el derecho de reunión para combatir la pandemia. Otra vez estamos ante la expresión más descarnada de un estado policíaco, selectivo y focalizado en los pobres -como ya ha quedado demostrado respecto a qué tipo de “aglomeraciones” se “disuelven”-, a partir de lo aprobado por el Parlamento en dos ocasiones anteriores y que ahora se extendió por cuatro meses más, con la excusa de cuidar la salud.

Mire, yo no soy médico, ni enfermero ni nutricionista (más bien necesito que me nutran), pero me parece que este tipo de medidas sirven para sacarse la foto al aprobarlas (buscando el apoyo de los más espantados por la pandemia y por la inseguridad), pero están lejos de aportar algo en el efectivo combate contra el coronavirus, enfermedad que se le fue de las manos al gobierno -y al país todo-, desde mediados de noviembre de 2020 en adelante.

Reprimir nunca es la forma, menos cuando se hace con la excusa de cuidar la salud del reprimido. Los ciudadanos no somos parte de una manada que debe ser arreada hacia el corral a espuelazos. Hay que cambiar la estrategia, no puede ser que todo se piense arreglar apretando a la gente, obligándola a encerrarse sin brindarle soluciones mínimas a los problemas que genera ese encierro (por ejemplo, esa absurda manía de todo ser humano por comer todos los días y en lo posible, más de una vez al día).

Yo entiendo que esta es una situación inédita y que muchas de las cosas que están saliendo mal es porque todo es nuevo y hay que ir dando respuesta rápida a cada nueva urgencia que va provocando la pandemia (por ejemplo, los problemas con la famosa agenda de vacunación con la que todos andaban molestos estos días), pero no se sostiene más una actitud represiva con la excusa de evitar la propagación del virus.

Lo dicen los honorarios científicos -no este insignificante escriba de pueblo-, estar al aire libre es positivo, no usen más la excusa del virus para aplicar un modelo de control dirigido al pobre, al no alineado, que son los primeros sospechosos, objeto de persecución y hostigamiento (como el sufrido por los tres pibes a los que se les obligó a borrar imágenes de sus celulares a punta de patadas en Montevideo).

Vuelvo a insistirle con la idea expresada en anteriores elucubraciones, volvemos a tener una Policía hosca, en lugar de una Policía inteligente, pero me he olvidado de decirle en anteriores ocasiones que es el Parlamento el que vota las leyes que vuelven a la Policía más bruta y menos humana y esta nueva iniciativa del gobierno, avalada por la coalición sigue yendo en el mismo sentido. Mismas recetas de siempre con cero resultado… Bueno, no, quizás tenga el verdadero resultado esperado, sí, generar miedo entre los jóvenes pobres y entre los no integrados a la sociedad de consumo, porque por lo que se ha visto, las aglomeraciones en centros comerciales, no son aglomeraciones.

Pero bueno, ya me descargué, discúlpeme, usted tiene claro que yo no sé nada de nada y que escribo porque la hoja de Word es gratis (¿se imagina las elucubraciones hechas con una vieja máquina de escribir? Serían más horrendas que ahora y debería gastar una resma de papel para dar por finalizada cada edición). Sigamos.

Ya le había prometido que de pandemia en lo posible no le iba a hablar, pero resulta que, otra vez, no hay una sola cosa que no esté salpicada por el “cobicho” y sus circunstancias. Circunstancialmente se me ocurre que podría hablarle de la opresión que significa la espera del resultado de un hisopado; también podría hablarle de las demoras del sistema, de los niños llorando mientras les introducen el hisopo o del creciente agotamiento y saturación de la gente de la salud, de los comercios que ven su existencia en peligro porque la gente compra lo mínimo para subsistir, de la soledad de las noches en las calles, de los bares vacíos, del miedo incrustado en la psiquis de todos, del malhumor como norma.

Podría hablarle de la desesperación de la gente que no puede trabajar porque restringen su actividad, podría hablarle de las manifestaciones, de las familias que no saben qué hacer con sus hijos mientras van a trabajar porque la escuela está cerrada o les dicen que no los manden, podría criticarle al GACH (en Uruguay ya dejamos de ser todos técnicos de fútbol y ahora somos todos científicos), cuestionarle las vacunas o hablarle de la plandemia con Bill Gates y Soros conspirando contra la humanidad.

Podría hablarle de lo que quisiera, pero todo, todo, desemboca en la pandemia; toda conversación culmina -a veces empieza-, con una referencia “coronaviruresca” y por ello me siento limitado en mi capacidad de expresión.

Así que bueno, cansado de no encontrar otra cosa sobre la que hablarle, le hablo de las vacunas. El gobierno estuvo muy preocupado al comienzo de la campaña de vacunación porque había pocos brazos (también problemas con la inscripción), pero a mí me dio mucha gracia ver quiénes eran los principales portavoces gubernamentales promoviendo la vacunación, los que salían a poner la cara pidiendo a la gente que vacunara.

Los primeros en salir a “pedirnos” a los orientales que nos inoculáramos fueron Pablo Mieres y Larrañaga y la verdad que me quedé pensando si es cierto que quieren que nos vacunemos, porque si hay algo que no tomaría en cuenta en mi vida sería un consejo de Mieres o del “Guapo”. Si ellos me dicen vacunate, sin dudas que me genera más rechazo la vacunación.

A esta altura de los acontecimientos -y ya para ir cerrando y dejando las ironías de lado-, más allá que los índices de vacunación mejoraron, el problema central que tiene este gobierno es el de la credibilidad (a pesar de todas las encuestas positivas); la gran mayoría de los uruguayos duda de sus gobernantes, incluso entre los multicolores (por más que lo hayan votado porque querían sacar a los comunistas), y uno intuye que aunque nadie lo diga ni lo quiera reconocer, hay muchos que están preguntándose “qué hice”.

Cierra por acá esta edición elucubradora de fines de marzo. Ahora le vamos a dar un descanso por una semana. Vuelve el espacio que todo lo permite en abril, para seguir diciendo las cosas que a algunos no les gusta y que otros disfrutan. Así es el derecho de libertad de expresión, libre para elucubrar y trasladarlo a una hoja de Word. Hasta el mes que viene entonces.

Por Javier Perdomo.

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