Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 22/12/2020: «No se hace cargo»

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Llego hasta ustedes para comenzar a despedir el año; es la penúltima edición de su periódico por el año 20 y como no sé si voy a tener ganas de elucubrar para la semana del 29, después de todo el jolgorio por el que habré pasado en la fiesta navideña, comienzo la despedida desde ya. ¿Qué por qué se me da por hacer fiestita justo ahora que las están prohibiendo, cuando mis últimas navidades se han parecido a invernales domingos? Bueno, es que usted sabe que a mí me gusta ir contra la corriente y cuando comienzan a imponerse prohibiciones, más me empeño en hacer lo prohibido. Por ahora parece que no prohíben pensar ni escribir, así que antes que lo quieran hacer, reivindiquemos el libre pensamiento, elucubrando como se merece este momento. Bienvenidas/os sean.

Comienzo reivindicando otra vez a Ramón Méndez, que se salteó lo “políticamente correcto” y nos adelantó lo que iba a ocurrir, por lo cual fue vilipendiado por propios y ajenos. Los 500 casos por día que pronosticó ya los pasamos y es más, los científicos honorarios –a los que Méndez cuestionó-, dijeron ahora que si no se hace algo vamos a llegar a 1200 casos diarios, con todo el descontrol que esto significa. Así que vayan todos corriendo y me le piden perdón al pobre Ramón, que más que en una burbuja debe estar encerrado en la piecita del fondo de su casa, lamiéndose las heridas, después de todo lo que le pegaron por decir lo que percibía.

Hecha esta introducción, paso ahora a decirle que otra vez me quedé con la sensación de estar ante la nada, ante el vacío absoluto, escuchando al presidente Lacalle Pou las otras noches. La del día 16, fue una conferencia-cadena en la que dijo –ya casi como una muletilla que le quedó de la campaña-, que se hacía cargo, pero uno se queda con la sensación de que no se está haciendo cargo de nada. Volvió a cargarle la responsabilidad a la gente e improvisó una nueva serie de restricciones y limitaciones –que ni siquiera los científicos ven como necesarias porque el problema no está en los espacios abiertos-, a una población cada vez más complicada económicamente y a la cual no le dio una mínima perspectiva de respaldo estatal, de forma de poder hacer frente a las dificultades que genera esta reducción más intensa de la movilidad.

Está todo muy bien con eso de limitar la movilidad para evitar que el virus se propague aún más, creo que es poca la gente que se opone a esto porque cada vez hay más conciencia que estamos ante un verdadero problema de salud pública, pero ¿quién absorbe las consecuencias económicas que genera esa inmovilidad? ¿Cómo sobreviven los que no reciben prestaciones de ningún tipo, pero se les prohíbe trabajar? ¿Cómo pagan los pequeños y micro empresarios sus impuestos y los sueldos si no se le permiten generar ingresos a partir del trabajo?

Se suspenden las actividades de carnaval, el fútbol, los eventos sociales, los festivales, cierres de cursos, fiestitas de fin de año y ¿qué pasa con los miles y miles que viven alrededor de estos eventos? ¿Dónde está el Estado, cuando toda esa gente se queda sin ingresos? No se le escuchó una sola medida enfocada a paliar en algo la situación en la que queda –quedamos, porque también los medios vemos menguada la posibilidad de generar ingresos extras a partir de los eventos masivos-, una buena parte de la sociedad uruguaya.

Usted me va a perdonar que yo siga insistiendo en esto, pero lo que pasa es que el Estado no está presente –como está dejando de estar en un montón de áreas de la vida de los uruguayos-, porque el actual gobierno, filosóficamente entiende que no debe intervenir y por eso cuando el Presidente insiste tanto con la idea de libertad –también cuando habla de “libertad responsable”-, en realidad no se refiere a las libertades públicas (de asociación, reunión, de prensa, de pensamiento, etcétera, etcétera), sino a la libertad de mercado, mundo en el que, por lo general, los grandes se devoran a los chicos (por eso uno que es petiso no remonta, valga la burda ironía), y si no hay alguien que respalde y/o proteja a estos últimos –los más infelices-, se profundizan las desigualdades. Más en un escenario de pandemia.

Por esto es que el Presidente se hace cargo de no hacerse cargo. En medio de una situación inédita a nivel mundial, el Uruguay se distingue por ser de los que menos ha invertido en los que la están pasando mal (lo dicen organismos internacionales, no este escriba de pueblo, que no es para nada humilde pero reconoce que no sabe nada de economía), porque nos tocó en suerte –justo en este momento-, un gobierno que cree que todo debe quedar librado al accionar de las fuerzas económicas que mágicamente generarán un sistema equilibrado que deje conforme a todos los actores sociales.

Yo lo siento si usted es seguidor/a de este periódico y le molestan los cuestionamientos a quienes nos gobiernan, pero es lo que me surge al ver su accionar. Es muy triste ver tanta desidia (parafraseando al propio presi), tanta prescindencia, tanto desinterés por los que peor la están pasando (darles una canastas de alimentos o aumentar un poquito el plan de emergencia, no es hacerse cargo), así que mientras pueda comunicar mis sentires lo seguiré haciendo por más que alguno se moleste y nos quiera abandonar por ello.

Bueno, paso raya y dejo a un lado al Presidente que no se hace cargo, para hacerme cargo de encarar la despedida previa a la fiesta navideña (no se preocupe, es casi seguro que habrá elucubraciones de fin de año), reconociéndole que ha sido satisfactorio hacer esta columna por un año más, aunque nos haya costado alguna baja de lectores (tres o cuatro por esa razón, tranquila/o, tampoco fueron tantos), por decir sin medir las consecuencias en un año que nos trajo cambios demasiado abruptos a los habitantes de este rincón del sur, en el que estamos acostumbrados a la progresividad de las cosas.

Yo le soy sincero, me cuesta mucho decirle “felices fiestas” en este escenario; me resulta difícil desdoblarme (aunque el elucubrador sea una especie de alter ego del periodista), olvidar y celebrar como si nada ocurriera, porque están sucediendo cosas jodidas y lo peor es que estoy convencido que van a seguir ocurriendo en el venidero año.

De todas formas, el cierre de esta columna elucubradora debe ser leído como una declaración de lucha contra la apatía y el desencanto. El año 21 nos encontrará otra vez acá, intentando transformar nuestro mundo a través de la libertad escritora. No es mucho, pero es lo que uno sabe hacer para cambiar su mundo y el circundante.

Así que la despedida es diciendo que pasen lo mejor que puedan y en siete días esperamos estar por acá para completar la despedida del año. No será fácil, pero tampoco imposible, militar por la alegría de un tiempo mejor. Hasta la próxima.

Por Javier Perdomo.

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