Con enormes dudas sobre qué temática desarrollar, comienza una nueva edición de la columna elucubradora. Contando con la complicidad de algunos lectores que siempre están aportando sentires, seguramente iremos encontrándole la vuelta para que este texto sea atractivo, tanto para alabarlo como para defenestrarlo. Es que si un texto no provoca algo –bueno o malo-, es mejor no hacerlo, porque pasará inadvertido en la marisma de un tiempo esencialmente visual. Bienvenidos al espacio que se cuestiona su propia existencia, antes de cuestionar a los demás. Si le parece, arrancamos por ese lado.
Es que está muy bien cuestionarse a uno mismo y por supuesto, cuestionar el trabajo que uno hace, más estando al frente de un medio de prensa en el que se está expuesto de continuo al cuestionamiento o la crítica (buena o mala), de los consumidores de noticias, pero también uno debe mantenerse firme cuando los “palos” están equivocados y defender la tarea desarrollada. Si me permite, le quiero comentar de un par de encontronazos en persona y por teléfono que tuve en los últimos días por notas publicadas en el medio que me honro dirigir, que ciertamente me generaron bastante molestia.
Primeramente la Directora de un centro de educación pública me exigió que retirara de la página web de La Semana una nota que se le hizo con motivo del comienzo de clases (que fue publicada en papel y no hay forma de eliminarla si alguien la quiere de prueba de algo), porque cuando declaró no sabía que lo hacía para una nota periodística y lo que dijo le podía generar un sumario (nótese que no negaba lo dicho).
Ante esto, la respuesta fue, señora, si yo le llamo, le digo que soy tal persona, que represento a tal medio de prensa y le pregunto cómo empiezan las clases, para qué va a ser, para guardar lo que me diga en una carpeta llamada “mis recuerdos”?
Por supuesto que le dije que la nota no se bajaba, porque además seguiría siendo pública en la edición papel. Después vino la clásica amenaza con llevar al medio a la Justicia y claro que le dije que menos la iba a bajar, pero a esa altura de los acontecimientos, comencé a molestarme por la situación y de verdad deseaba huir de la discusión, porque le confieso que cada vez más me pasa, que cuando no encuentro terreno fértil para el debate productivo, me doy vuelta y sigo camino. Así fue que se cortó el intercambio con la Directora, por más que ella continuó mandando cartas y llamando para hablar con mi jefe (se desilusionó al saber que el jefe era yo mismo).
Días después, otra persona, no importa quién, volvió sobre la sempiterna crítica del activismo político en favor de una determinada fuerza que tendría este medio. Intenté explicarle que si el medio actuara con un exclusivamente político no haría casi 22 años que está en la calle, no contaría con el respeto de casi todo el sistema político (por más que hay políticos que piensan igual que esta persona), no podría hacer gala de su independencia y de sencillo, no podría sobrevivir (nacimos en plena crisis de 2002 y sobrevivimos a la pandemia), porque la gente capta cuando hay honestidad o cuando hay intereses espurios detrás.
Por supuesto que no es un medio indiferente a lo que pasa alrededor y de la mayoría de las cosas nos vamos formando opinión –algunas de las cuales se expresan en esta columna y otras que nos las guardamos porque no vienen al caso o porque entendemos que no es lugar para decirlas-, pero la independencia de criterio, nos permite movernos en todas las aguas sin dejar por eso de mirar cada cosa con espíritu crítico, porque han pasado más de dos décadas y jamás nos inclinamos ante ningún poder.
¿Qué este escriba tiene un pensamiento de izquierda? Sí, chocolate por la noticia, nunca he ocultado lo que pienso. ¿Qué en ocasiones tenemos posicionamientos fuertes? Sí, otro chocolate para usted, pero en la formación intelectual y profesional de su Director –o sea, yo mismo-, lo que prima es la intención periodística de acercar a quienes nos leen, la porción más cercana a la verdad o a la realidad, porque el concepto de verdad es tan relativo como la idea de objetividad.
“Tenés que ser objetivo”, te dicen –la persona que motivó estas líneas lo dijo en otras palabras-, como si fuera una cuestión de batir y abstraerse de una mismo para ver las cosas sin ser contaminado de la propia educación, de los gustos, las enseñanzas familiares, los prejuicios y los juicios de valor que uno hace desde que tiene conciencia de sí. No existe la objetividad. Si dos personas miramos una silla, objetivamente será una silla, pero las dos personas la vamos a ver diferente. Estaremos ante dos percepciones subjetivas del objeto silla, así que en lo posible no me pida imposibles.
Sabe, cuando le exigen objetividad al periodista, lo que le están pidiendo en el fondo es que diga o escriba lo que ellos piensan y eso no es posible, por todo lo que le detallé en el párrafo anterior. Algunas veces podemos coincidir, podemos llegar a las mismas conclusiones, pero no puedo pensar como usted piensa, porque en definitiva dejaría de ser yo.
Así que bueno, toda esta parrafada larga y tediosa tiene por objetivo reafirmar el concepto de la independencia con el que se ejerce desde acá la profesión periodística. Ahora, ¿qué concibo como independencia? Ser independiente no significa no tener opinión sobre los temas que se abordan, ser independiente es no dejar que las propias opiniones condicionen el trabajo periodístico, es no responder directamente a ningún sector o partido, es no formar parte de estructuras de partidos o de asociaciones (a no ser aquellas vinculadas a la profesión, como puede ser una gremial de periodistas), es no integrar listas electorales de ninguna índole (ni siquiera en el club del barrio), ni militar abiertamente por algún sector o fracción.
Pero téngalo claro ya: ser independiente no impide que uno tenga opiniones y tampoco nos inhibe del acto del voto. Los periodistas tenemos derecho a opinar según nuestro saber y entender y tenemos derecho al voto como cualquier persona. Hay quienes, para mantenerse asépticos, dicen que votan en blanco, pero en mi opinión no es necesario llegar a tanto, para mantener la independencia. Se puede votar y tener independencia de criterio, lo que no sería independiente es formar parte de una lista, por eso si alguna vez usted me ve en una, es porque dejé esta profesión, para no volver a ejercerla más. Porque también está eso, si se da el paso hacia la arena política, ya no se puede volver al periodismo y por ahora, no tengo interés de dejar de hacer lo que hago.
Y ya no le aburro más con mis elucubraciones sobre la profesión periodística. Es que si le soy sincero, toda esas conversaciones callejeras que tuve me sirvieron para no abordar los temas de la agenda. Todo está tan entreverado y confuso, que no quiero sumar mi voz a la confusión (eso es independencia de criterio), prefiero darme y darle un descanso e intentar mirar lo que hay más allá del griterío de los grandes medios.
En La Semana hablamos bajito y a veces, parece que pasamos desapercibidos, pero cuando se habla, se hace con criterio y cierta profundidad. Hasta dentro de siete días, cuando estemos volviendo a este espacio, quizás, con temas de la agenda o quizás no, es lo bueno de ser independiente, se hace lo que uno siente y cree. Hasta entonces.
Por Javier Perdomo.