Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 18/10/2022: «Las atribuciones que se toma el Ministro»

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Téngase por bien recibido al posar sus ojos en la página elucubradora de esta semana. Alcanza a ser la número 38 de este 2022, que como repetimos cada año, se nos está escapando como arena entre los dedos. Claro, entiendo que le parezca que soy muy predecible en mis decires, pero tenga en cuenta que la vida está hecha de frases hechas y ninguna es tan lapidaria como aquella que nos recuerda que el tiempo no para (como decía Cazuza). Antes que éste nos agarre, quedan muchas cosas para contarle y si me lo permite, algunas de ellas pueden llegar a ser dichas cuando se salte al próximo renglón.

Yo sé que usted no quiere escuchar ni leer más nada sobre Astesiano (no porque no lo considere un tema importante, sino porque cada cosa nueva de la que se entera es peor que la anterior), pero permítame un último comentario antes de volar hacia otra galaxia; le prometo que así lo haré.

Sabe, como enfermo del devenir político del tiempo en que me ha tocado vivir, le reconozco que me “comí” casi toda la sesión de la Cámara de Senadores en la que el gobierno intentó justificar el entuerto con el amigo del Presidente (que ahora parece que era un perejil, según dijo la Bianchi). Pensé que iba a ser una sesión más caliente, intensa, pero al intentar los senadores nacionalistas llevar la discusión, otra vez, a que la culpa la tuvo el Frente Amplio, se desdibujó todo e hizo que se afirmara la opinión mayoritaria de la gente común y corriente, es decir, que no saben cómo salir del entuerto.

Más allá de eso, me sorprendió como el Ministro del Interior salió rápido y presto a averiguar vida y obra de quienes integraban la guardia de Mujica y Vázquez para exponerlos en sala. Realizó un trabajo de investigación minuciosa para su objetivo de culpar a otros de los propios errores. Sin tenerlo claro, me pregunto, ¿es legal andar rebuscando de esa forma? ¿No está violando derechos de esas personas?

Mire, yo sé que en este caso estamos hablando de personas púbicas o semi públicas -como el encargado de la seguridad de Mujica, un ex tupamaro al que Heber hizo referencia-, pero, ¿estamos todos expuestos a que Heber ande escudriñando en nuestras vidas en busca de la falta que a él le convenga? ¿Acciones como esas, no puede llevar al extremo de inventar delitos?

Por ejemplo, mañana este escriba difunde una noticia que al Ministro no le gusta (“qué se va a preocupar Heber por vos”, está pensando usted, lo sé). ¿Tiene derecho de andar hurgando en mi historia para ver si tengo alguna mancha que pueda ser utilizada en mi contra? ¿Y qué pasa si no encuentra nada condenable? ¿Ya que tiene la capacidad de fisgonear en la vida de las personas, no podrá inventar delitos? No sé, son cosas que uno se pregunta. No tengo respuestas, pero sí me queda la preocupación. Creo que no es bueno un Ministro así.

¿Usted no se me enoja si le digo algo más de este asunto? Es que sabe qué, después que le prometí que no iba a decir más nada, encontré algo que me pareció muy gracioso y no puedo dejar de mencionárselo. Resulta que el inefable Julio María estuvo el jueves pasado en San José de Mayo, en la feria del libro. Fue a presentar un libro suyo -que no me genera ningún interés en leer-, y allí dejó una reflexión sobre el caso del guardaespaldas que no deja de tener su gracia.

Dice Sanguinetti que el Uruguay salió fortalecido del quilombo presidencial porque se demostró la independencia de los poderes del Estado y uno, que puede coincidir en la importancia de una Justicia independiente, le podría responder que primero debe convencer de eso mismo a sus propios legisladores. En la sesión mencionada más arriba, ni un solo Senador colorado y ninguno de Cabildo Abierto tomó la palabra para ensayar alguna justificación sobre lo ocurrido en Torre Ejecutiva. Sólo algunos senadores blancos -valientes ellos-, tomaron la palabra para intentar defender a Lacalle y a Heber. ¿Será porque el país salió fortalecido?

Y ahora sí, dejemos atrás el asunto del amigo presidencial y vayamos a otro tema, también espinoso, como todos los de este momento. Deberá perdonarme, pero debo reincidir en otro tema ya tratado, la semana pasada, me refiero a las ollas populares, pero lo haré desde una perspectiva bien localista y disculpe usted, lector/a que no es libertense, porque quizás algunas cosas les resulten poco cercanas, pero lo entenderán si me siguen el hilo, como en Twitter.

Resulta que con toda la polémica de las ollas yo me había estado acordando de un amigo, de esas personas que pasan por la vida de uno en determinados momentos y aunque después no te veas por años, cuando se produce un encuentro es como si nos hubiéramos visto ayer. Casualmente, otro amigo me envía una nota que le hicieron al primero de los mencionados en el portal del Pit-Cnt -ahora iré al por qué de esa nota-, y más casualmente (por lo menos yo no estaba alertado que iba a concurrir), este amigo es invitado a la actividad “Un café con la historia” como referente cultural con más de 30 años de trayectoria, que tuvo lugar el viernes pasado en Casa de la Cultura.

Esta persona es Gustavo Zidán; no voy a entrar en detalles de su currículum porque no es la idea, pero baste decir que está vinculado al teatro desde los 12 o 13 años en Libertad y hoy dirige la sala Verdi y el Espacio Cultural Goes. En ese espacio es donde precisamente Zidán, junto a un grupo de gente del barrio o trabajadores del lugar -eso lo desconozco-, pasó toda la pandemia cocinando dos o tres veces por semana para cientos de personas en la que llamaron “la olla del Goes”.

La nota del portal sindical tenía que ver precisamente sobre lo que fue la experiencia en la olla (en la que reconoce que por razones laborales no está tan cercano hoy), y su opinión sobre los ataques que está recibiendo el movimiento popular por parte del gobierno. Lo menciono no para ensalzarlo a él -hablar bien de los amigos no tiene gracia-, sino porque le quiero poner carne y rostro a un movimiento popular espontáneo, que resultó fundamental en un momento complejo del país y que han debido seguir funcionando porque para mucha gente las cosas siguen sin mejorar.

¿Qué necesidad tenía Zidán, con su sueldo de funcionario público asegurado y su pasar relativamente cómodo, de pasar tres o cuatro noches por semana, a la intemperie, en pleno invierno, haciendo y sirviendo comida a desconocidos? Ninguna, sin dudas, pero lo hizo porque fue su forma de apoyar a la gente que la pandemia dejaba sin sustento alguno. ¿Ganó algo con eso? Seguramente sí, frío, gripes, cansancio, malestar por no conseguir todo lo necesario para servir la comida. Ah, y también, satisfacción por poder ayudar, pero eso quedará en su fuero íntimo.

En tiempos de ataque a la solidaridad popular, consideré importante ponerle rostro, porque seguramente usted ve ministros en la tele dudando de la gente, pero poco sabe de la gente que se puso las ollas al hombro y como puede, palía el hambre de los que aún no han salido de la crisis pandémica. Y le insisto con lo más importante, no merecen miles de uruguayas y uruguayos seguir comiendo de la caridad de otros; en este país, debería haber para todos.

Termina acá esta edición elucubradora de mediados de octubre. Seguramente surgirán nuevas temáticas para abordar en siete días. Esperemos que así sea, porque pegar con el guardaespaldas, ya casi no tiene gracias. Hasta entonces.

 

Por Javier Perdomo.

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