Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 09/02/2021: Cumpleaños feliz

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Febrero tiene eso, estás en verano, pero hay días en los que te congela de frío y así es como uno empieza a extrañar los sopores que te hace pasar el recién ido enero. Es como las elucubraciones del pasquín de pueblo, que pretenden hacerte reír, pero al final casi hacen llorar al lector, cuando éste descubre sus pérfidas intenciones. Al finalizar este párrafo, comenzará el recorrido de una nueva edición de una columna que de tan descontracturada que pretende ser, llega a territorios inexplorados y juega a vidas no vividas.

Sin demasiada introducción, le cuento que estando ya acostumbrado a recibir sus cuestionamientos sobre mi supuesta predisposición a “darle palo” al actual gobierno o a los integrantes de la “colisión” multicolor, es que aprovecharé los 50 años del Frente Amplio, para demostrarle que también le paso “factura” a esa otra “colisión”, que llegó al gobierno en 2004 cargando a cuestas las ilusiones de más del 50% de los uruguayos y que en una pestañada -en tiempos históricos 15 años son eso-, perdió la confianza de cientos de miles de personas, aunque muchos de esos desconfiados sigan votándola por ser lo menos malo del sistema político uruguayo.

Fue tan vertiginoso todo, el crecimiento electoral elección tras elección, y también lo fue el declive -que es de suponer que será momentáneo, porque los multicolores no hacen otra cosa que preparar su regreso al gobierno-, que todo cabe en la mitad de una vida (y lo digo así porque no falta mucho tiempo para que, gracias a los desdeñados avances científicos, el promedio de vida sea de 100 años).

Cuando Tabaré Vázquez ganó las elecciones en 2004, uno tenía la sensación -transmitida también por la dirigencia-, que la izquierda había llegado al gobierno para no dejarlo nunca más (o por lo menos no dejarlo por un largo tiempo), y que los cambios serían vertiginosos y de impronta revulsiva, pero al final la primavera no fue eterna y tampoco fue tan primaveral el asunto, porque con distintos énfasis, los tres gobiernos de la izquierda, apenas si pasaron de ser mejores administradores de un sistema en franca decadencia, al que los partidos tradicionales ya no le encontraban la vuelta.

Le insisto en que ese fue el gran déficit de la izquierda en el gobierno del Uruguay, en lugar de intentar superar un sistema que se decía injusto como el capitalista, se transformaron en mejores administradores, comenzando un proceso de mejor distribución de la riqueza, que nunca avanzó de verdad.

Entiéndame, creo que no hay un solo votante frenteamplista de los que festejó y se emocionó hasta las lágrimas con el triunfo de 2004, que esperara que se aboliera el sistema capitalista o algo por el estilo, pero sí se esperaba una forma distinta de hacer las cosas y unos énfasis distintos que tendieran a un camino utópico y nunca terminado, de cambio estructural.

Hubo sí cambios, hubo humanización en diversas áreas de la vida cotidiana de los uruguayos (expresado en todo el verso -en el mejor sentido-, que se escuchó miles de veces en las tres últimas campañas electorales), pero como no se apostó a la humanización del modelo económico (a partir de la profundización de los proyectos colectivos, de la economía social o del cooperativismo), no se gravó al gran capital transnacional y se cargó buena parte del peso contributivo a la mal llamada “clase media” (aquello de que pague más el que tiene más, hizo que pagaran más los que ganaban mejores sueldos, no los que tenían más), todo eso bueno de lo que se hablaba en las campañas electorales, no le alcanzó al uruguayo, que votó a Lacalle Pou porque estaba molesto con el FA, que durante el tercer período de gestión, ya no derramaba tanto como había derramado en los primeros años dos períodos.

Mire, he leído muchos de los sesudos análisis que andan a la vuelta sobre por qué la izquierda perdió las elecciones de 2019 y ninguno -desde la óptica para nada objetiva de este escriba-, aborda la verdadera razón de la pérdida de confianza de la gente con el FA, que para mí está en que no produjo cambios en las relaciones de poder entre sociedad y capital. Todas las maravillas que supuestamente hizo, quedaron opacadas al haber acentuado algunos de los problemas que formaban parte del diagnóstico previo que se hacía.

Extranjerización de la tierra, dependencia de la inversión extranjera para generar crecimiento económico (haciendo concesiones leoninas como en el caso de las pasteras), el crecimiento industrial como única alternativa de “desarrollo” y completo abandono de la lucha por el medio ambiente (del respaldo a las marchas contra Dirox a ver a Vázquez pidiéndole ayuda a Bush para defenderse de Argentina por la pastera, no se vuelve), forman parte esencial del menú que produjo el desencanto.

¿Cómo le explico? No es que la gente hiciera este razonamiento tan puntilloso que le está haciendo este escriba -que lo hace porque no tiene otra cosa que hacer-, a la hora de votar; no, el tema es que ese modelo de desarrollo al que apostó el FA, requiere de un crecimiento continuo que logre satisfacer las nuevas necesidades de confort creadas y cuando esas necesidades -muchas de ellas ficticias, generadas por campañas de promoción de consumo-, no pueden ser satisfechas (porque el desarrollismo no es infinito y constante), llegan los malestares, que terminan en cambios de gobierno como el que vivimos los uruguayos en 2019.

Claro, podría mencionarle otras muchas cosas que a uno le rechinaron durante los 15 años de gobierno frenteamplista, que de alguna forma opacan el proceso de crecimiento de los anteriores 30 y pico de años, pero entiendo que la economía es la que gobierna los humores de los electores y si en ella se falla, termina pasando lo que pasó. Es paradójico -ahora que pienso-, porque el modelo fue exitoso en cuanto a crecimiento económico, pero no mejoró sustancialmente la distribución. Así, hubo un puñado de uruguayos y de extranjeros que hicieron muchísima plata y las grandes mayorías la “pilotearon” mejor con los gobiernos frenteamplistas, porque al final los gobernantes apelaron a la tan criticada teoría del derrame. Cuando las gotas empezaron a caer con menos intensidad, se complicó.

Un último comentario. A la vista de los acontecimientos y con el respeto que merece su figura -mencionado esto en ocasión de su reciente deceso-, la elección de 2019, el Frente Amplio la empezó a perder cuando en 2014 decidió que Tabaré Vázquez fuera otra vez su candidato. La fuerza del cambio, tuvo miedo a cambiar a tiempo, y el segundo período de Vázquez fue anodino y profundamente conservador.

¿Vio? Puedo decir alguna cosa sobre el Frente Amplio. Podría decir más, pero el espacio se termina y debería ser alguien más entendido en economía para explayarme en algunas cuestiones. El escriba apenas sabe sumar dos más dos, así que se planta por acá respecto al último tiempo de la historia de la “fuerza política”, sabiendo que los anteriores 30 y pico de años han hecho que su mística se mantenga intacta y genere aún esperanza en cientos de miles de uruguayos, siendo desde 1999 el partido más votado del sistema político uruguayo en forma ininterrumpida.

Ya podrán otros, cortar más tela. Por lo pronto las elucubraciones terminan y le dicen a usted que en siete días volvemos para seguir festejando cumpleaños o bueno, por lo menos, recordándolos. Hasta la próxima.

Por Javier Perdomo.

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