Elucubraciones

Elucubraciones semanales, edición 04/10/2022: «La semana de las malas nuevas»

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Sin mucho preámbulo me introduzco en el espacio elucubrador de la primera semana de octubre. El calendario recuerda que es el mes en que se cumplen 21 años del nacimiento de esta aventura periodística, que bien este escriba ha dado en llamar pasquín de pueblo, aunque en el fondo sabe usted de la capacidad que uno tiene para reírse de sí mismo, lo que me permite desdeñar del medio con el único objetivo de ensalzarlo. Así de complejo es todo en esta columna, así que si no quiere complicarse la cabeza, mejor pase página o prenda la tele. Si se anima, siga la lectura y descubra lo que hay por acá.

Tranquila/o, no va a leer usted una de esas tediosas notas en las que uno se auto halaga y dice que su medio es lo más grande que hay, por más que yo así lo piense. Seguro es que lo hice en otro tiempo, pero los 21 a uno le dan la madurez suficiente como para no importarle tanto el hecho de cumplir años y sí el hecho de estar activo y lograr interpretar lo mejor posible el tiempo del que nos corresponde reportar. Sí, pasamos las dos décadas y trabajamos para que sean más años, así que vayamos ya a lo que importa.

Sabe, me quedé con la sensación de que la semana que pasó marca a fuego lo que queda del período del gobierno multicolor; fueron demasiadas malas nuevas para los coaligados (en especial para el Presidente y su entorno), que recibieron misiles por todos lados y no pudieron desviarlos sacando a relucir temas como el de involucrar a frenteamplistas en la guerra de Ucrania, el aumento del gasto en la rendición de cuentas o la tan prometida baja del precio de algunos combustibles.

Usted me dirá que ya vienen golpeados desde el entuerto del pasaporte de Marset y tiene razón; también le podemos agregar las críticas por el incremento de la actividad delictiva -producto de la apertura tras la pandemia-, o el decreto sobre los cigarros, pero han sido temas que han centrado la atención por varios días, sin embargo en la semana pasada, no terminaban de responder a un palo, cuando ya les estaba cayendo el otro.

Mire, contemos: el lunes arrancó con la noticia del encarcelamiento de Astesiano (de cuyo prontuario sabía todo un país, pero Lacalle Pou no se daba por enterado), ese mismo día se conoce la destitución del Presidente del BID por corrupción, a quien Lacalle Pou había ordenado votar con la opinión contraria hasta de sus propios socios de la coalición (¡que lo echaron porque era amante de una empleada a la que le aumentó el sueldo como 40%!), y como postre, el martes se sabe que el ministro estrella de la pandemia, Daniel Salinas, obtuvo cuatro míseros votos en la compulsa para elegir al nuevo Presidente de la Organización Panamericana de la Salud, debido a que respaldó la decisión del gobierno con el tema del tabaco.

Si a eso usted le quiere agregar que el jueves se conoció un nuevo trabajo del INE (el instituto estadístico oficial, de cuya información nadie, aparentemente, reniega), que le dice que aumentó la pobreza, la pobreza infantil y la indigencia respecto a 2019, hay razones para pensar que a las filas oficialistas se les está moviendo la estantería.

Si usted me permite decirlo, se nota cierto desencaje presidencial. Lacalle Pou ya no es el mismo de la pandemia, no tiene la soltura canchera que mostraba hasta ahora, que parecía que nada lo afectaba a él aunque al gobierno le salieran mal las cosas, pero ahora comienza a ocurrir más seguido que responda en mal tono a los periodistas (no sólo él, también otros jerarcas y legisladores del gobierno lo han hecho), lo que denota que saben que algo está yendo decididamente mal.

A ver si me explico, lo que le quiero decir es que por primera vez en el período, la gestualidad que ha caracterizado a este gobierno (que ha estado marcado más por los gestos que por concretar soluciones de fondo a los problemas nacionales), está fallando. Ya no hay salidas estudiadas y estratégicas, ya no está esa espontaneidad preparada en cada una de las respuestas y acciones emprendidas. Por eso le digo que estamos en un momento bisagra para la coalición multicolor, que se mantiene unida por el miedo a perder la próxima elección (y por los cargos que tienen), pero que no me caben dudas que hay un buen número de elementos que querrían estar bajándose del barco ya.

¿Esto quiere decir que yo creo que la coalición perderá la próxima elección? Bueno, uno es un elucubrador y no un “pitoniso”, pero es verdad que el panorama se le complejiza a las huestes multicolores. Si tomamos en cuenta los reiterados errores en los que están cayendo, si miramos el viraje ideológico de la región (esta columna celebra la primaria derrota del fascismo en Brasil), y la falta de figuras de peso que tienen los coaligados, uno podría pensar que las perspectivas para ellos no son las mejores, pero claro, bolas de cristal no vendemos en La Semana, así que no puedo decirle mucho más que eso. El gobierno está contra las cuerdas y por primera en el período no sabe cómo desenredarse de sus propios errores.

En las elucubraciones y en La Semana -cambiando de tema pero continuando en sintonía con las temáticas más recientes del acontecer mundial-, siempre nos hemos embanderado con las causas justas y es justo que Brasil avance hacia la derrota definitiva de Bolsonaro. Más allá de la figura de Lula, los sectores democráticos se unieron para enfrentarlo y todo apunta a que van a lograr sacarlo del gobierno. El mundo no puede estar tan mal, como para que él siga gobernando una de las naciones más grandes del planeta (¡y nuestro vecino más cercano!).

Su papel en la pandemia fue el de un aficionado “youtuber” que reniega contra todo en internet, para hacer unos mangos con las visualizaciones de otros aficionados a todas las ciencias que hacen lo mismo que él y que así generan una bola de puro desconocimiento. Así cientos de miles de sus conciudadanos murieron por el “covicho” (seguramente sigan muriendo, aunque ya no se cuenten los caídos), mientras aumentaba la pobreza, profundizaba la tala del Amazonas y la agricultura extractiva, entregaba el manejo de la economía a los financistas de los grandes grupos económicos y favorecía a su entorno, poblado de personajes místicos, religiosos evangelistas y militares armados hasta los dientes.

Un circo de personajes payasescos que le han hecho mal a Brasil y a América toda y que sin embargo tuvo el apoyo de 51 millones de personas el domingo.

Antes de retirarme, engancho con el tema inicial. A todas las malas nuevas para el gobierno, la inminente derrota bolsonarista se suma a esa bolsa, porque si bien Bolsonaro nunca le dio mucha trascendencia a Uruguay, tampoco lo jodió cada vez que el gobierno salió metiendo el peso con negociar por fuera del Mercosur, sin importar las consecuencias. Muy otra será la actitud de Brasil, cuando gane un gobierno democrático como el de Lula y sus coaligados, que abarca a casi todo el espectro político de ese país.

Una pregunta final, ¿Lacalle Pou irá a la asunción presidencial de Lula o irá el día antes a despedir a Bolsonaro y se volverá porque el 1º de enero, cuando asumen los gobiernos en Brasil, es feriado en Uruguay? Es una pregunta válida, porque eso ha hecho con todos los gobiernos que han perdido con fuerzas de izquierda. Y eso no es una opinión, es un hecho.

Termina acá esta edición aniversario del pasquín de pueblo. Podría continuar con otras temáticas, pero no vale aburrir al lector; lo mejor es que vuelva en siete días y le siga contando otras cosas. Hasta entonces.

Foto ilustrativa tomada de la web: Alejandro Astesiano.

Por Javier Perdomo.

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