Pese a que el frío aún no se atreve a entrar de lleno en escena, en las elucubraciones estamos con los calefactores prendidos, decididos a aumentar la temperatura de la comarca con nuestros decires. A veces le acertamos, otras tantas le erramos, pero tenemos la virtud de no pasar desapercibidos entre la marea de opiniones de las nada correctas políticamente redes sociales. Si le parece, tratando de reírnos de los que nos causa pánico, le invito a leer algunas de las cosas de las que tengo ganas de hablarle en esta semana en la que mayo comienza.
Por supuesto que hay material para tirar para arriba en estos días. Como usted ya sabe, se votó la reforma de las jubilaciones y pensiones en tiempo express, sin que la oposición apenas pudiera tener idea cabal de cuáles fueron los parches que le fueron colocando los coaligados en el correr de las últimas semanas, con el tire y afloje de Lacalle Pou con sus socios cabildantes y colorados.
Además del aumento de la edad de retiro y que otra vez, el peso de la reforma cae sobre quienes trabajan y no se le pide nada al gran capital, permítame insistirle con mi preocupación por un aspecto en particular y es la “afapización” obligatoria que impone esta reforma, porque mientras el mundo desanda el camino recorrido con este modelo, en Uruguay se lo profundiza.
Mi preocupación central pasa por saber qué hará la actual oposición en caso de volver a gobernar en 2025 con las Afaps, ya que con los otros dos temas más gruesos, estoy seguro que hará cambios (aunque Astori cuando era Ministro de Economía hablaba de subir la edad de retiro a 65 también). En los 15 años del gobierno frenteamplista hubo sectores de la coalición que bregaban por anular ese sistema (quien era presidente del BPS, Ernesto Murro, era el principal opositor a las Afaps), pero primó el criterio de quienes, con algunas mejoras, lo mantuvieron porque no querían afectar al capital.
¿Qué pasará con esta nueva reforma? A partir de la promulgación de lo aprobado por el Parlamento, las empresas previsionales privadas recibirán cientos de miles de nuevos “ahorristas” que significarán enormes cantidades de dinero (a escala uruguaya, claro está), que se acumularán en esas empresas, una de ellas pública. ¿Tendrá energía la izquierda para ir contra estas empresas cada vez más poderosas? Pues, si no la tuvo con el envión de los primeros períodos de gobierno, difícil que lo tenga en el futuro, luego de cinco años en los que la gente los puso en penitencia a causa de los errores cometidos en el segundo gobierno de Vázquez, y por ello es que me preocupa.
Claro, usted me dirá a quién le importa lo que a vos te preocupe y tiene toda la razón, pero como este es el espacio en el que me expreso sin guardar las formas, lo dijo con soltura, temo que no habrá vuelta atrás con esto de los fondos privados de pensiones, perdemos uno de los pilares del sistema -el solidario e intergeneracional-, y ponemos el dinero de las jubilaciones al servicio del capital financiero especulativo.
Mención aparte merece que al momento de votarse en el Senado los cambios que se habían definido en la Cámara de Diputados, el líder de Cabildo Abierto se haya retirado de sala para ir a un acto partidario en Canelones. Ni siquiera con los cambios que sus diputados lograron imponer -que como cada cosa que promueven los cabildantes benefician a los militares de rango-, el generalito estuvo dispuesto a levantar la mano (claro que dejó a su suplente para votar), así que, en la próxima campaña, podrá decir que él no votó la reforma y tendrá razón. Particularidades de la “colisión” que nos gobierna.
Y ya que estamos hablando de los cabildantes, permítame referirme a su denodado esfuerzo por reescribir la historia en cada ocasión que se les presenta. El inefable Domenech, ese mismo del que le hablé hace una semana atrás, transmitió la visión negativa del partido militar a la realización del acto público de reparación que la Corte Interamericana de Derechos Humanos -de la cual Uruguay es parte-, estableció en un juicio sobre el caso llamado “Las muchachas de abril”, tres jóvenes uruguayas que fueron asesinadas a mansalva por el Ejército en 1974 (ya en plena dictadura y con la mayoría de la militancia de izquierda en desbandada, presa o desaparecida), durante un allanamiento a la casa de una de ellas, buscando a un supuesto terrorista.
Por supuesto que no le asiste razón ninguna al Senador (la forma en que fueron asesinadas no da pie a pensar que se trató de muertes producto de un intercambio de disparos ni nada que se le parezca), y él lo tiene más que claro, pero el objetivo es siempre generar la duda y deslegitimar la búsqueda de justicia por parte de los familiares de las víctimas del aparato represivo del Estado puesto al servicio de la ideología del terror.
El acto reparatorio es consecuencia de una sentencia de la CIDDHH, de la que Uruguay es parte desde 1985 (el retorno democrático), que obliga a los tres poderes del Estado -ejecutivo, legislativo y judicial-, a reconocer públicamente su culpabilidad en la muerte de estas gurisas de 19 y 22 años. Domenech no quiere que el legislativo participe, pero está obligado a hacerlo, como también lo está el Presidente, que tampoco quiere ir y pretende mandar a la Argimón representando al Ejecutivo (en lo formal, lo puede hacer, pero queda muy feo que lo haga), y por eso no se ha concretado aún ya que los familiares de las muchachas exigen que esté el Presidente.
Sabe qué, una de las tantas buenas cosas que tiene que se esté acercando el final de este período de gobierno (queda poco más del 30% del período), es que pasada la elección de 2024, el partido militar va a quedar reducido a su verdadera dimensión. Le Insisto en que lo que pasó en 2019 fue un error de la historia, en Uruguay el partido militar no tiene tanto peso electoral, los errores de la izquierda y el conocimiento que la gente tenía de lo que son los partidos tradicionales, a una parte de los uruguayos les hizo pensar que cabildo podía ser una buena opción de cambio. Pero ahora está claro para esa gente, que son parte del status quo tradicional y que responden a la lógica militar, por lo cual su potencial electoral quedará supeditado a la “familia militar” y poco más. Palabra de un elucubrador de pueblo.
Último asunto antes de la retirada. Seguro usted, al igual que yo, habrá visto decenas de informes televisivos internacionales en los que se ve avalanchas de gente entrando a las liquidaciones de las grandes superficies. Puñetazos, corridas para comprar determinado producto o todo lo que se puedan llevar del comercio que está de liquidación.
Más de una vez, mirando esos informes me he dicho: qué locura, seguro que acá no pasaría algo así, pero me equivoqué. Hace unos pocos días en Punta del Este en la entrada a un comercio que tenía una liquidación de calzados, dos tipos se pelearon por el lugar en la cola (eran de los primeros), y se armó terrible bardo en el que terminaron interviniendo varias personas más.
Al parecer, la enfermedad del consumo es más grande de lo que uno piensa. Uno pensaba que la pandemia podía mostrar lo efímero de todo, que en una de esas nos sacaba un poco más humanos, pero si nos estamos peleando para entrar primeros a un comercio para comprar championes, concluyo que lo efímero fue la pandemia y no la locura diaria por tener y comprar. Claro, después votan soluciones mágicas.
Casi sin espacio para despedirme, le digo que en siete días estaremos de nuevo acá, tratando de entender “cómo fue que pasó, que el sargento Pimienta, no se enamoró, de los años 60”, como dice Tabaré Rivero. Nos leemos en la próxima.
Foto ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.
