Comprenderá usted que en esta edición elucubradora no se aborde resultado electoral alguno. Es poco el margen de tiempo para escribir y al autor de estas líneas no le gusta opinar “en caliente”, cuando los hechos están aconteciendo, quizás por ello sea que he quedado con tantas opiniones atragantadas a lo largo de la vida. Ahora que se me ofrece una página en blanco a disposición, es tiempo de hablar de todo lo que quiera, sin abusar, claro está. Bienvenida/o a la columna elucubradora post electoral, en la que no se habla de las elecciones.
La realización de las elecciones internas de los partidos políticos del último domingo de junio hizo que casi pasara desapercibida la fecha del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. A no ser por la paralización del Pit-Cnt, los informes de los periodistas interesados en la temática y las declaraciones más o menos asertivas de grupos y/u organizaciones, desde el Estado no se promueve –o se dejó de promover-, el recuerdo de esta fecha trascendente, que marcó la vida de generaciones enteras de uruguayas y uruguayos, ya que el régimen tuvo la fortaleza –y el respaldo ciudadano-, suficiente como para mantenerse por 11 años en el poder.
Claro, usted me dirá cómo van a rememorar este suceso negro de la historia uruguaya si uno de los partidos que integran el gobierno reivindica abiertamente el proceso. Y tiene razón, no sería coherente. Menos lo es cuando pienso que a nivel educativo hay autoridades que se niegan a cumplir la ley de sitios de memoria, cuando hay quienes cuestionan las pensiones que cobran los perseguidos por la dictadura mientras respaldan reparaciones para “víctimas” de una guerrilla cuyos crímenes resultan una insignificancia al lado de la saña y la violencia aplicada por los militares hacia los “sublevados” y hacia toda persona que osara llevarles la contraria.
Sabe, no me gusta ser aguafiestas ni hipercrítico (aunque no me gusta, lo soy), pero en estos días en que en Libertad se habló tanto de la canción “A Don José”, de Rubén Lena e interpretada por Los Olimareños (que coincidió con la muerte del “Pepe” Guerra), se le ha dado tanta emotividad y significación popular (ahora les gusta a todos), me pregunté si nadie de los que cantaba recordaba que “Pepe” Guerra y Braulio López fueron perseguidos por el régimen, que sus canciones fueron prohibidas y que vivieron 10 u 11 en el exilio por “comunistas”, como le ocurrió a otro montón de músicos o cantores populares de este país que debieron salir corriendo porque no eran del agrado de los generales y de los civiles golpistas.
Mire, yo nunca fui del palo del folclore ni del canto popular, pero determinadas canciones sé que identifican el ser, el sentir uruguayo y la de Lena es una de ellas. Hasta puede hacerme emocionar en algún contexto especial (¿quién diría, el escriba de pueblo emocionado, verdad?), pero no me ocurrió eso en el evento del 19 en Libertad, muy por el contrario se me dio por hacerme preguntas, mientras veía el despliegue que se había montado en la plaza de los 33 libertense.
Estimo que sí, que se acordaban que estuvo censurada, es más, alguno de los que guitarreó el 19 de junio debe haber evitado tocarla en los 70 del siglo pasado, porque era de los comunistas de “Los Olimareños”.
El tiempo pasó, no sin dolor la dictadura cayó, y todos los músicos exiliados fueron, de una u otra forma, reivindicados y reconocidos por los nuevos públicos, pero no hay que olvidar nunca que el movimiento cultural fue una de las áreas de la vida nacional con la que la dictadura se ensañó más, porque a las tiranías siempre les molestan los artistas comprometidos con su tiempo.
Mire, yo le cuento estas cosas para que entienda de qué está hecha una dictadura, hasta dónde afecta y controla una Poder fáctico. En este tiempo de liviandad de conceptos en el que hay quienes reclaman por un sistema de ese tipo para “salvarnos” de la delincuencia, hay que dejar claro que ese no es el camino. No solo porque no nos salvarían de nada, sino porque quienes claman por esta solución no tienen idea lo que es vivir bajo un régimen de facto, jamás sintieron el control cotidiano hasta en las más mínimas cosas (como tener que avisar que te ibas a disfrazar en carnaval), que vivieron las generaciones inmediatamente anteriores a la mía; el cuidado al hablar que había que tener, el silencio que había que guardar.
Los que claman desde las democracias por una dictadura, deberían tener claro que si el modelo de dictadura que logran no les convence, no van a poder cambiarlo por una dictadura “mejor”, porque los que usurpan el poder por la fuerza, lo hacen con la idea de quedarse todo el tiempo que puedan allí. No se equivoque de dictador, ya que no se aceptan devoluciones.
Broma va, broma viene, donde les gusta más un golpe de Estado que comer es en Bolivia. Allí cualquier “generalito” se siente con la libertad de alzarse contra el gobierno si no le gusta algo de lo que hace o propugna. De los gobiernos de Morales y Arce no les gusta nada a los militares y seguramente “fogoneados” por la “embassy”, de tanto en tanto saltan, como ocurrió con Zuñiga, que no logró hacer caer a Arce porque le llegaron tarde algunas tropas y porque la gente de a pie, salió a defender al gobierno y la democracia.
Ahora hay toda una interna en el oficialismo que tiñe de dudas todo el proceso boliviano. El Movimiento al Socialismo (MAS), está en disputa, Morales y Arce están enfrentados, incluso el primero habla de un autogolpe del segundo y uno ya no sabe a quién creerle, aunque es seguro que no será con un ejército que se solucionen las cosas por allá ni por acá, ni por ningún lado.
Cuando escucho a la gente pedir dureza y mano firme a los gobiernos, me queda la sensación de que es gente que no entiende el principio básico de un gobierno democrático, que es el de administrar las tensiones sociales y que en base a la administración de las diferencias, toma las decisiones que entiende más convenientes para el conjunto. No comparto que un gobierno está para mandarnos, los gobiernos están para marcar rumbos, para fijar metas, para convencer, para protegernos brindándonos salud, educación, vivienda y trabajo; para cobrarnos impuestos también, pero nunca para mandarnos, mucho menos para obligarnos a algo (a menos que haya una situación de salud pública que así lo amerite, como fue el cobicho), debe convencernos siempre que su camino es el mejor y el adecuado, no imponerlo.
Por ese mismo razonamiento es que le he dicho en otras ocasiones que un gran empresario no necesariamente puede llegar a ser un buen Presidente. Son dos mundos distintos y ser bueno en uno, no implica serlo también en lo otro (sino pregúntenle a Novick y a Sartori, que se comían los niños crudos y han terminado derrapando).
Hasta por acá vamos a ir con los apuntes sobre dictadura y democracia. Todo lo escrito acá es súper básico y elemental (como la mente del escriba), y hay profusa literatura al respecto en las bibliotecas de todo el orbe. Me quedaron un montón de comentarios para hacerle sobre Biden, Europa y los vecinos de enfrente, pero la voy dejando por acá, ya que el espacio escasea ya y debo pasar al rol del periodista serio (jo, jo, jo), para hablar de las internas a las que parece que fue poca gente, pero por suerte pudieron ir unos y elegir no ir, otros. Será hasta la próxima.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.