De prisa y sin pausa el año 24 va llegando a su fin. Sin darnos tiempo ni para pestañar, el nuevo lustro nos está convocando a vivirlo con la expectativa que traen los cambios, tan necesarios para la vida de las gentes como de las naciones. En esta columna semanal el cambio es la constante, porque su autor varía la versión de los hechos según le venga bien y piensa según la máxima de Mujica de “así como te digo una cosa, te digo la otra”, porque ese es el malabar del vivir, ir adaptándose a las circunstancias, sin renunciar a lo que se es.
Luego de estas elucubraciones iniciales, es necesario centrarse en alguna temática concreta, pero le reconozco que después de tantos meses dedicados a la arena político -electoral, resulta un poco difícil visualizar temáticas atractivas. Por suerte la visita de los mandatarios de la región a la cumbre del Mercado Común del Sur, sirve para ahondar en un aspecto bien interesante del período de gobierno que está terminando.
Cuando la coalición multicolor ganó las elecciones en 2019, una parte del mundo se preguntó “cómo puede eso haber sucedido cuando todos hablamos maravillas de ese país, amamos al ‘Pepe’ Mujica y tenemos gran respeto por Tabaré” (Presidente saliente). Pues bien, sin tener respuesta a las preguntas que se podían hacer en el exterior, el hecho es que sucedió más allá de la popularidad de los principales líderes de la izquierda uruguaya, que trasvasaba las fronteras partidarias y territoriales y que se habían convertido, en particular Mujica, en referencias fueras de frontera. Guste o no guste a alguna gente, ese es un hecho innegable.
Pues bien, llegar a esa categoría de reconocimiento internacional fue una obsesión del ahora saliente presidente Luis Lacalle Pou y su gente. A los pocos días de desatada la pandemia y tras algunas destacadas conferencias de prensa centradas en la nueva y mortal enfermedad –que a todos sorprendía-, sus más cercanos allegados empezaron a hablar del “líder mundial” y transitaron toda esa compleja etapa para todo el mundo, repitiendo lo mismo, que teníamos un estadista que nos estaba conduciendo en la tormenta.
De entrada me parecieron un poco apresurados y exagerados todos esos títulos que le adosaban al Presidente. Primero porque los “líderes” no se decretan, se hacen con el andar del tiempo y si bien alguien puede ser considerado/a como líder de su partido, no necesariamente lo tiene que ser para toda una nación. Eso se demuestra en la cancha. Y en cuanto a lo de estadista, bueno, también parecería ser una construcción, no es algo que se pueda imponer porque se repita muchas veces.
Ser electo Presidente no te transforma en estadista, es un proceso en el que tienen que pasar muchas cosas más. Por ejemplo, Sanguinetti –que no está en mi barra de amigos-, tiene esa condición, porque toda su vida ha tenido una concepción de lo que es la política y el Estado y a partir de e4so ha actuado. Pero se lo comenzó a considerar de esa forma (tampoco es que tenga muy claro qué significa ser estadista), después de 40 años de actuación continua en la vida política del país; no fue que entró a un comité colorado y dijo “che gurises, yo soy el estadista, síganme”.
En el caso de Lacalle Pou, me dio esa sensación, se quiso imponer esa idea. Recuerdo que en la campaña hacia el referéndum por la Ley de Urgente Consideración (LUC), fui a cubrir algunos actos nacionalistas en que la condición de “líder mundial” y “estadista” de Lacalle Pou se repetía y repetía. Para adentro, uno se preguntaba, ¿no será demasiado galardón para recién haber empezado?
Bueno, después vino todo lo que ya sabemos (Penadés/Astesiano/Marset y más), y lo de líder mundial y estadista dejó de reiterarse machaconamente, pero en esta época de transición entre gobiernos ha surgido alguna que otra voz sugiriendo esa condición otra vez y la verdad es que el Presidente saliente, no logró siquiera ser referencia real de la derecha latinoamericana (más allá de algunos halagos de la farándula Argentina), dominada en el presente por los extremos que representan tipos como Milei, Bolsonaro o Katz en Chile.
Cierra ahora el período nuestro Presidente con un aparente “poroto” a su favor y es la firma del acuerdo con la Comunidad Económica Europea (dicho sea de paso, no es la misma comunidad con la que se comenzó a negociar hace 25 años; el deterioro económico y la sumisión a la política exterior norteamericana, la tiene al borde del estallido social), pero tampoco eso alcanza para llevarlo a la calidad de “líder mundial”, porque hay mucha gente en contra y porque el tratado es una construcción de la que participó mucha gente de todos los partidos antes que nuestro Presidente saliente.
Pues bien, las vueltas del destino llevan a que durante la cumbre mercosuriana realizada en Montevideo sobre el final de la semana anterior, el líder mundial sigue siendo uno solo y sin necesidad de que nadie lo esté repitiendo para ser verdad. La mayoría de las representantes internacionales que llegaron a Uruguay a ser parte de la cumbre mercosuriana, antes de participar de cualquier acto oficial con el gobierno saliente, pasaron por una chacra perdida en las afueras de Montevideo, donde los esperaba un viejito de 90 y pico de años, que se ganó el respeto internacional por una trayectoria de vida y que para muchos sigue siendo referencia mundial.
Tres presidentes americanos y jerarcas de otros países de la región, transformaron a un chacra perdida del Oeste de Montevideo en sede de intercambios diplomáticos de relevancia para toda Latinoamérica, saltando todos los protocolos y las agendas de Estado. Eso, no sucedió por Decreto.
El Presidente de Brasil se bajó del avión que lo trajo al país y directo arrancó para la chacra. Cuentan los cronistas instalados en la portera del predio del “Pepe” que como Lula llegó con retraso a Uruguay, el canciller paraguayo (no afín ideológicamente con Mujica), debió esperar en su auto más de una hora y media para ser recibido por el ex mandatario por ese retraso de Lula. Situación ésa entendible si Mujica fuera un mandatario, pero el líder del MPP hoy no ostenta cargo alguno y se encuentra cuasi retirado de toda actividad política. Pero después también estuvo el colombiano Gustavo Petro, el boliviano Luis Arce y otros jerarcas de países de la región de los que ni nos enteramos.
En síntesis, con lo que le quería insistir es que esos títulos no se decretan, se ganan con el transcurrir de la vida y de lo que se haga en ella por su nación o su gente. Como no tengo el don de la clarividencia no se lo puedo adelantar, pero quizás dentro de 20 años la gente ande diciendo que Lacalle Pou es un estadista y un líder mundial, vaya uno a saber, todo es tan dinámico que nada puede darse por descartado, ni siquiera eso. Lo que sí es claro es que hoy no es ni una ni otra cosa, por más que sus seguidores lo repitan hasta el cansancio.
Podría ahondar en otros aspectos de la cumbre vinculados al Presidente argentino, pero si hago eso este texto se extiende ad eternum y yo sé que usted tiene cosas más importantes que hacer que andar leyendo las tonterías que se le da por escribir a un para nada humilde escriba de pueblo. Así que prefiero darle la medicina en dosis. Si le parece, publicada ésta, quedan dos más antes de finalizar el 2024. Usted ya lo sabe, página 4 de su periódico y también en la web.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.