Una conocida me preguntó estos días si iba a escribir algo sobre la incorporación de “Blanquita” a la política. En el momento le dije que no, porque lo del pasquín son las noticias locales y no las nacionales, sobre las que por una cuestión de cercanía los colegas montevideanos pueden hacer mejor trabajo que uno, ubicado acá, en un rincón del Oeste del Uruguay. Pero después, ya en la comodidad del hogar, pensé que las elucubraciones son libres de abordar cualquier temática y bueno, en una de esas surge alguna mención respecto a la noticia de la semana que pasó. Sígame, si así le parece.
Relación compleja es la de los periodistas y el sistema político-partidario. Mucho se especula y se dice sobre la filiación partidaria de cada uno de nosotros y como en todos los ámbitos, “habemos” de todo. Hay periodistas militantes a la izquierda y a la derecha, hay otros que no militan pero están influidos por los discursos de un lado o del otro del espectro, hay quienes son -diría somos, pero no corresponde que lo haga uno mismo-, independientes, un término que no quiere decir que esas personas no tengan preferencias a la hora de votar, sino que mantienen distancia de las estructuras partidarias y eso les da libertad suficiente para interpretar la realidad sin las limitantes de los discursos o lineamientos partidarios.
Hay periodistas independientes que optan por no sufragar por nadie (justo en estos días escuché a Eduardo Preve decir que no votará), otros lo hacen sin que se pueda detectar hacia dónde fue ese voto y en otros casos puede andarse rumbeado en el destino del sufragio, porque le insisto, la independencia es de las estructuras no de las convicciones.
El caso de Blanca Rodríguez es el de una periodista cuyo voto uno podía imaginarse hacia donde iba, aunque no hiciera manifestación alguna (mal que le pese a Javier García, es así). Se percibía cierta sensibilidad social que hacía sospechar el destino del voto, por eso no pudo asombrar a nadie el lugar en que desembarcó. Sí generó mucha expectativa saber qué sería de ella al momento de anunciar el retiro.
La transición del mundo del periodismo a la política partidaria fue ordenada. Quedó claro hace casi un mes atrás su retiro de la tarea de informativista televisiva y de conductora radial, pero también estuvo claro que no era retiro de la vida pública y que llegarían novedades y efectivamente llegaron en la forma que se rumoreaba.
En otra de sus jugadas maestras, el “Pepe” la sentó en el Senado para los próximos cinco años, pero además en la presentación, a la que concurrió en silla de ruedas, dijo que dejaba instalado un liderazgo para los próximos 20 o 25 años. Pavada de traje le puso el viejo a “Blanquita” o a “su majestad” como ironizaba su compañero de tareas radiales, el humorista Diego Bello. Lo mejor de todo es que el traje parece calzarle muy bien.
Por supuesto que es difícil decir ahora si Mujica tiene razón, hay que dejar que la protagonista se mueva en el nuevo escenario, lo cierto es que Blanca es lo novedoso de verdad en esta pobre campaña electoral, plagada de agresivos posteos en redes sociales, de actos públicos para 10 personas y 20 micrófonos, de dichos altisonantes pero vacíos, de noticias falsas y noticias mentirosas. En fin, de lo peor de nosotros mismos.
Por eso, la aparición de una figura no contaminada genera expectativas, aunque claro, al final todos terminamos contaminados de la tarea que desempeñamos. El albañil piensa el mundo desde esa óptica, quien es periodista en todo ve la noticia y quien es dirigente político lo traduce todo al idioma del voto.
¿Qué si yo haría algo así? Primero, no soy nadie en el mundo del periodismo (aunque yo me quiera mucho y me diga que soy el 1, tengo que reconocerlo), por lo cual a nadie le interesaría si soy o no soy candidato. Lo otro, ¿usted se piensa que yo tengo, por ejemplo, la paciencia suficiente como para pasar 12 horas seguidas escuchando discusiones interminables en el Parlamento? Ni loco. Los miro de a ratos, tranquilo, desde las barras o desde el canal de Youtube.
Más allá de las bromas, quédese tranquila/o, si el escriba de pueblo fuera a ejercer en algún momento un cargo de confianza política, electo o designado, sería sabiendo que no hay regreso al periodismo, porque una vez que se da ese paso ya quedó uno identificado y si se regresa, no queda claro que se es, si periodista o político. En el caso de Blanca, parece ser éste el modo de retiro, el de no retorno. Así debe ser.
Al menos así lo piensa este escriba de pueblo, a quien nadie tentaría ni querría en sus filas, por díscolo y pendenciero. Momento de dejar que Blanca juegue y pasar a otro asunto. El tiempo hablará por nosotros.
Entiendo que debo ser muy cuidadoso con lo que tengo intención de decirle ahora para ir cerrando; yo sé que dirá que siempre me estoy metiendo en problemas, pero es una de esas cosas con las que no comulgo y que no puedo dejar de mencionar y por qué no, cuestionar.
Días atrás falleció el futbolista Juan Manuel Izquierdo. Lamentable pérdida de un joven deportista, que causa tristeza como causan todas las muertes, aunque es cierto que las trágicas, como es este caso, generan aun mayor dolor. Lo que me impactó -por favor no me malentienda-, es esa aparente necesidad de demostrar el dolor de una forma casi escenificada.
Los medios de amplificación de masas (“comunicación” es un término algo obsoleto para definir lo que pasa en la tevé en este siglo XXI), instalados frente a la sede de Nacional, mostrando las poses de dolor de decenas de personas. Si se iba con una camiseta de Peñarol, la nota estaba cantada. Es decir, me pareció que transformaron el doloroso proceso que va desde el momento que ocurre el incidente en la cancha ante el San Pablo hasta el entierro del jugador en un show en “primetime”.
Como periodista, claro que entiendo que el hecho es un tema de impacto, pero debe ser abordado como una noticia y no como un espectáculo, que fue lo que percibí que se hizo en este caso. Eran demasiados los que buscaban la cámara y demasiadas cámaras buscando escenificar el dolor. Es una forma de brindar información que no me gusta.
Ahora ya pasó. Pasó el fin de semana, no se jugó al fútbol en casi todo el país (ayudaron también las lluvias), y para los vivos, la vida sigue. Todas las preocupaciones sobre la salud de los deportistas que surgieron con esta tragedia (temas que fueron abordados por los medios serios), quedarán tapadas por la cruda realidad de la necesidad de las instituciones de cumplir con los presupuestos pactados, de preparar campeonatos, de fabricar nuevos jugadores y minucias de esa índole. Izquierdo se transformará en una foto, un recuerdo lejano o cercano dependiendo de los colores de cada uno. Eso sí, hasta que ocurra algo parecido otra vez y volvamos todos a reunirnos para llorar por la nueva víctima, porque el dolor hay que escenificarlo y mostrarlo.
Dichas estas cosas, con respeto a todos los que de verdad se dolieron por la muerte del joven deportista, le cuento que va llegando la hora de cerrar estas líneas. En los próximos siete días es seguro que ocurrirán cosas que merecerán su mención en la columna elucubradora de entonces. Con artes de adivino, le prometo que acá estará una nueva edición del espacio que todo lo dice.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.