Sabe, intuía que el proceso electoral que estamos cursando iba a ser de campañas proselitistas muy diferentes a las que había visto en instancias anteriores; las pensaba más del siglo XXI, pero en realidad la diferencia con instancias anteriores parece estar dada por el crecimiento de la apatía en el electorado. Por lo menos así se ve para la interna del 30 y es así como me le presento, planteándole la temática inicial –vaya a saber si es única o no-, de esta columna elucubradora de mediados de junio. Si a bien lo tiene usted, saltamos al siguiente renglón y ya comenzamos.
¿Qué razones llevan a que se produzca esa apatía electoral? Bueno, no soy ni sociólogo para buscar en el comportamiento humano, ni psicólogo para hurgar en la psique, como para presentar teorías muy elaboradas, apenas si soy un humilde observador del tiempo que me toca transitar, pero igual me atrevo a elucubrar sobre por dónde puede pasar el asunto.
Lo primero que ocurre y usted hasta podría decirme que es muy obvio lo que le digo, es que la gente está mirando la campaña por la tevé o en su defecto por las redes sociales (una campaña aderezada con graves denuncias periodísticas contra figuras de gobierno). Puede ser que esté enterada de lo que dicen unos y otros a través de los medios electrónicos. También puede ocurrir que no estén enterados de nada y que lo más importante para la mayoría sea que termine el informativo para ver el “reality” o el “talk show” de moda.
¿Usted dice que para las nacionales las expectativas serán otras, que debido a que el voto es obligatorio la gente deberá interesarse sí o sí? Claro, en cierta forma es razonable y esperable que eso suceda, pero le planteo el problema porque entiendo que la apatía está relacionada con lo largo que es el proceso electoral. La mayoría sabe que las internas son apenas el aperitivo –no obligatorio-, de un camino que nos deparará dos o tres instancias más en menos de un año, ésas sí obligatorias.
Ya me saldrá con que soy reiterativo con el asunto, con que ya lo he planteado en otras ocasiones, pero es importante decirlo ahora, cuando está sucediendo, está empezando, porque pasado mayo de 2025, en el marco de un agotamiento generalizado del sistema político (que incluye al sistema de medios y al periodismo), no vale de nada decirlo; estarán todos en otra cosa, unos gobernando, otros siendo oposición.
Le reitero, hay que disminuir la cantidad de convocatorias a las urnas y separarlas más en el tiempo. No podemos vivir en un país que está casi dos años en campaña electoral. Yo tengo dos ideas concretas para lograrlo, flexibilizar las normas para ganar en primera vuelta; si un partido obtiene más del 40% y 10 puntos de diferencia con el segundo, no debería realizarse una segunda vuelta.
La otra es realizar las elecciones departamentales y municipales a mitad de período (por ejemplo, que fueran a fines de 2026, comienzos del 27), lo que hará que el arranque de cada período sea más ágil y menos pendiente de lo que pueda ocurrir en las departamentales. Sé que esto llevaría a la necesidad de hacer ajustes en el funcionamiento general del Estado, pero con buenos técnicos, todo se acomoda. Para eso están.
A esto yo le sumaría que si la elección se define en octubre, el nuevo gobierno debe asumir antes de marzo del año siguiente; en dos meses deberían estar los equipos prontos para comenzar a trabajar.
¿Que se acorte el ciclo electoral hará que la gente esté más interesada en la política? Nadie podría asegurar algo como eso, solo planteo que además del descreimiento por el eventual accionar de la “clase política”, lo extenso del período conspira contra el interés de la gente. No tengo certeza que acortarlo genere más interés, pero seguro generaría menos hastío.
Si sigue las elucubraciones desde hace tiempo, sabrá que vengo insistiendo hace por lo menos dos elecciones con esto y si bien cada tanto se escuchan voces aisladas que dicen lo mismo, a la mayor parte del sistema político no es algo que le preocupe. Es más, hay quienes alzan su voz pidiendo que las internas sean obligatorias, algo que se choca de lleno con lo que le estoy planteando.
Dicho esto le cuento algo más en clave de periferia electoral. Otra polémica que se reitera desde hace por lo menos dos o tres elecciones, es el sistema de voto en papel. Terminado el ciclo electoral anterior desde la propia Corte Electoral se negó esta posibilidad para el proceso 2024 -25 y ahora no hay una sola voz que lo esté planteando para el futuro.
Entiendo que haya personas mayores a las que el cambio pueda significarle alguna dificultad, se me ocurre que podría haber una elección de transición en que funcionen ambos sistemas, pero en algún momento habrá que hacerlo, por eso sería bueno ir planteándolo desde ya, pensando en la elección del año 29, cuando ya estamos por completo adentrados en el siglo XXI, que a todos nos exige cambiar para adaptarnos.
Tenga en cuenta que esta es una medida que impacta directamente con las posibilidades de ingresos para un medio de prensa escrita como el que represento, pero le insisto que tarde o temprano el cambio ocurrirá y este escriba de pueblo quiere tener la oportunidad de ser espectador y/o partícipe de esos cambios.
Por último, hablemos del despliegue de cartelería que se ve en las calles. Toneladas de cartonería pegadas a columnas, en árboles y en los lugares más insólitos que se le puedan ocurrir. Luego, terminado el furor electoral, son las intendencias o los municipios los que deben recoger todo eso que se transformó en basura porque su mensaje quedó sin efecto pasado el acto eleccionario.
Dígame la verdad, ¿usted piensa que se gana algún voto con un cartonplast pegado en la columna? Sabemos usted, yo y el que cuelga el cartelito que nadie va a decidir el voto por lo que diga el cartelito, pero sin embargo está lleno de cartelitos. ¿Por qué? Primordialmente porque los sectores carecen de base militante (es más, le diré que cuanto más cartelito se pega, menos militancia hay), la gente no acude a los comités (algunos van por objetivos propios y no por el bien común), y ni siquiera concurre a los actos (en comunidades chicas como las que vive uno, los periodistas conocemos a cada uno de los que van a los actos y las razones por las que van), por lo cual no queda otra que mostrarse de alguna forma y el cartelito es lo más sencillo (no manejo costos, pero seguro que no es barato).
Claro, si en el futuro los partidos recuperan militancia y la creatividad le gana al dinero, se pueden llegar a ver campañas distintas, pero por ahora el panorama sigue incambiado. Hay mucho gasto en papel, en publicidad y en logística para exhibirse, porque cada vez son menos los que trabajan por ideas superiores -solidaridad, igualdad, justicia social o libertad-, y más los que piensan que la tienen clara y piensan que gobernar un país es como dirigir un boliche. Por eso hay tantos candidatos y tan poca gente.
Dichos estos pensamientos inconexos entre sí, es tiempo de ir cerrando esta edición elucubradora de un atípico junio electoral. En siete días, si todo sale bien, volvemos a encontrarnos acá. Tan solo somos pasajeros en el transcurrir del tiempo y cada uno aprovecha su viaje como puede. Hasta el martes.
Imagen ilustrativa, extraída de la web.
Por Javier Perdomo.