Ahora sí, ya no queda más tiempo, ahí nomás está la jornada en que estaremos eligiendo al gobierno del próximo quinquenio. Todos sabemos de la trascendencia que tiene ese acto, aunque hay quienes se hacen los desentendidos y votan como si fueran hinchas de un equipo de fútbol. En las elucubraciones le ponemos pienso e historia al sufragio, por ello vaya instalándose cómodamente, que del resultado del debate no va a encontrar mucha referencia pero sí podemos hacer un poco de historia debatidora. Si alertada/o de esto, quiere continuar leyendo, al saltar el renglón comenzamos.
Si bien hubo recordados debates preelectorales en el país, como por ejemplo el de Julio María Sanguinetti y Tabaré Vázquez en la previa a las elecciones de 1994, esto del debate obligatorio es nuevo en Uruguay y está bueno recordar cómo surge, porque a las cosas siempre hay que darles su contexto.
Resulta que en la campaña hacia la segunda Presidencia de Tabaré Vázquez (2014), éste optó por no debatir y ello molestó al entonces joven candidato nacionalista Luis Lacalle Pou y a toda la oposición de ese momento, entre quienes se contaba otro joven dirigente, colorado él, que accedía a una banca en Diputados por primera vez. Se trataba de Fernando Amado, sobre quienes muchos se preguntaban qué hacía aún en filas del Partido Colorado.
Resulta que en el período parlamentario 2015-2020, Amado insistió con lo de debatir en campaña electoral y presentó un proyecto de ley volviéndolos obligatorios para la eventual segunda vuelta. Era uno de esos proyectos candidato a quedar olvidado en algún “rincón perdido” del Legislativo, pero las cosas se le comenzaron a complicar al gobernante Frente Amplio porque el diputado Gonzalo Mujica se integró al Partido Nacional y no dejó la banca, por lo cual la izquierda perdió la mayoría en la Cámara Baja y se le complicó para votar, si mal no recuerdo, la última rendición de cuentas del período.
Ahí es donde cristaliza el debate obligatorio. Algún Diputado frenteamplista se acordó del proyecto y le dijo a Amado: “che, ‘Nando’, con nuestros 49 votos y el tuyo sacamos esto como por un tubo” y así fue como el aún Diputado colorado respaldó esa rendición de cuentas que corría riesgo de no ser aprobada (introdujo algunos aportes a la rendición), y logró que se aprobara la obligatoriedad de un debate de los candidatos que accedan al ballotage.
Ya para las elecciones de 2019 Fernando Amado hizo un acuerdo electoral con el FA -dijo no integrarse-, pero no logró renovar la banca y llegó a un cargo vinculado al turismo en la Intendencia de Montevideo. Hoy, por completo integrado a la coalición de izquierdas, Amado vuelve al Parlamento de la mano del MPP y todos nosotros disfrutamos del show del debate.
Eso sí. Si bien es cierto que el FA logró aprobar aquella rendición de cuentas, a su candidato presidencial en el primer debate obligatorio no le fue bien. Hay consenso en la ciencia política y en el paladar ciudadano que Daniel Martínez en 2019 tuvo un desempeño flojo ante un Lacalle Pou claro en lo que quería comunicar y a qué públicos quería llegar con su mensaje. Tuvo la oportunidad de atacar los puntos débiles de Lacalle Pou -que ya los exhibía-, en el mensaje final (él cerraba el debate), y se dedicó a auto elogiarse, dejando a toda la izquierda con sabor a nada.
Después, “cuento conocido”, como dice Jaime Roos (que cumplió años estos días, dicho sea de paso), el Frente Amplio perdió la elección 2019, Daniel Martínez quiso volver a la IM pero los frenteamplistas lo castigaron y eligieron como Intendenta a la misma Carolina Cosse que él había “ninguneado” y que hoy es la candidata a la Vicepresidencia. La lista que presentó el ex candidato presidencial en apoyo a Orsi en este 2024, apenas superó los 2000 votos. ¿Moraleja? Cuidado con los errores no forzados, te pueden costar la carrera.
¿Estoy queriendo decir que ese debate fue determinante para que el Frente Amplio perdiera? No. Visto a la distancia del tiempo no había forma que el FA ganara en 2019, hubo otro montón de factores que aportaron en ese sentido. Sí fue un efecto del debate, que los frenteamplistas empezaran a mirar de soslayo a Daniel Martínez, que se mostraba como una de las figuras de recambio en la izquierda, tras el paulatino retiro de la tríada Vázquez-Mujica-Astori, porque el debate fue el corolario de una mala campaña, que además no tenía buen soporte en la gestión de gobierno.
Entonces: ¿es determinante para la decisión del voto un debate? Una encuesta de los días previos al debate del domingo, realizada por la Usina de Percepción Ciudadana decía que cinco de cada 10 uruguayos tenía intenciones de ver el debate (usted ya debe conocer las cifras del rating que tuvo), y que quienes más decididos estaban a verlo era quienes ya tienen claro a qué candidato votarán. Es decir que pensaban mirar la transmisión en modo barra brava.
¿Eso está mal? No, lejos de considerar eso estoy. Las identidades partidarias se fortalecen en instancias de este tipo, solo que entiendo exagerado eso de la obligatoriedad, porque un/a candidato/a debe tener la posibilidad de diseñar su estrategia de campaña como mejor le venga en ganas y si no quiere debatir, debe tener la posibilidad de no hacerlo. ¿Que muestra debilidad? Es muy relativo plantearlo así. Puede considerar el candidato o la candidata que no es determinante para sus objetivos de campaña mostrar su capacidad histriónica (que es lo que prevalece en los debates), sino que lo que más le importa destacar es su capacidad de gobernante, por lo cual debatir no le interesa y está en todo su derecho.
Ser buen discutidor/a no implica que se sea buen gobernante y los debates son competencias discursivas y nada más que eso. El asunto es que en esta era de lo visual todo se vuelve un espectáculo, un show para las masas.
Mire todo lo que ocurre en torno a un debate: como 15 días antes se empieza a hablar de los detalles y de las expectativas; el mismo día del debate, horas y horas de transmisiones previas (cual partido de fútbol), el seguimiento del debate en sí y después todo lo que tiene que ver con las conclusiones. Mientras, los canales facturan y facturan, con el espejito de la democracia, que miramos como si fuera el partido contra Colombia del viernes, a lo hincha, desaforados gritando el gol en la hora que le metió nuestro candidato al otro.
Cuando usted esté leyendo estas líneas ya tendrá idea formada de lo que vio en el debate. Entenderá que como escriba de pueblo cuyo espacio es semanal, no podré decirle qué concluí yo de lo observado. Aunque es seguro que cuando acá estemos escribiendo sobre el resultado electoral final, alguna referencia a él surgirá.
Como “tarea” le dejo comenzar a pensar si dentro de las tantas cosas que hay que reformar del sistema electoral vigente en el país, no está también quitar la obligatoriedad a debatir para transformar una actividad de esas en una posibilidad y no en un deber.
Por lo pronto el escriba de pueblo se va despidiendo hasta después de la segunda vuelta, ya con un nuevo Presidente electo y comenzando a delinear el próximo quinquenio. Pavada de responsabilidades tenemos de ahora en más. Nos vemos el 26 de noviembre en la página 4 de su periódico, en la que elucubra sobre su tiempo un para nada humilde escriba de pueblo.
Imagen ilustrativa, tomada de la web.
Por Javier Perdomo.