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Aunque sus conocedores aún no se ponen de acuerdo en qué década nació el parapente, sí fue en la década de los 70 o en la de los 80 del siglo pasado; todos coinciden que es Francia, el país en que comenzó a practicarse primero.
Cuenta la historia, que al final del siglo XX, los intentos de los alpinistas de descender volando, una vez conquistada la cima, fueron el desencadenante para que éstos idearan la forma de descender más rápido. Llegaron a la conclusión que usando paracaídas rectangulares de salto en caída libre, eran necesarias fuertes pendientes y fue por esto que comenzaron a modificar estos paracaídas hasta convertirlos en lo que hoy se llaman parapentes.
Fue así que su evolución hacia verdaderos planeadores capaces de engancharse a las corrientes térmicas ascendentes, subir y mantenerse en el aire durante horas, convirtió al parapente en un deporte en sí mismo, recreacional y competitivo a la vez y que hoy practican miles de personas alrededor de todo el mundo. Para los expertos, esto es más que un deporte, es pasión pura y por eso todo se reduce a actitud y disfrute.
En Uruguay, existen muchos grupos y asociaciones de parapentistas, La Semana, logró conversar con unos de sus practicantes y presenciar algunos de sus vuelos en el balneario más importante de la costa josefina, Kiyú, un lugar que es considerado como ideal para la práctica de este deporte por la presencia de sus barrancas.
Para Guillermo Tarila, volar en parapente es una de sus grandes pasiones de su vida, visita asiduamente el balneario Kiyú para disfrutar del viento y seguir el vuelo de las gaviotas, con la velocidad de la brisa como él mismo dice.
Tarila pertenece a la Asociación Uruguaya de Parapentes. Con cinco años de vuelo, contó a su periódico que vuela cada vez que el viento se los permite, independientemente de la época del año en que esto ocurra. “Sea invierno, primavera, verano u otoño, cada vez que tenemos la oportunidad, volamos”, dijo a La Semana a poco de lanzarse al vuelo.
A su vez Carlos Ozoria, es otro de los parapentistas que acuden regularmente al balneario Kiyú a disfrutar del viento y la libertad de volar. Él ya tiene 26 años volando, contó que lo hace desde 1991, cuando comenzó con las llamadas “alas delta” porque era lo que había en ese momento. Pero luego aparecieron los parapentes, que fueron mucho más prácticos y más fáciles de cargar. «Es como todo, el futuro siempre trae mejores cosas, cosas nuevas que van mejorando lo que había», dice Carlos, también en medio de los preparativos para comenzar a volar desde las barrancas de Kiyú.
CUESTIÓN DE DOMINIO | A continuación, transcribimos el diálogo mantenido con el parapentista:
La Semana: ¿Qué requisitos tiene que tener una persona para andar en parapente?
Carlos Osoria: Yo creo que cualquier persona puede hacerlo, es como todo. Al principio, incluso te montás en una bicicleta y te parece que es imposible, pero ya con la práctica y el tiempo, lo dominás. Bueno, el parapente es igual, al poco tiempo ya estás volando. Claro cada persona es diferente, pero yo creo que ya al mes podés hacer un «planito», como lo llamamos nosotros.
L.S.: ¿Y qué tipo de indumentaria se necesita para volar?
C.O.: Acá nada, pero cuando volás en la sierra se usa un barómetro que sirve para saber si subís o bajás, el altímetro que es para tener una idea a qué altura andás, el GPS para guardar el tracking y eso uno lo pasa a un servidor cuando hay campeonatos; vas guardando todos los registros del vuelo, todo lo que hiciste de altura, el ascendente más fuerte, la distancia, el vuelo.
L.S.: ¿Y qué tan alto se puede volar?
C.O.: Bueno, yo he volado desde 100 metros, hasta una altura de 1700, 2000 metros, en verano. Lo que se siente es que se te tapan los oídos, pero al que le gusta esto, disfruta el vuelo, te tiene que gustar realmente. Yo recomiendo que al que le llame la atención, vea un par de clases y luego decida si quiere seguir. Acá mismo en San José o en Montevideo hay muchos sitios en donde dictan clases de vuelo en parapente.
CIERRE | Así que ya sabe, si usted se da una vuelta por Kiyú en estos días en que el viento es intenso pero la temperatura es cálida, se encontrará con más de uno de estos “pájaros” revoloteando por las barrancas del balneario, en una práctica en que el deporte y la aventura se dan la mano en cada vuelo y que cada día logra más adeptos en el mundo y también en la zona.
Por Livia Cedeño