Cultura

Se estrenó «Raíz»: un ritmo imperdible

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Con una muy buena respuesta de público se estrenó el pasado viernes la obra “Raíz” en la Casa de la Cultura de Libertad, íbamos como muchos espectadores con avidez y curiosidad por ver de qué forma se producía ese primer ensamble local del teatro y el candombe con un altísimo porcentaje de intérpretes absolutamente novatos sobre un escenario, intérpretes que además traían la costumbre de “pasar” en las calles su arte, donde si bien hay lugares que respetar nunca llegan a limitarse tanto como en un escenario estático y reducido para el desenvolvimiento de 15 artistas que se mantienen en escena durante los casi cincuenta minutos del espectáculo.

Y realmente desde el comienzo hasta el final fuimos literalmente atrapados por lo que el texto y la interpretación transmiten, vimos, escuchamos y sentimos la historia, por momentos con altos picos de emoción, el texto es didáctico e interesante, surge de la raíz de las tristes experiencias de los esclavos, sin más dramatismo que el que la propia historia tiene en si misma, como hecho real, pero con eso de rebeldía y esperanza de una raza que supo sobrevivir sus pesares con toda su dignidad y para la que el candombe fue alimento, fuerza y pasión, una primera entrega de Andrés Morello como autor-director que bien merecería nuevas propuestas.

La presentación de la cuerda, que sirve para atar, pero también para rescatarse y escapar en la unificación de la lonja y la madera, la voz del piano, respondida por el chico y el repique llamador, cómplice y hermano en las buenas y en las malas.

Las bailarinas y su encanto, aliento y respuesta al sonar del “borocotó chás chás”, vida, muerte, pasión, magia, encanto y seducción y otra vez vida en un ciclo revivido a través de los siglos casi de manera genética.

El escobero y su arte, malabarista de la vida que va limpiando, “barriendo” el camino, la sabiduría ancestral y la picardía coqueta del gramillero que todo lo cura con sus yuyos bajo la atenta mirada celosa de una mama vieja amorosa, abierta al amor de sus múltiples hijos y nietos.

SOLIDEZ| Un texto sólido, sutil, conciso que cede protagonismo a los intérpretes que con enorme solidez se dejan llevar por la historia como si toda su vida hubiesen estado ante un escenario y frente a un público que en repetidas veces interrumpió con sonoros aplausos y expresiones de satisfacción.

La cuerda sonó de manera impecable, con cortes muy bien trabajados, precisos, sin la estridencia en que podría caerse en un ambiente pequeño pero de muy buena acústica como es la Sala María Búa y es preciso destacar en esa cuerda la presencia de Salvador Márquez, que con sólo doce años golpeó su lonja con entusiasmo y no fue el simpático “niño” de la cuerda, fue un tamborilero más, y a la par de cualquiera, futuro y pico en este arte-oficio, el resto son ya experimentados en el arte del tambor y la percusión, Isma Barbé, “Nacho” Veiga, Gonzalo Márquez y los Sellanes, Mauro, Martín y Marcelo.

El Cuerpo de Baile despliega gracia, elegancia, pasión, soltura y fundamentalmente alegría, una contagiosa alegría que llega a la platea cautivada con cada interpretación y retorna hecha aplauso, vivas, entusiasmo y aprobación, Maite Arguinarena, Carolina Hernández, Victoria Sánches, Erika Posse y Romina Gasso se muestran como peces en el agua adaptadas al espacio reducido y la cercana presencia de cada una del resto.

Dicen que la efectividad de cada maestro depende del compromiso y entusiasmo de cada alumno y Juan Manuel Rey tomó clases con un laureado escobillero y demuestra en el escenario que no desperdició nada de lo que le pretendió enseñar su maestro, gran destreza y agilidad acompañadas de sus condiciones actorales también aprendidas, pero con una base natural que se percibe.

Belqui Morales en la interpretación de la Mama Vieja transmite su cariñosa condición de madre y abuela en la justa medida que corresponde con el personaje de nuestras comparsas de lubolos, la presencia, la compañía y el cobijo de “sus” niños, desde los tamborileros hasta el viejo gramillero y con merecido destaque a la mujer en el texto.

Lo de Leonardo “El Chikito” Torres como Gramillero y conductor del relato, generando el clima adecuado, las pausas necesarias y guardando en casi toda la función una incómoda posición “encorvada” que no es fácil de sostener cuando al mismo tiempo debe hablar con el público en largos parlamentos.

La puesta en escena es eficaz, una buena elección del blanco para el vestuario, destacado por una iluminación con la sutileza y precisión necesarias hacen junto a todo lo anterior un espectáculo altamente recomendable que bien merecería ser visto por muchos públicos, no solamente el local que descontamos acompañará las funciones de viernes y domingos a la 21 horas.

Por Jorge Gambetta.

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