Cultura

La lectura es un hábito transformador

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Cada año, por mayo, llega el momento de hacer una celebración especial. Un libro siempre representa un encuentro, un acercamiento con otros y con uno mismo. Las épocas han cambiado y con ellas, las formas y los estilos de lecturas. Aun así, los libros siguen generando una atracción especial, que ni siquiera las cautivantes tecnologías, han podido sustituir. Para celebrar este y todos los días, en los que se da la posibilidad de disfrutar de un buen libro, acercamos algunas reflexiones sobre los beneficios que aporta la lectura en todas las etapas de la vida.

BENEFICIOS | A pesar de lo que se pueda afirmar con respecto a que las personas cada vez leen menos, muchos se aferran a la lectura, como un hábito tan necesario como emocionante. Desde los diferentes estilos, el lector siempre encuentra aquello que está buscando, eso que lo apasiona y que, en el momento justo, de una forma u otra, llega a sus manos.

Por ello, la pasión por leer continuará a pesar de los avances y de los cambios que presenta el mundo. Los lectores seguirán existiendo y los escritores que se inspiren en ellos, también. El libro ha acompañado a la humanidad, como una única e importante formas de expresión, desde los textos antiguos hasta los actuales. A pesar de las pantallas que han sabido atraer a muchos, el libro tiene un espacio único, reservado para los que conocen de su magia y van tras ella. Fieles compañeros, nos invitan a dejarnos llevar por historias, personajes y enseñanzas, un libro es y será, una apuesta a la aventura hacia lo desconocido.

Pero más allá del placer de leer un buen libro, la práctica de la lectura está cada vez más asociada a importantes beneficios para la salud. Desde la neurociencia, estudios demuestran estas hipótesis. En la Universidad de Emory (Atlanta), se descubrió que leer un libro, potencia la conectividad en el cerebro, efecto que puede prolongarse hasta por cinco días. Según se establece, se da una especie de lubricación en la corteza temporal izquierda, región ligada a las habilidades psicomotrices. Al leer, se genera un sentimiento de profunda empatía hacia la historia o sus personajes y eso genera una intensa actividad cerebral.

Otro estudio de la Universidad Médica de Chicago, confirmó que “la lectura permite afinar la memoria, agilizar la mente, y retardar el decaimiento propio del envejecimiento”. Otra investigación realizada en Reino Unido, demostró que la lectura es una de las actividades más relajantes que existen y que está a disposición de todos. “En realidad no importa qué libro estés leyendo sino que al perderte dentro de un libro te liberas de tus preocupaciones y del estrés del mundo cotidiano y pasas un rato explorando los dominios imaginarios del autor”, afirma el doctor David Lewis, autor del estudio.

El neurólogo Stanislas Dehaene, en su libro “Les neurones de la lectura” (Odile Jacob), dice que “la capacidad lectora modifica el cerebro. Es así: hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros que leen”, dice.

El neurólogo español Pablo Martínez-Lage, recomienda “la lectura como método preventivo del alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente activa. Quienes se mantienen mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren menos riesgo de padecer alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares”, concluye Martínez-Lage.

TRANSFORMACIÓN | “El acto de leer forma parte del acto de vivir”. Esta frase pertenece al libro “Darse a la lectura”, de Ángel Gabilondo, catedrático y miembro del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

En su libro, el catedrático expone sus reflexiones sobre el acto de leer. Apasionado de la metafísica, Gabilondo entiende que en el leer, se dan situaciones enriquecedoras porque “la lectura crea, recrea y transforma. Una buena selección de libros es como una buena selección de alimentos: nutre”, afirma.

El filósofo argumenta a través de las páginas de su libro que “leer no es un sucedáneo ni un sustituto de la vida, sino una forma de vivirla. Implicados en la modificación del mundo existente, leemos alentados por la curiosidad, que es curiosidad de transformación. Para empezar, de uno mismo”.

Reivindica la acción de leer, por entender que es una acción liberadora. Expresa que las personas lectoras desarrollan más sus habilidades comunicativas. Hace una especial reflexión sobre la lectura nocturna donde entiende, se da en ese momento del día, una transformación especial. “Por la noche, cuando leemos, nos disfrazamos, nos enajenamos. Caída la noche el mundo real no existe, se ha bajado su telón. Este es el momento especial en el que, mediante las palabras, pasamos a ser otros…La noche es el espacio de lo desconocido, quizás de las tinieblas, pero es a la vez, el momento de consultar con la almohada, de tomar decisiones”, comenta.

El escritor se enfoca en rescatar un valor que parece estarse perdiendo. Cree que la lectura sigue al hombre, porque se lee cuando surge la insatisfacción y esta nunca será totalmente saciada.

Explica además, que es necesario vivir la lectura y hacerla propia para motivarse con ella y tal vez lograr esos cambios que necesitamos como personas o como sociedad. “Es necesario leer para ser otros que quienes somos. Y esta posición no es meramente individual, alcanza a todos.  Entiende Gabilondo que toda lectura siempre lleva a un cambio, a una transformación.

“Ningún libro, ni siquiera el menos desafortunado, nos deja en el mismo lugar que antes de su lectura, ni en el mismísimo momento. Todo es ya otro. Y, más o menos, hemos estado con alguien. Tal vez con nosotros mismos. Elegir leer es elegir. Y ser lector es ser elector. Deseamos que ocurra algo distinto, diferente. Quizás, en definitiva, que se nos ofrezca una ocasión, una oportunidad de ser, de pensar de otra manera, de ser otros. Y esta es ya una necesidad bien distinta, la que brota de la voluntad de un vivir que no se sostenga en el puro durar de lo igual, esto es, en el aburrimiento”.

La reivindicación que el catedrático plantea con respecto a la lectura, tiene que ver con darle su lugar en la vida de las personas como un principio básico para cuidar la salud y contribuir al pleno desarrollo. Gabilondo entiende que así como se cuidan aspectos para prevenir enfermedades, la alimentación, el ejercicio físico y otros, la lectura no debe perder su lugar dentro de los hábitos saludables.

Advierte de la importancia de tratar con esmero la palabra. “Si no hay cuidado del lenguaje, no hay cuidado de uno mismo. El descuido de la palabra, del lenguaje supone un cierto descuido social”.

Entrelaza a la lectura con la sencillez, desde el punto de vista de la disposición que ofrecemos ante la lectura, que entiende es de gran importancia. “Es necesario reivindicar la lectura como máxima expresión de la sencillez. Y, en cierto modo, de la austeridad. Es indispensable no renunciar a una cierta inocencia, a una suerte de pureza, para acercarse a un texto y recibirlo literalmente, aunque ello no evite comprender su complejidad. Leer nos sorprende y nos desborda”.

Con respecto a los momentos o situaciones que propician la lectura entiende que “para que el acto de la lectura ocurra, se requiere aislamiento, recogimiento, entrega, ascesis. Se requiere mucho amor y mucha pasión por las palabras, para procurarse ese recogimiento. De lo contrario, leemos y leemos sin que nada ocurra, sin que nada nos suceda. Vivimos en casas que precisamente consideramos como tales, porque además de otras razones, tienen libros, que nos rodean, que nos envuelven, en una suerte de útero fecundo”, agrega.

 

Por Yudith Píriz.

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